miércoles, 25 de febrero de 2009

La novela según la RAE

Fuente: www.decopasion.com
Por Giovanni Rodríguez
La novela (del italiano novella, noticia, relato novelesco) es, según la Real Academia Española, “una obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción de sucesos interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres”. Pero, ¿sigue vigente esta definición para la novela?
Sabemos que el arte evoluciona y que es precisamente en esa necesidad de evolucionar que todo artista debe poner su empeño, y el único progreso que el artista alcanzará tendrá que ver con los avances en la construcción de su proyecto particular y no con el arte en general, porque no hay progreso en el arte, sólo evolución.
El arte ha evolucionado, desde las primeras pinturas rupestres hasta, por ejemplo, la cúpula de Barceló en la sede de la ONU, y no necesariamente una obra de este tiempo es superior a otra del pasado. La novela, en tanto género de la rama del arte que es la literatura, también ha evolucionado. ¿Habría que exigirle a la RAE entonces, para completar el silogismo, que haga evolucionar también su definición de la palabra “novela”?
Está bien; ya sabemos que el diccionario de la RAE no es un texto en el que uno deba buscar explicaciones a preguntas estéticas de este tipo, porque el diccionario es un instrumento que al hacerle una pregunta nos da una respuesta automática, una respuesta previamente redactada por un conjunto de ilustres cerebros que se proponen ponerle un nombre y otorgarle una fría descripción a todo cuanto exista.
¿Qué significado podría tener en la actualidad la palabra “novela”?. Porque en principio la novela era eso que la RAE define: una historia ficticia o real contada para causar placer en los lectores; pero ahora se escriben muchas novelas que al final no logran producirle ese placer a los lectores, sobre todo porque los lectores se han acostumbrado al tipo de novelas que define la RAE, que no exigen más que un poco de atención de parte de quien las lee, la necesaria para seguir la pista de los acontecimientos narrados, sin que estos ofrezcan cambios de ritmo, de tiempo, de puntos de vista, ni posibiliten ese juego de espejos en donde podemos ver en los personajes el reflejo, a veces aterrador, de nosotros mismos.
“Si la novela seria es una especie en vías de extinción es porque el lector serio es una especie en vías de extinción, porque el lector es en estos tiempos que corren un seguidor de culebrones capaz solamente de interesarse por las preguntas morbosas: quién es éste, quién es este otro…”, dijo una vez Juan Gabriel Vásquez en una reseña a un libro de Philip Roth.
Con el Boom latinoamericano –que había bebido de las aguas de la mejor literatura norteamericana- la novela rompió con la historia lineal, empleó recursos como la fragmentación, la dislocación del tiempo en la narración y el punto de vista del o los narradores para lograr que el lector se involucrase más en la lectura, para que no cumpliera el papel de simple receptor sino que con su aporte la novela ganara en posibilidades de resolución. Ahora la novela apela más al yo, a la “autoficción” y a la ambigüedad, su estructura puede ser desde la tradicional estructura lineal hasta otra que altere los tiempos infinitamente, y un solo texto puede albergar el ensayo, el cuento y la poesía sin que pierda su condición de novela. Pueden encontrarse novelas que parecen ensayos o conferencias, o una mezcla de ambos, o pueden también encontrarse novelas que no sean otra cosa que una sucesión más o menos relacionada de distintos cuentos o relatos cortos. ¿Cómo podría entonces la RAE decirnos lo que es la novela actual?
Mejor que ni lo intenten los señores de la Academia.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Lágrimas en la lluvia

Roy Batty en la escena comentada de Blade Runner. Fuente: astronomsableng.wordpress.com

Por Giovanni Rodríguez

“Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”. Lo dice Roy (interpretado magistralmente por el actor Rutger Hauer), el último de los replicantes de la generación Nexus-6 en una de las escenas finales de Blade Runner, la película de Ridley Scott estrenada en 1982.
La que acabo de ver, en casa de Carlos e Isabel, dos buenos amigos colombianos, mientras tomábamos vino y comíamos queso, jamón y aceitunas, es la versión definitiva de la película, el “Montaje Final” de 2007, que coincidió con el 25 aniversario de su estreno. Según me parece, esta versión es más corta que la anterior que había visto, la aprobada por el director en 1992 y durante mucho tiempo la más comentada ya que contenía algunas imágenes adicionales suprimidas en las versiones anteriores. En total, se han hecho siete versiones de la película pues ha tenido que sortear muchas veces el pedregoso camino de la censura.
Las palabras de Roy están dirigidas a Rick Deckard (Harrison Ford), el policía encargado de “retirarlo” y que fracasa en su propósito pues es Roy quien está a punto de “retirarlo a él”, aunque al final le salva la vida, en una escena que revierte un poco nuestra idea de quiénes son "los buenos" y quiénes "los malos" en la película.
En la versión de 1992, Deckard trata de responder a esta pregunta diciendo: "No sé por qué me salvó la vida. Quizá en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca, no sólo su vida, la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda? Todo lo que yo podía hacer era sentarme allí y verle morir".
La primera vez que vi la película, esa frase del replicante Roy me quedó grabada en la memoria, y pensé que seguramente correspondía a uno de los momentos líricos de la novela de ciencia ficción ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, en la que se basa el filme, pero después, buceando por ese océano que es Google, me entero de que la frase es ocurrencia del actor Rutger Hauer, pura improvisación afortunada en el momento del rodaje de la escena.
“Excelente película, ¿verdad?”, les digo a Carlos e Isabel cuando empiezan a aparecer los créditos en la pantalla, y Carlos, que estudia cine en Barcelona, me responde: “Eso no se dice, parce, no joda, esa es una obra maestra”, y entonces reímos los tres y tomamos un poquito más de nuestras copas y brindamos tácitamente por Blade Runner cuando Isabel dice: “Que estos momentos no se pierdan en el tiempo como el vino en la boca”, y seguimos riendo, no sé si ebrios por el vino o por lo que una película como esa le deja a uno en el pecho.
Me gustaría ver también la primera versión de Blade Runner, enterarme de si había en ella algunas escenas que no han vuelto a utilizarse en las versiones posteriores, momentos que quizá se hayan perdido en estos veintisiete años como si fueren lágrimas en la lluvia, pero supongo que es difícil conseguirla. De todas maneras, ya tengo este “Montaje Final” y puedo sentarme en casa, frente a la pantalla del televisor, cada vez que quiera ver a Roy después de decir frente a Deckard que ha llegado su hora de morir.

martes, 17 de febrero de 2009

El resplandor del deseo

El poeta triniteco Rigoberto Paredes. Fuente: laberintodeltorogoz.blogspot.com
Está por aparecer Lengua adversa, el último libro de poesía de Rigoberto Paredes, del que conocemos algunos poemas publicados en la ya extinta sección literaria "Orbis" de El Heraldo. El prólogo del libro fue escrito por un viejo conocido nuestro hace más de un año, cuando aún vivía en Quito. Ahora vive en Bogotá y desde allá nos envía la primicia.
Hernán Antonio Bermúdez
“Darío te daría unas profanas prosas y Neruda esa cursi canción desesperada”.

