Nuestro tiempo es cruel
y difícil. Pero el amor lo sobrepasará.
Unos con otros nos ayudaremos. Unos con otros.
Los bosques y las nubes se mezclarán,
nosotros también, con frescura.
Nos hemos conocido porque era necesario.
No fuimos presentados por extraños
en un concierto o una gira:
la mismísima vida, la luz en unos ojos,
a veces el deseo, otras veces la lucha
es lo que ha unido nuestras manos
que ya no van a soltarse,
ya no van a fallar porque son muchas
y una sola mano querida.
Nos han acribillado. Nos han dejado medio muertos
sobre las cloacas. Nos han partido el corazón
a mano armada. La juventud no fue vivida
o se vivió tan mal, que daba lástima.
¿alguien ha escrito el libro o siquiera el poema
que soñó? ¿Quién tuvo tiempo para la ternura
y la imaginación? Alguien fue adivinado
en su mayor soledad
y conducido a lugar seguro?
Días asqueados
bajo el cielo baldío. Patios regados por aguas del Leteo.
Arrecifes. Cuartos más que pobres,
donde dormimos calentándonos con un corazón bordado en la almohada.
Pero además, últimamente,
el afán de sobreponerse,
de avanzar a través de las espinas hasta el rosal erguido.
Dichosamente el mundo es explicable.
No nos derriba un trueno del Olimpo:
el plomo deletrea nuestros nombres.
Así, hemos comenzado a anotar ciertos hechos,
sus relaciones
y lo mucho que tienen que ver con nuestros accidentes.
La memoria posible (Antología personal), José Luis Quesada