“Inestable, depresivo, con una lúcida conciencia de su valer, influenciable ante lo negativo y tan ansioso de ternura y de cariño como podría serlo un niño abandonado. Esta necesidad casi patológica de ternura hace que comprenda y sienta de tal manera a los desvalidos y desamparados. Pero también –y debo subrayar cada vez menos- es arbitrario y violento, y hasta agresivo, aunque creo que estos defectos son producto de su impaciencia (…). Para escribir, para liberarse de sus obsesiones y traumas necesita verse rodeado de un muro de cariño, de compresión y de ternura (…) ha sido desde niño un alma meditativa, un artista. Con un interior melancólico, pero al mismo tiempo rebelde y tumultuoso. La ciencia lo limitaba en forma atroz, de modo que fue lógico haber buscado el único cauce que podía ayudarlo a expresar, a vomitar su tormento interior: la novela”.
(Carta de Matilde KusminskyRichter
en repuesta a una carta de Carlos Catania.
Ernesto Sábato. Entre la letra y la sangre.
Conversaciones con Carlos Catania. )