(de “Lapsus”)

“Muerdo por vos, el polvo,/trago mi lengua adversa,/rumio estas cenizas./ Marcho a mi soledad,/madre del yermo,/ me voy, me voy/a idear, como Thor, otras batallas”.

(de “Letanía del que volverá”)

Con renovada confianza en sí mismo, propia de un poeta en plena forma, Rigoberto Paredes publica hoy Lengua adversa. En sus últimos dos poemarios, La estación perdida (2001) y Obra y gracia (2005), había pasado (para decirlo de manera simplificada) de la melancolía a la euforia. Pero ahora ha encontrado el equilibrio justo: estoico en la adversidad, y epicúreo cuando no, Paredes entrega a los lectores una nueva colección de poemas tersos, traslúcidos, cristalinos.
En Lengua adversa el título actúa como espuela: controla la atmósfera del conjunto y afecta el significado y contexto de varios de los poemas incluidos:
“Lengua adversa será, vilipendiada,/ viperina, procaz y tabernaria”.
La lengua se vuelve un leitmotiv y, así, aparece como “Tacos de lengua” (una serie) y como “Lengua franca” (título de un poema); las “adversas lenguas” de “la lotería literaria” en “Cuentas claras”; “esa lengua /despreciable, malnacida”, referida al castellano en “Otro discurso para nunca ingresar a la academia”[1], “lenguas académicas y fijamente puras”, (…) “Lengua adversa/ y ladina y plebeya y mordicante”/(…) “mundana y desbocada”/(…) “miembra de número/ de la Academia Triniteca de la Lengua”, en referencia a Trinidad, Santa Bárbara, pueblo natal del poeta, como se sabe. Para no mencionar la “lengua griega” de Safo, y otras alusiones lingüísticas en “Letanía del que no volverá” y en “Post” (“Perversa, aviesa lengua”), que culminan en esas rotundas líneas: “mi lengua, por adversa,/plato del día sea/ en Paradiso”.2
En medio de una poesía de cadencia fluida, hay una búsqueda constante, laboriosa, de la palabra precisa, de la imagen exacta. Prolija tarea en la que el poeta sabe hacer acopio de maestría técnica sobre las herramientas de su oficio.
De ahí que a pesar de su intensidad, la poesía de Paredes resulte relajada y fluya, a veces, con las inflexiones del habla natural, acompasada al ritmo de la conversación.
Su uso imaginativo de las palabras viene imbuido de un hálito erótico cuyo efecto es fecundo y liberador. Pues sin el deseo la imaginación se atrofia. En tal sentido, en Lengua adversa se respira un clima de licencia, goce y energía libidinal. Mejor dicho, lujuria de buena ley, sobre todo en algunos poemas de “Tacos de lengua” y en la sección intitulada “Catulinarias”. Allí el narrador es un maestro en el campo de la seducción, mujeriego incansable, modelo de inconstancia, infiel pretendiente que no busca sino hincar el diente. Emparentado, sin duda, con “el solitario” de La estación perdida, otro “salteador de alcobas”, sensualista, de irrefrenables apetitos carnales.
Eliot (para mencionar a uno de los poetas predilectos del autor: ver la lista de su panteón en “De vates con lisonja (im)propia”) una vez definió el humor como el arma con la cual la inteligencia se defiende a sí misma.
Tal es el caso en Lengua adversa, pues aquí prolifera el divertimento y el juego maestro con las palabras, el sarcasmo elegantemente venenoso, el ingenio cáustico, la descarnada mordacidad. Es más, el humor está allí para quienes lo puedan apreciar y de manera tal que no ofenda a quienes no lo capten.
Una vez más, la poesía depende de la concentración: el poeta retoma el lenguaje común y lo moldea para que calce a la medida de su sensibilidad. Digámoslo de nuevo, los versos de Paredes son virtuosos: cada línea está elaborada, pulida y puesta en su sitio con cuidado microscópico.
Y todo ello “in articulo amoris”, tras los favores de Eros, en el bazar sexual, desde “esta cama de viejo cazador”, “nido de diosas”, sabedor de que toda pasión se convierte, eventualmente, en cenizas, pero dispuesto siempre a volver a amar si las ninfas y los dioses del placer así lo disponen (ver “Petición de parte”).
En efecto, en Lengua adversa se está de continuo ante la inminencia del escarceo erótico, al calor de la intoxicante expectativa del juego sexual. Al fin y al cabo el buen sexo -según se dice- enriquece la sensibilidad estética (y viceversa, se presume). Pues, como afirma el húngaro Sándor Márai, “La vida no es simplemente una cuestión de reglas, prohibiciones y cadenas, sino de pasiones”, de saberse y sentirse vivo. De ahí el resplandor del deseo, producto de una vena libertina y libertaria, no exenta de cierto regusto cínico.
Ciertamente para Paredes el mundo es un lugar de interrogantes e interrogaciones, apto para el cuestionamiento y la ironía. Fiel al aserto de Aldo Busi de que el artista debe desembarazarse de los clichés de la sociedad salvo para estigmatizarlos y burlarse de ellos (ver “Letra para un himno” y “Acusaciones”).
Con todo, a mí me gusta el tono íntimo del poema “Martes trece”, donde el autor hace un recuento de los hitos memorables de su vida (“Un día como hoy murió mi padre(…)/ Un día como hoy rondaba yo los veinte,/ y publiqué mi libro, primero, de poemas,/ del cual yo mismo, ni nadie/ tiene que acordarse./ A los cuarenta, ese día,/ me casé con la única muchacha de ver/ de La Plazuela./ ¡Ese día, ese día no toqué madera!”. O bien el repaso reposado de sus obras en “Autocrítica”. De nada cabe arrepentirse. El único remordimiento válido parecería ser el de los amores esquivos o inconclusos, el de las “asignaturas pendientes”, o, como diría Joaquín Sabina, “de lo que pudo haber sido, y que nunca será”.
Habría que anotar finalmente la manera en que el poeta transfiere expresiones de su contexto habitual a otro en el que aparecen fuera de lugar y, por tanto, cobran un tinte fresco y original: “Y yo te digo, amor,/ sin pelos en la lengua,/hagamos ese amor que más nos gusta”.
Dislocaciones semánticas aparte, Rigoberto Paredes evita como la peste la auto-conmiseración, fuente común de humanos sinsabores, pero no por ello se pavonea de sus triunfos verbales (consciente del grado en que ha sabido consolidar su reputación literaria): “Dolor cuesta decirlo: fuí vencido./ En mala lid perdí/ ese reino de poesía y gloria/ que algún pequeño dios/ me hubo deparado./ (…) De mí queden, no más/ estas palabras con música del mar/de Samotracia, la encantada”.
Ya lo dijo, mejor que nadie, S. Márai: “El poder de la escritura es mayor que el del tiempo. Lo que hacemos, lo que deseamos, lo que amamos, lo que decimos, todo se acaba. Las mujeres pasan, los amoríos terminan. El polvo del tiempo se asienta sobre todo lo que hemos hecho, sobre todo lo que nos atrajo alguna vez. Pero las palabras permanecen”. Por eso, el poeta en “Tercera edad” (“Mañana cumpliré cien años. /O los cumplí hoy mismo, o ayer, sin darme cuenta”), afirma, fiel sólo consigo mismo:
“Que despreciable edad!, gruñía Quevedo, (…)
Despreciada o mal tenida a menos;
pero edad de dioses, como yo,
que amaron y vencieron, pese a todas”.
Quito, 3 de diciembre de 2007
Notas:
[1] Ya había habido un primer “Discurso para nunca ingresar a la academia” en Las cosas por su nombre (1978).

