14-X
Vivimos de amor y con amor,
de la fe nos mantenemos,
de la esperanza que nos sostenemos
verdaderamente pobres de solemnidad
de las cosas de la tierra. (El mundo
es otra cosa.) Vivimos de caridad
sin comprarnos nada regalándonos todo.
Vivimos de la caridad, de por vida suya,
de la caridad de vida de por vida.
Nada nos sobra. Nada nos hace falta.
Nuestra abundancia colma los veranos
para los otoños y los inviernos pálidos.
No conocemos otro cielo más que éste
que a lo mejor es el único,
el mismo que da sobre esta parda ciudad
la comba ala de su pájaro azul
reclinando de tarde en tarde
la bella cabeza sobre nuestra cabeza alzada
en alto, en vilo, rozándose.
Entre nos hablamos de tus ojos,
de tus manos mías, de mi frente tuya,
de tus zapatos y mi camisa,
de las sábanas con nombre tuyo y mío,
en monograma;
de las dificultades para mantener
siempre limpia la casa
con tanto polvo afuera,
silenciosa con tanta bulla de carros,
fresca ante tanto calor
y seca entre tanta humedad.
De lo caro de los víveres, la subida
de precios, los impuestos,
el alto costo de la vida.
De los poco amigos que tenemos
pero buenos como el pan y escasos
como los buenos libros, y hasta
de lo desconocido. De los mismos
gratos recuerdos que sólo a nosotros
hacen gozar porque somos
nosotros mismos; de lo que hicimos
este año y de lo que haremos
en el próximo; del sueño que tuvimos
y resultó verdad. De los niños
que se pierden en la plaza,
de los jóvenes que se embriagaron
antes de que comenzara la fiesta
y no se dieron cuenta,
y de aquella que se volvió triste
bajo la lluvia; del baile que no hubo
porque no había luz,
y de la vieja lámpara
que hicimos funcionar en la tiniebla
hasta que nos halló el alba,
en nuevo día,
solos uno en el otro,
los dos en nubes en verdadero música
bailando enamorados.
Del juego que iba a haber
y era mentira. De la muchacha
que encontraron muerta
y no se supo quién era. Del joven
que con varios amigos tuvo un accidente
fatal pero sobreponiéndose los llevó
a la clínica, llamó a los padres
y se fue a su casa
a darse cuenta con su madre
que iba muerto.
Edilberto Cardona Bulnes, Jonás, fin del mundo o líneas en una botella (1980)