La calle Honduras de Buenos Aires, Argentina. Fuente: www.flickr.com
Hace un par de meses publicamos aquí un fragmento del relato de Mario Gallardo titulado "El discreto encanto de la H" (que da nombre a esta sección), en donde el narrador habla de la tentación de Borges de ubicar su aleph en la calle Honduras de Buenos Aires, cosa que finalmente no ocurrió (más información aquí: Borges y la H en “El Aleph”). Pero hubo una vez en la que Borges sí pudo sustraerse de la influencia de su madre y hacer de la calle Honduras una más de las rutas de su literatura. El dato lo encontramos en el libro Evaristo Carriego y el texto es el siguiente:
“Un día entre los días del año 1904, en una casa que persiste en la calle Honduras, Evaristo Carriego leía con pesar y con avidez un libro de la gesta de Charles de Baatz, señor de Artagnan. Con avidez, porque Dumas le ofrecía lo que a otros ofrecen Shakespeare o Balzac o Walt Whitman, el sabor de la plenitud de la vida; con pesar porque era joven, orgulloso, tímido y pobre, y se creía desterrado de la vida".
Así que, como vemos, Jorge Luis Borges finalmente no pudo resistirse al discreto encanto de nuestra puta H.
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