2 Para una curiosa correspondencia con otro tipo de alusiones a “las lenguas” (aunque de cariz del todo diferente) en la narrativa hondureña, ver Figuras de agradable demencia (1985) y Traficante de ángeles (1997) de Roberto Castillo.

Boring Home en una calle habanera

Portada de Boring Home, el libro de Orlando Luis Pardo Lazo. Fuente: Penúltimos Días.
En los días de Reinaldo Arenas cosas como ésta eran imposibles. Lo hubieran metido al mamo desde el primer amago. Ahora las cosas han cambiado un poco, un poquito, casi nada, pero algo es algo. Ahora es posible que un escritor cubano crítico con Castro y la dictadura (en este caso se trata de Orlando Luis Pardo Lazo) presente una obra suya en la calle sin que la policía se anime a entrarle a garrotazos. La nota es de El País y pueden leerla completa aquí.
Aunque en los últimos días el ambiente y las amenazas parecían indicar lo contrario, esta tarde a las 15, hora local de Cuba, tuvo lugar la presentación de la obra de un autor no aceptado por los medios oficiales cubanos. Al no ser admitido en la feria que se celebra en La Habana hasta el próximo día 22 de febrero decidieron hacer una presentación en la calle. El acto comenzó a organizarse en el blog de Yoani Sánchez, Generación Y, y después fue replicado por el resto de bloggers cubanos y los interesados por la cultura.
Durante el fin de semana la presión contra el autor, con llamadas amenazantes a su casa y envío masivo de correos electrónicos, fue creciendo. También el cerco de vigilancia en el edificio donde habita Yoani Sánchez se multiplicó.
En los primeros momentos no había más de quince asistentes, mucha vigilancia y los enviados de NBC y CNN como testigos mediáticos del hecho. Al final hubo casi cincuenta simpatizantes. Yoani Sánchez, con evidente júbilo, relataba algunos detalles del encuentro: "Es importante porque han venido jóvenes autores que han sido muy valientes. Hasta el momento no había tenido problemas para publicar por los canales oficiales y esperamos que de ahora en adelante tampoco. Estamos muy sorprendidos, aunque la prensa internacional nos da alguna protección, no nos han impedido nada. Sólo nos han intimidado grabando todo el acto las autoridades, así nos hacían saber que tienen nuestras caras".

lunes, 16 de febrero de 2009

Poeta hundido en paisaje aniquilado

HCMoya. Fuente: www.kcrw.com
Ignacio Bajter nos envía esta entrevista realizada a Horacio Castellanos Moya para el diario uruguayo Brecha. La entrevista es parte de un trabajo más extenso que incluye un repaso completo de la vida y obra del escritor a través del ojo minucioso y los excelentes comentarios del autor del texto (se los puedo enviar en pdf por e-mail), lo que demuestra que hizo muy bien su tarea de investigación. El reciente paso de HCMoya por Argentina, junto a otros escritores de su generación, hizo que la prensa sudamericana observara con mayor atención su obra. Este trabajo de IBajter viene a confirmarlo. Bien por Horacio. Bien por los lectores del Sur.
Salvadoreño y hondureño, algo mexicano y algo apátrida, exiliado ágil y perseguido, Horacio Castellanos Moya ha creado un mundo violento que está en todas partes y sólo en sus ficciones. Con varios libros publicados, conocidos fuera de Centroamérica desde hace pocos años, es, por su talentosa prosa, un autor fundamental de la narrativa latinoamericana. La política de (mala) sangre, el terror, la miseria corrupta y la cultura hecha de simulacros forman el paisaje de sus historias, protagonizadas por incómodos seres de perfil bajo, siempre derrotados o al borde de la más solitaria ruina. En ciudades convulsas y fascinadas por el crimen, sus personajes urbanos y civiles conocen la desesperación, el pánico, el rencor, el odio y la razonable locura. La rebeldía y el humor de sus páginas vienen del diálogo con Roque Dalton, que le enseñó a huir a tiempo para ser un escritor antes que un mártir.
¿De qué modo encuentra o “escucha” esa voz narrativa que fraguando una historia de pronto lo obliga a escribir?
Es una intuición, un chispazo. Pero debe pasar la prueba de los primeros quince o veinte folios, que por lo general escribo de un tirón, encendido por el hallazgo. Pero a veces puede ser sólo un fogonazo, y hasta ahí llego y ese papel ya no sirve para nada.
¿Qué encuentra en la literatura rioplatense? ¿Aún sigue a Andrés Rivera, que en su último libro se despidió de los lectores?
Aún no he leído el último libro de Andrés Rivera. Hace poco vi un video en el que lo entrevistaban: me llamó la atención el manojo de llaves que colgaba de su cintura. Por otra parte, la literatura rioplatense es una literatura rica, que yo siempre he disfrutado. Creo que el hecho de que esa zona haya sido formada por diversas corrientes migratorias (cada una poseedora de una lengua y una tradición) no es ajeno a que se haya abierto a tantas vertientes, a su variedad y riqueza.
Pero considera que Cortázar ha envejecido…
Es que esta generación no muestra el mismo entusiasmo hacia su obra. Pero no sabemos si la próxima lo retomará con otro entusiasmo. Es inútil tratar de pronosticar la trascendencia de un escritor contemporáneo, su inserción en el tiempo.
¿Y qué lugar ocupa la novela Respiración artificial, de Ricardo Piglia?
Leí esa novela hace veinte años y me deslumbró. Ahora la he releído un par de veces porque la escogí para enseñarla a jóvenes estadounidenses que quieren ser escritores, y me sigue pareciendo una obra extraordinaria. En esa novela, Piglia es el primer escritor en lengua castellana explícitamente influenciado por la prosa de Thomas Bernhard. ¿Un pionero, no?
Sus narradores, aunque pierdan ocasionalmente la paciencia, sean víctimas del pánico, la paranoia o las compulsiones y los colapsos físicos, no alteran la compostura de la voz. ¿Cómo trabaja la depuración de sus textos hasta alcanzar la tonalidad de la prosa?
Como le dije antes, la tonalidad de la prosa, su música, me llega de golpe o no me llega. Ahora bien, una vez que comienzo a navegar sobre esa música trato de ceñirme lo más posible a ella, trato de abandonar mi personalidad o ego, como quiera llamarle, para disolverme en la voz que narra, ser ella y nada más ella. La corrección del texto casi siempre consiste en quitar aquello que es yo y no la voz narrativa.
Se le ocurrió escribir El asco en México, el 31 de diciembre de 1995, a las seis y media de la tarde, una hora verdaderamente depresiva, luego de pasar unos meses en la ruina. ¿Siempre ha sido una circunstancia de fracaso la que lo ha llevado a tramar su literatura?
Muchas veces, sí. El fracaso es nutritivo para la literatura, el fracaso como la imposibilidad del hombre de controlar sus pasiones y sus circunstancias, y más bien ser víctima de ellas.
Para ejecutar la crítica acerba, el pensamiento que hila el drama del monólogo de Vega, decidió nombrar a El Salvador como el país de cuya noción de patria se sirve la demolición. ¿Cuál es el sentido y el riesgo de nombrar el objeto de una sátira política contemporánea?
El sentido de nombrar el objeto de una sátira es darle carne a esa sátira; el riesgo, por supuesto, es que genera la reacción de esa carne, que resiente la herida, la hendidura. Y las reacciones a veces pueden ser violentas.
Así como buscó imitar deliberadamente el estilo de Bernhard, ¿con su diatriba intentó parodiar el odio apátrida? ¿Está de acuerdo con María Sonia Cristoff, que habla del “amor implícito” en El asco?
Eso me dijo un amigo mexicano, que El asco le parecía una declaración de amor no correspondido. Me gusta una frase del Balthazar de Lawrence Durrel que utiliza Roque Dalton como epígrafe en su novela Pobrecito poeta que era yo: “Es deber de todo patriota odiar creativamente a su país”. Aunque yo no sea un patriota.
Vive usted bajo condición declarada de escritor errante, huidizo, ¿no necesitaba justificar con un monólogo su vida de exiliado?
Puede ser. Los hombres siempre buscamos justificarnos de las maneras más inesperadas y siempre negamos que nos estemos justificando. ¿Lo ve?
¿Qué consiguió además de un buen número de enemigos, de una persecución de insensatos?
No he conseguido nada más que la enemistad de la elite salvadoreña, en especial de los encargados de promover el turismo. Y la simpatía, por supuesto, de los insensatos compañeros de ruta. El libro ha sido traducido al francés, pero los editores en alemán e inglés le rehuyeron por su incorrección política.
¿Cómo vivió su experiencia en programas de refugio, como el que lo llevó a Fráncfort y acabó en la novela Desmoronamiento?
He vivido esa experiencia con la idea de que tales oportunidades no se presentan muchas veces en la vida y que por lo mismo hay que aprovecharlas al máximo. Me he dedicado a escribir, a avanzar en los proyectos que tenía y a pensar en nuevos.
Sus personajes, en medio de la violencia pura, parecen narrar, antes que para reconstruir la historia, para desactivar la conspiración. ¿Es la ausencia de historia social y la evidente conspiración las que llevan a su literatura a esa lógica casi policial?
No me parece que haya una ausencia de historia social, lo que sucede es que la historia social es el paisaje de fondo que apenas se percibe; la conspiración es la que genera la fricción narrativa y por tanto la que conduce la trama. Y si hablamos de conspiración, pues lo policial (el misterio, la acción, lo encubierto) encaja de manera natural.
Aunque me ha dicho que no es bueno en futurología, ¿qué podrá suceder con su familia de personajes, víctimas y victimarios que demuestran que el mundo es un pañuelo?
No sé. A veces tengo la ilusión de que escribiré una novela donde todos esos personajes tendrán un lugar, una especie de bacanal en que la que cada uno jugará un papel muy distinto al acostumbrado, forzado por las circunstancias. Pero es sólo una ilusión. Yo escribo poco a poco, sin grandes planes, para no sufrir grandes desilusiones.

