Fuente: fernandodevedia.com
Y vuelve también Juan Gabriel Vásquez, esta vez para hablarnos de los lectores, que están en vías de extinción. El ejemplo en este artículo es Colombia, que, con todo, tiene un Nobel de Literatura. Ya podrán imaginar ustedes lo que sucede en H, en donde la mayoría no sabe identificar las diferencias entre un manual de jardinería y una obra literaria. Veamos lo que nos dice JGV en su columna de El Espectador:
Debe ser que el tema está en el aire. En pocos días me he encontrado con varios textos, más o menos largos, que tienen en común una cierta preocupación, más o menos directa, por los lectores colombianos.
Andrés Hoyos, en su columna del miércoles pasado en este
periódico, se lamentaba de la guerra que algunos medios le han declarado
a los textos de cierta longitud y cierta profundidad; la revista
Arcadia, en su editorial, lamentaba que los editores se hayan dedicado a
publicar best sellers baratos. Y mientras leía yo todo eso me llegó un
correo electrónico del escritor Pedro Badrán, que había leído mi columna
de la semana pasada sobre la incapacidad de los lectores para entender
un escrito irónico, y me decía: “El problema no es la muerte de la
ironía sino sencillamente que en Colombia la gente no sabe leer (y lo
que es peor, cree saber leer)”.
Y tal vez tenga razón. Basta echar
una mirada a los incontables foros de internet para tomarle el pulso al
triste estado de las cosas: demasiados lectores no entienden lo que
leen. Curiosamente (o tal vez no tanto), los comentaristas que menos
comprensión demuestran son los que con más dedicación insultan; los
comentaristas que más insultan, por la misma lógica, son los que peor
escriben. Y esto ocurre siempre: no hay excepciones a esta regla. Los
comentaristas de una columna cualquiera, de la posición política que
sea, tienen una capacidad extraordinaria para encontrar en el texto lo
que quieren encontrar, aun si el columnista no lo ha dicho ni por asomo;
el texto, para ellos, es un trampolín desde el cual ventilar sus
resentimientos, sus frustraciones, sus manías. Por supuesto que algunos
sí entienden y, tras renunciar al impulso de mantener una discusión
civilizada, se dedican a explicarle al vecino lo que dice la columna
mientras el vecino se limita a lanzar insultos pésimamente redactados.
En
este panorama la asignación de culpas suele ser una serpiente que se
muerde la cola. ¿Se reduce el espacio en los medios porque los lectores
no soportan nada medianamente profundo, o son los medios los
responsables de infantilizar a los lectores mediante la estrategia, muy
probada, de apelar al común denominador más bajo? ¿Publican basura las
editoriales porque los editores han dejado de leer, o la publican porque
los lectores mediocres la exigen a gritos, porque los suplementos
culturales son incapaces de explicar cuál es la diferencia entre un
libro bueno y uno malo? Miro la biblioteca que tengo al lado y me doy
cuenta de que Norma publica en Colombia a Alberto Manguel y Alfaguara
publica en Colombia a Thomas Lynch, con lo cual no todo es el
filisteísmo que señala Arcadia. Según los números, sin embargo, los
lectores siguen prefiriendo la autoayuda ñoña de Paulo Coelho, el
amarillismo prefabricado de las tetas y el paraíso, las banalidades
falsamente enigmáticas del Código Da Vinci.
La gran pregunta es:
¿qué importancia tiene todo esto? Y la respuesta nunca es sencilla. La
buena literatura y el buen periodismo no son sólo material para que los
universitarios saquen fotocopias: son herramientas para entender el
mundo, y en la vida diaria es muy fácil distinguir a los que las tienen
de los que no. El problema es que decir estas cosas no está de moda, y
quien sostenga que leer a Orwell o a Borges tiene un efecto real en
nuestra vida de ciudadanos, en nuestra manera de hablar de política o de
elegir presidentes, se arriesga a ser ridiculizado. Hoyos habla en su
columna de lectores en vía de extinción. Yo me pregunto: ¿qué piensan
esos lectores?
3 comentarios:
pues mira no se si seré riculizada o no pero a mí el libro de 1984 me marcó. Y luiego Rebelión el la granaja que todo mel mundo conoce la película de dibujos animados y ve el Gran Hermano... contradicciones de la vida
salu2
En mi clase de Literatura Venezolana sucedió algo parecido. Como parte del pénsum de la materia aparece una novela: Cubagua. Es un libro que forma parte de la vanguardia literaria en Venezuela, incluye saltos temporales bruscos y exige un lector atento. La mayoría de los de la clase no lo terminó de leer.
Sin embargo, a todos les encantó "Piedra de mar" que me pareció un libro que cualquier adolescente podría escribir fácilmente, aunque hay que darle crédito por arriesgarse a escribir un libro con tan poco compromiso social, en una época en la cual los autores latinoamericanos sólo pensaban en literatura comprometida con la libertad y muy socialista. Las imágenes sensoriales de "Piedra de mar" son pobres, y eso es algo que no puedo soportar en un libro, que carezca de imágenes sensoriales; y el tema es en extremo superficial. De esos libros que no tienes que pensar más allá de lo que te ponen y que terminas en tres horas.
Podemos sacar como conclusión que esa falta de interés por lo que representa un reto (queremos libros basura como el Código Da Vinci o porquerías de igual calidad) es un problema generalizado en Latinoamérica. Y no porque tengan un Nobel de literatura los colombianos serán mejores lectores, pero debo admitir que aquí en Venezuela no se editan libros desde la década de los 70's y vamos de mal en peor. Sólo llegan los best sellers de Argentina, Colombia o España. Aquí la gente no sabe leer, además la literatura, de cualquier índole, es costosa. Un buen libro puede cambiarte la vida, pero los demás no lo saben.
Muy cierto..desgraciadamente en México sucede lo mismo.no hay lectores..tambien hay que señalar que comprar un buen libro es carisimo..y nos bombardean de libros baratos y sensacionalistas que incitan al morbo y so los que se venden..ojalá esto cambie porque la lectura es un arma muy poderosa para como sociedad avanzar..gracias
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