domingo, 15 de febrero de 2009

Apollinaire por Vila-Matas

"Apollinaire herido mortalmente y víctima de la española". Fuente: http://www.arthistoryclub.com
Buscando posiblemente entre los recovecos de su ficción, Vila-Matas se topó con Apollinaire, entonces pensó en el Agua de Louvre, y vean lo que salió:
Se ha vuelto tan surrealista el mundo que pocos ya recuerdan quién inventó el adjetivo surrealista. Y seguramente, además, ni importa. Tampoco sabemos quién inventó la crisis y aún menos la palabra crisis, y tampoco pasa nada. ¿De qué nos serviría saberlo? Hasta les debe de parecer a algunos más que surrealista saber quién inventó el término surrealismo. Pues bien, fue Guillaume Apollinaire.
Pensé en la cuestión del invento de esa palabra hace unas semanas cuando me encontraba en París buscando -no negaré que con ansiedad exagerada- la fachada oculta de una casa de doble fachada en la rue de Saint-Guillaume. De pronto, a 50 metros de esa calle, di con una placa que nada tenía que ver con lo que buscaba: una placa en el 208 del boulevard de Saint-Germain que decía que en aquella casa había vivido y muerto el poeta Apollinaire.
Si había muerto allí, yo estaba debajo de la mítica buhardilla donde el poeta escondía todas las estatuillas y abalorios que robaba impunemente a diario en el entonces algo descuidado museo del Louvre. Aunque todo sea dicho: tanto iba el cántaro a la fuente que acabó siendo acusado injustamente del robo de La Gioconda y pasó 10 días en la cárcel, donde escribió uno de sus poemas más conmovedores, A la prisión de la Santé.
Así que buscando una fachada emboscada, fui de un Saint-Guillaume a un Guillaume a secas. Y acabé dando con una buhardilla que creía conocer de memoria, de tantas historias que en ella me había imaginado. Miré desde abajo ese lugar de mi imaginación. ¿Sabría el que viviera ahí ahora que la primera vez que alguien escribió la palabra surrealismo se escribió allí?
En 1917, Apollinaire se disponía a estrenar Las tetas de Tiresias y, no sabiendo cómo adjetivar aquella obra de teatro, la calificó en el programa de mano de drama surrealista: "Cuando el hombre quiso imitar el andar, creó la rueda, que no se parece en nada a una pierna. Así hizo surrealismo sin saberlo". Siete años después, en 1924, André Breton -descubridor de tantas fachadas ocultas- recuperaría el vocablo y lo difundiría por el mundo y se atribuiría más méritos de los que tenía.
Aunque sé que Apollinaire fue un gran poeta, no tengo la costumbre de leerle demasiado, pero la semana pasada descubrí que acababa de publicarse entre nosotros -valiosa traducción de Marta Pino- sus fascinantes Cartas a Lou, poemas de amor a la novia a la que escribía desde la guerra: poemas de gran carga erótica mezclada con ciertos experimentos que le llevan de un clasicismo inicial, casi cursi, hasta el vanguardismo final de versos sin rima ni esquemas rígidos: una trayectoria que va del amor cortés a una erótica final, influenciada por el Marqués de Sade. Un escándalo en el contexto de su época, donde el gran escándalo tendría que haber sido otro; tendría que haber sido la guerra, la primera gran guerra del 14, la misma a la que se apuntó con entusiasmo Apollinaire y que le costó la vida. Regresó del frente herido y nunca he podido olvidar un grabado de la época en el que se ve a Apollinaire con la cabeza vendada, en su buhardilla, rodeado de una multitud de objetos (que siempre imaginé robados), poco antes de morir. El pie del grabado decía: "Apollinaire herido mortalmente y víctima de la española". Murió el mismo día que se firmó la paz y que el pueblo de París se echó a la calle para celebrarlo. Y murió de española -de the Spanish lady, nombre que dieron en 1918 a la epidemia de gripe que asoló Occidente-, que es también una forma muy surrealista de morirse.

Alan Pauls, el azar y la enfermedad

El escritor argentino Alan Pauls fotografiado por Claudia Rubio/EL TIEMPO. Fuente: www.vive.in//libros
Hernán, nuestro corresponsal en Colombia, me envía una entrevista hecha por Claudia Rubio a Alan Pauls durante el recién finalizado festival Hay de Cartagena. De esa entrevista les dejo, como pildorita informativa, la introducción y dos respuestas del novelista argentino que hablan del azar y de la enfermedad en su literatura.
Durante un tiempo corrió el rumor de que no existía. Que su nombre era una invención de otros escritores, entre ellos el español Enrique Vila Matas -que lo incluyó en uno de sus libros- y el chileno Roberto Bolaño -que solía referirse a él como "uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos"-. Pero Alan Pauls no es una invención. Nació en Buenos Aires en 1959 y es autor de una de las obras más interesantes de las letras actuales argentinas. Después de ganar el Premio Herralde de Novela con El Pasado, en el 2003, Pauls se volvió de carne y hueso, seguramente contra su deseo de continuar invisible.
¿Qué tanto pesa el azar?
Ningún libro responde al plan inicial, y está bien que sea así. La ficción gana cuando el azar respira en ella. De lo contrario no sería escribir, sino ejecutar. El juego de fuerzas entre el control y el margen de azar es muy rico. Escribir es pasar de un hito a otro hito, y muchas veces lo más importante sucede en el medio, entre uno y otro.
Hay un tema frecuente en sus textos: la enfermedad. ¿Por qué?
Me interesa porque es un estado de transformación; del cuerpo, del alma, de la mente. Y escribir es dar cuenta de que algo cambia. La enfermedad no es sólo un estado deficitario, lo negativo, lo malo. Es una alteración de la percepción que te permite ver las cosas de otro modo. Es como la droga legal que todos tenemos a nuestro alcance.

viernes, 13 de febrero de 2009

Beautiful woman writer

La ex modelo Tara Moss posando con su novela Fetish. Fuente: EFE/Toni Albir.
¿Podremos tener entre nosotros alguna vez una escritora de este calibre? Y con lo de "calibre" no me refiero precisamente a la calidad. Se llama Tara Moss, fue modelo y ahora escribe novela negra (por favor, señor "lector", no confundir con novela garífuna):
Para sus novelas, dice, "es imprescindible pasar mucho tiempo en cárceles, patrullando las calles, o en depósitos de cadáveres, en definitiva, con todo aquello relacionado con la industria de la muerte", porque quiere que sus narraciones sean "auténticas".
En H, a nuestra beautiful woman writer le bastaría unas cuantas incursiones por algunos barrios de San Pedro Sula o de Tegucigalpa y la diaria lectura de los periodicuchos nacionales, pero, por supuesto, no le recomendaríamos eso. En cambio, le sugeriríamos que no se cansara escribiendo y que la apreciaríamos aún más con el simple oficio de musa.
Respecto a si se siente cuestionada por el hecho de haber entrado en el mundo de la escritura después de ser modelo de las grandes pasarelas de Nueva York, Londres o Milán, Tara Moss sonríe y recuerda:
"Soy la única escritora que ha probado científicamente que escribo mis libros". En este sentido, ha comentado que en el año 2002 y ante el hecho de que se la cuestionara continuamente, decidió someterse a un polígrafo, por iniciativa de un periódico australiano, demostrando que era ella quien se sentaba ante el ordenador y creaba sus historias.
Dan ganas de leerla, ¿no creen?

Conclusión: Una entrevista inédita entrañable huraño

por Gustavo Campos

En julio de 1998, unos cuatro meses antes de que Roberto Bolaño recibiese el Premio Herralde de novela con Los detectives salvajes y antes, por lo tanto, de lo que sería el inicio del reconocimiento mayoritario y unitario del escritor chileno, dos estudiantes de periodismo en prácticas en la revista Quimera le habían solicitado una entrevista al autor; no porque fuesen unas visionarias y supieran lo que se avecinaba, sino porque estaban elaborando un dossier para la citada revista basado en una encuesta que habrían de contestar escritores latinoamericanos que entonces residían en España.”

Bolaño Salvaje, 2008

He aquí una de las preguntas elaboradas por ambas estudiantes, Sònia Hernández y Marta Puig, a Roberto Bolaño:

¿Cómo valora la narrativa española más reciente?

La narrativa es espléndida. La poesía es como para cogerlos a todos y tirarlos por un barco a alta mar.

Criterio similar al de Bolaño le he confiado desde hace algunos años a amigos y amantes de la literatura. Y más de alguno ha desacreditado mi opinión. Sin embargo, para mi tranquilidad como creador, es reconfortante saber que un autor de mi gusto opinó lo mismo sobre los poetas españoles hace poco más de una década. Tal juicio habría que extenderlo a hispanoamérica.

Y esta preocupación que a veces me entristece o irrita se ha convertido en tema de algunos de mis escritos.

Asimismo, he procurado siempre recordar algo que dijo Pound respecto a confiar en juicios de creadores que hayan elaborado una obra maestra. Y, sobre todo, confiar en mis criterios nacidos probablemente de dos fuentes, la lectura y la intuición u olfato de buen lector, y hablar sólo cuando sea necesario hacerlo. Y crear sólo cuando sea necesario.

Al respecto recomiendo releer con atención el siguiente fragmento de A. Pizarnik que cumple la función de Ars poética:

Pero no hables de los jardines, no hables de la luna no hables de la rosa, no hables del mar. Habla de lo que sabes. Habla de lo que vibra en tu médula y hace luces y sombras en tu mirada, habla del dolor incesante de tus huesos, habla del vértigo, habla de tu respiración, de tu desolación, de tu traición. Es tan oscuro, tan en silencio el proceso a que me obligo. Oh

habla del silencio.

(nota: la Pintura pertenece a Henri Michaux)

jueves, 12 de febrero de 2009

"Los músicos de hoy reciclan hasta el cansancio"

Hunty Gabbe y su guitarra. Foto: Ricardo Tomé.
Por Ricardo Tomé
Hunty Gabbe es un músico apasionado, comprometido con lo que cree y sensible a la realidad, y asegura que la música "es perfecta y además infinita”. Es difícil no acabar contagiado de ese entusiasmo que emana de todo lo que dice, y de lo que recuerda o de lo que sueña cuando lo dice. Le pregunté algunas cosas con la idea de publicar sus respuestas en este blog y me habló de sus días pasados, de sus proyectos actuales, de su canon particular de músicos hondureños, de las bandas de músicos jóvenes y su apuesta poco arriesgada y de lo que él considera que le hace falta a la música en Honduras:
¿Cuánto tiempo como músico profesional?
Pues si ser profesional es ganar dinero por hacer música, entonces llevo 23 años de serlo, aunque empecé a tocar en público con grupos musicales hace más de 28 años.
¿Cómo empezaste?
Mis inicios fueron intentos de emular lo que se hacia en Europa por esos años a finales de los 70’s, eran los días del punk y yo estaba muy metido en la música de The Clash, The Sex Pistols y algunas otras bandas que terminaron sonando “new wave” como The Cure, Police, XTC y Squeeze. La guitarra fue mi vehículo de expresión ya que nunca pude realizar mi sueño de ser pianista. Fundamos una banda de colegio en el Instituto La Salle con Marcelo Alvarado, Allan Santos y Gustavo Flores y nos bautizamos Khaos. La consigna era componer y tocar nuestras propias canciones y logramos grabar unos demos de tres o cuatro temas (ingenuamente cantados en inglés) en el equipo de sonido de Marcelo. Sonaba rarísimo aquello, pero se esparcieron de mano en mano, de casete en casete, y allí comenzó una historia. Estuve en Khaos hasta Marzo del 83 y posteriormente me integré al grupo Storm como bajista. Allí toqué junto a los mejores músicos que he conocido, el guitarrista era José Roberto “Chobeto” Moreira, un tipo virtuoso como pocos, el más impresionante que he visto. Fue un año de mucho aprendizaje para mí, compartiendo con músicos como Adán Rodríguez, Edgardo López Paredes, Julio Lobo, Michael Paz, Carlos Barahona y otros mas, eran muy buenos. En octubre conocí a Oscar Rossignoli y a Denis Delgado, ellos eran bajo y batería de Phobia, una banda rockera de la Fesitranh y decidimos armar un trío de new wave, así nació El Pop.
28 años de carrera ¿Cómo te mantenés?
Me siento feliz haciendo mi trabajo, para mí el mejor lugar del mundo es un estudio de grabación, un cuarto de ensayo o un escenario. Me apasiona profundamente lo que hago, la música es un campo fascinante y la satisfacción que me brinda el realizar mi labor de la mejor manera posible es inapreciable para mí, ¡llena mi vida!
¿Has vivido "en la carretera, aparcado en un blues"?
Por supuesto, lo hice durante muchos años. Quemé esas etapas con El Pop, con Maíz, con Oneyda de América, con Guillermo Anderson y Colectivartes. El Pop fue la primera banda de rock sampedrana que organizó giras extensas al interior del país, tuvimos mucha aceptación en el sector de occidente y el litoral atlántico. Ya en 1990 comenzamos a salir del país, primero a los países vecinos y posteriormente a México. También hice varias giras largas con Guillermo Anderson, fue un periodo de tres años y medio muy movidos. Al principio es muy excitante viajar, conocer otras culturas y personas, compartir con otros artistas. Pero ese entusiasmo inicial se va diluyendo con el tiempo.
¿Has trabajado con músicos de alto nivel de otros países?
He realizado algunos trabajos en el extranjero con músicos de Sergio Arau (Botellita de Jerez, Los Mismísimos Ángeles), grabamos un disco larga duración de pop-rock en el estudio Track One en Naucalpan, Edo. de México para un cantante de New York llamado Mario Franco, así como colaboraciones con un productor irlandés John Nagle, quien conoció mi trabajo a través de internet y me contactó para realizar algunas coproducciones. Algunos artistas hip hop de New York (Loquiximo, DJ Trinity) me han propuesto cosas, pero no he aceptado.
¿En qué trabajás actualmente?
Estoy comenzando un nuevo proyecto con mi buena amiga Nidia Bonilla, quien tuvo la iniciativa de proponerme la idea de un dúo. Me gustó porque es algo que nunca hice antes, lo llamamos "Halo" y estamos tratando de encontrar un balance entre lo acústico y lo electrónico para que nos sirva de soporte a nuestras voces, las que a mi gusto se amalgaman muy bien como resultado de la afinidad musical y expresiva que tenemos. Preparo material musical para realizar un álbum que empezaríamos a grabar tentativamente a mediados de este año 2009 y con la asistencia del productor Alfonso Flores.
Dicen que sos muy disciplinado, perfeccionista...
¡Bueno! ¡Si dicen eso, qué bueno! Para mí eso es un cumplido. Yo creo que la música es perfecta y además infinita. Pero nosotros no somos perfectos, sólo somos humanos. Entonces hay que trabajar muy duro para lograr acercarnos un poco en nuestros trabajos a la perfección que la música nos exige. Tenemos que aprender a escuchar. Yo sé que se me critica mucho en el ámbito musical de acá, pero yo jamás le exigí a mis músicos más de lo que me exijo a mí mismo.
Normalmente plasmamos en lo que hacemos situaciones personales; sin embargo en Encuentros, tu último disco, se percibe algo diferente a lo anterior: sensibilidad al dolor de los demás...
Bueno, es que yo nunca hice canciones tan personales. Si vos te documentás con los temas que hice en mis proyectos anteriores, lo captás de inmediato. Con El Pop había mucho de crítica a través del sarcasmo y la sátira retratando una sociedad enajenada por tanto materialismo mercantilista, por tanta corrupción. Probablemente sea Luna Hiena la única composición personal de este periodo. Encuentros es un álbum conceptual que nace de un trauma, la muerte de Mauricio Emerson Barahona, uno de mis mejores amigos y quien fuera además compañero de banda en El Pop durante más de 10 años. Él murió de sida en 1995 y yo pude ver de cerca todo el drama que se gesta alrededor de la tragedia personal del enfermo, el sufrimiento de la familia y de los amigos. El impacto fue grande para mí y me motivó a realizar un trabajo sobre la problemática del VIH en Honduras, que es más bien un asunto de falta de información, de educación. Comencé un proceso de investigación y documentación sobre el tema, que aún no termina (trato de mantenerme lo más informado posible) y de allí fueron surgiendo los temas que conforman el CD. En estos últimos años sí he volcado mis composiciones a temas muy personales y eso será evidente en el próximo disco.
Siempre con el último disco... ¿por qué letras “pesadas”, temas de los que nadie quiere hablar?
¡Pero yo sí quiero tocar esos temas! Considero de vital importancia abordarlos y hay que hacerlo con mucha responsabilidad, con total honestidad y cuidando la claridad de los conceptos a verter. Hay mucha gente que te toma tan en serio como artista, que te toman como un referente en su vida; debemos ser muy cuidadosos con lo que se escribe. Hay un mar de gente en Honduras, especialmente jóvenes, que caminan a ciegas en muchos aspectos y todo por ausencia de una eficaz comunicación con sus padres, familiares o mentores, hay varios estudios sobre el tema que avalan lo que digo. Yo creo que la música es un poderoso medio de comunicación y es allí donde yo quiero aportar mi granito de arena para ayudar a desarrollar criterios y brindar información.
¿Esperás alguna reacción con tu música?
Totalmente. Mi objetivo fundamental es sensibilizar a la gente, transmitirles esas emociones que a veces son tan intensas que te cambian la vida, te convierten en un nuevo ser humano. Quiero enseñarle a la gente a derribar esas corazas de insensibilidad que impone la sociedad moderna, a derretir el miedo, a demostrar compasión y solidaridad.
Luna Hiena. Todavía te la piden como si la hubieras hecho ayer…
Como dice Nidia, en los recitales que damos, se ha convertido en un clásico. Siempre me llamó la atención que gustara tanto, pues es un tema oscuro. La verdad es que la gente no entiende de qué se trata, la confunden con un tema romántico cuando en realidad se trata de la angustia de vivir en soledad aunque siempre estés rodeado de gente.
¿Cómo ves a los músicos de Honduras, especialmente a los jóvenes?
Es un panorama contradictorio porque veo mucho entusiasmo por integrar bandas y tocar en los restaurantes, pero no veo ningún entusiasmo por elaborar propuestas artísticas. Parece que los músicos de esta generación le apuestan más al comercio que al arte, reciclando hasta el cansancio el sonido de sus bandas internacionales favoritas. Hay algunas excepciones, pero en términos generales la producción de música de calidad está restringida al mismo círculo de artistas que lo han estado haciendo durante los últimos 15 años; según mi gusto: Yeco, Diego Navas, Pez Luna, Ánima, Karla Lara y José Luis Suazo.
Muchos grupos y escasa calidad. ¿Qué falta?
Faltan tantas cosas que no sé por dónde empezar. En la producción musical creo que urge honestidad; es imperativo que los músicos creativos que tenemos dejen de imitar a sus ídolos de MTV o de VH1 y que empiecen a trabajar con su propia realidad, con sus problemas y sus sueños, a plasmarlos en su música. Es la única forma de alcanzar frescura, a través de la espontaneidad. Ese es un rasgo que me gusta mucho de Polache, él tiene eso. Por otro lado necesitamos estudiar, levantar el nivel musical tanto en lo técnico como en lo teórico, nos falta la preparación académica. Creo que falta mucha lectura también; el músico que compone debe ser una persona culta, informada, si no, terminás escribiendo burradas. Por otro lado, hay una ausencia total de la infraestructura logística necesaria para que la música nacional despegue como industria; necesitamos promotores, contratistas, productores, personal técnico tanto para presentaciones en directo como para producciones discográficas, periodismo especializado, en fin, toda una parafernalia que es inexistente en nuestro país. En este aspecto naciones como Costa Rica y Guatemala nos llevan décadas de ventaja.

Tres alegres Herraldes

De izquierda a derecha, Tryno Maldonado, Carlos Busqued y José Morella- ANAGRAMA
Los otros tres finalistas de la última edición del premio Herralde de novela hablan de un montón de cosas hoy en una entrevista de El País. Desde los best-sellers hasta el papel de los blogs, desde Carlos Fuentes hasta Roberto Bolaño, desde su casi anonimato como escritores hasta la publicación de sus respectivas novelas en Anagrama: Bajo este sol tremendo, del argentino Carlos Busqued; Temporada de caza para el león negro, del mexicano Tryno Maldonado; y Asuntos propios, del español José Morella.
"Gracias a la generosidad del jurado del premio Herralde, ascendí de "absoluta" a "prácticamente" desconocido. Si adquieren uno o más ejemplares del libro, serán promotores de otro ascenso, un poco más miserable pero no menos bienvenido: de "muerto de hambre" a "tipo que tiene para los vicios el año que viene. Ustedes sabrán", dice Busqued.
"Al final del día sabes que, pase lo que pase, aunque no tengas dinero, aunque pierdas el empleo, aunque tu mujer te deje, aunque no tengas qué comer, sabes que tú seguirás ahí, necio, escribiendo y pegándole duro todos los días a las teclas del ordenador (...) Pero uno se acostumbra y luego, con el tiempo, hasta se vuelve un tanto masoquista y aprende a disfrutarlo", cuenta Maldonado.
"Yo tampoco he ganado hasta ahora ni un duro escribiendo, todo lo contrario: siempre estás trabajando, echándole horas al pozo (...) Yo tendría que agradecerle muchas cosas a la literatura aunque no hubiera publicado nada. De hecho, no sé qué habría sido de mi vida sin ella durante los últimos 15 años. A qué me habría agarrado", añade Morella.
Los tres son autores menores de 40 años y dicen pertenecer a una generación que "ya no respeta jerarquías ni necesita de esos patriarcas para dedicarse a escribir". A ver qué tal.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Me da risa la crisis

Fuente: www.correntroig.org
Por Giovanni Rodríguez
Vi hoy en mi Café Kubista a una pareja de jóvenes compartiendo el mismo café con leche. Sí, se pasaban la taza de una mano a otra de modo que los dos pudieran tomar en partes iguales. Parecían novios y parecían felices. “La crisis”, me dije, “que ha llegado hasta estos lados”, y en ese momento caí en la cuenta de que ese episodio en el café era el primero que me mostraba que en Europa también la crisis era real.
A mí, permítanme decirlo, me da risa la crisis. O quizá no sea la crisis lo que me da risa sino lo que la gente sufre aquí pensando en las consecuencias de la crisis. Me da risa, por ejemplo, cuando escucho a alguien decir que este año ya no podrá ir de vacaciones a La Muralla China y que su mermada economía apenas le alcanzará para echarse unos cuantos días, quizá cuatro o cinco, en alguna playita de Italia o de Francia. O cuando alguien dice que este año le tocará repetir en invierno el abrigo del año pasado o que habrá que disminuir un poco el presupuesto para los regalos navideños.
Me dan risa esas “enormes carencias” que tendrán que aguantar los europeos en estos tiempos de crisis. Me da risa, sobre todo, porque, desde el punto de vista de ellos, a mí no me afecta para nada la crisis. Yo nunca he planeado vacaciones ni a La Muralla China ni a Bahamas ni a ningún otro lugar; llevo dos años en España soportando tranquilamente el frío invernal con la ropita caliente que compré al llegar; y nunca me he ejercitado en eso de los regalos navideños, quizá porque nunca sobró el dinero en mi casa o quizá también porque a ninguno de los miembros de mi familia nos entusiasman esas banalidades con fecha de entrega.
Tampoco me acostumbré a comprar ropa de marcas famosas o caras; de hecho, durante mucho tiempo fui feliz cuando doña Carlota, una vecina en mi pueblo, abría los bultos cada sábado, en los que, si tenía la suerte de llegar primero, encontraba bonitas camisetas que compraba a diez lempiras, lo que equivale a no más de cuarenta céntimos de euro.
Para esta gente europea, acostumbrada a comer bien, a viajar, a divertirse sin pensar nunca en el dinero (no suele pensarse en aquello que es tácito) la crisis es casi una tragedia cuando para nosotros, en nuestros países latinoamericanos, es algo casi normal. Si para el resto del mundo la crisis empezó el año pasado, para la mayoría de la gente de nuestra Latinoamérica empezó mucho tiempo atrás.
En economía, la crisis es un estado de excepción, pero en nuestros países el estado de excepción sería la bonanza. Estamos ya demasiado acostumbrados a la crisis propia que verla en los demás resulta cómico, porque a uno le da la impresión de que esa gente no podrá sobrevivir.
Mientras miraba a la pareja en el café recordé algunos días de hace no más de cinco años en los que me paseaba por las calles de San Pedro Sula sin poder ajustar doce lempiras para entrar a un establecimiento y comprar mi propio café con leche. Me he sentido desdichado en esas ocasiones, pero a fuerza de sentirme desdichado, me fui acostumbrando y aprendí a sobrevivir. Lo que no se puede aprender es a sobrevivir todo el tiempo, a ser un sobreviviente permanente, y por eso algunos emigramos. Y a nosotros, los que llegamos a ver fuera de nuestros países "tragedias" de este tipo entre otros ciudadanos del mundo acostumbrados a la comodidad y al bienestar que les procura el dinero, nos da risa la crisis. Es como ver a un hombre llorar porque se le clavó una espinita en un dedo.
Personas como la pareja de jóvenes en el café son capaces de practicar la felicidad en pequeñas dosis. Me pregunto si en eso consiste la felicidad: en asumir dignamente nuestro lugar en el mundo y de ahí en adelante disfrutar lo que las circunstancias nos permiten disfrutar. ¿Es eso cierto? ¿En eso consiste la felicidad? ¿O es que también la felicidad está en crisis?

martes, 10 de febrero de 2009

Pasando

Stalker Stalker

Bajo altos edificios

en las aceras

en la algarabía de tomates y repollos

de los mercados

en los elevadores y tranvías

cruzando puentes

contestando a gritos

discutiendo a gritos

llorando a gritos

sintiendo en la garganta y en los sesos

el aguardiente de una cólera terrible,

leyendo diarios o revistas

en consultorios pintados de blanco,

por todos lados, a donde vaya

aquí, allá, siempre he tenido,

tengo en los ojos ante mí

ese color de cuernos negros,

tengo en la boca, siempre

ese sabor a exilio.

Nelson Merren, Color de exilio (1970)

viernes, 6 de febrero de 2009

Tour breve por los blogs de H

La reciente incorporación de Arlequín al campo de batalla de los blogs culturales de H viene a confirmar que el rumbo que está tomando la literatura hondureña en estos tiempos pasa inevitablemente por la amplia ventana del internet. Recuerdo algunos días del año 2004 en los que con Carlos llegamos a diseñar y armar el primer número de una revista que iba a llamarse, cómo no, "mimalapalabra", una revista tamaño media carta con 24 páginas dedicada, en las primeras 6 y en la contraportada, a Roberto Bolaño y nuestra relación como lectores con Roberto Bolaño. Ese primer y único número de la revista mimalapalabra en papel, que no pasó de tres ejemplares (el de Carlos, el mío y uno que le dimos a Mario), incluía también el primer cuento de Mario de su libro Las virtudes de Onán; un cuento corto de Dennis titulado "Árbol" más una reseña, también suya, de una película de Claude Chabrol; dos poemas, uno de Madrid (El Chelito) y el otro mío; un texto de Fito titulado "¿Dónde está Leonardo en "La virgen de las rocas"?" y dos páginas de microreseñas a los últimos libros publicados en H.
En aquellos días aún creíamos que una revista impresa era la mejor manera de aportar algo de creatividad y diversión al aburrido ambiente cultural de nuestra puta y pútrida H, y aún dos años después, el 2006, cuando empecé este blog (apenas con la intención de archivar en algún sitio las papaditas que fuera escribiendo), todavía no contaba con que llegaría un momento (éste de ahora) en que se convertiría en un espacio, una ventana, importante para la divulgación de nuestras propuestas y para el saludable intercambio que ahora se produce con otros espacios similares dentro y fuera del país.
Ahora no nos hace falta una revista impresa para ejercitar constantemente nuestro criterio y nuestro buen humor (y sin embargo la haremos, como una aventura más, quizá tan sólo por curiosidad); el formato del blog es flexible y permite tanto el examen de las primeras publicaciones como la permanente renovación de su contenido; y además no tiene límite de cobertura, de modo que en el mismo instante nos pueden leer un fiel macondiano de nuestras honduras y un escritor como Vila-Matas desde algún hotel de Nueva York o de Niza.
Vale la pena entonces establecer la ruta provisional de los que, a mi parecer, son los blogs más importantes, interesantes y mejor escritos de nuestro pequeño ciberuniverso cultural en H:
-En El infierno musical, por ejemplo, Darío Cálix, más conocido en el mundo del hampa como "El Cipote", da cuenta de sus lecturas del momento y de los discos que va descubriendo y redescubriendo por ahí, en breves reseñas nada rigurosas (no necesitamos que lo sean) y más bien chispeantes y entusiastas pero tampoco carentes de ingenio y de buen gusto.
-En el ya citado blog Arlequín, Óscar Mejía y Luis Núñez, dos ex integrantes de aquel mítico grupo del mismo nombre (lo de "mítico" es una categoría establecida por una nueva generación de creadores de mitos en la culta Tepas) publican interesantes reseñas sobre música y sobre libros, además de poesía y narrativa de autores de H. Interesante blog, con buen diseño además.
-En La obsesión de Babel, Mario Gallardo, en notas generalmente breves, nos demuestra su afinado sentido crítico y su buen olfato como lector que se actualiza permanentemente. Si usted es de los lectores que hacen caso a las recomendaciones de los amigos, haga caso a lo que le recomienda Mario y no acabará defraudado. Puede empezar por aquí.
-Fabricio Estrada, en su Bitácora del Párvulo, alterna artículos de opinión sobre cultura, política o literatura con noticias culturales, poemas y fotografías de su autoría en un intento de juntar todo aquello que constituye su visión del arte y de la vida, como un aleph particular en donde podemos ver reunidas sus ideas, sus obsesiones, sus manías y hasta sus miedos.
-Hay dos blogs en Tegus que me agrada leer: uno es Castillo de If, de Jorge Manuel Martínez Galeano, kilométrico nombre sustituible por Edmond Dantes, en donde su autor, joven que de las leyes del Derecho pasa a las Letras, nos mantiene actualizados sobre el día a día de su vida como lector, cinéfilo y "aprediz de melómano". El otro es Pequeñas estaciones, de una señorita que se hace llamar Saturnine y que, con sus "post-histéricos", resulta enormemente divertida. Viéndolos juntos, estos dos blogs me dan la idea de una novela-blog de iniciación; es como si los dos personajes, EDantes y Saturnine, nos mostraran las distintas etapas de su aprendizaje en la vida cuando lo único que se proponen, quizá, es relatarla y desahogarse haciéndolo.
-El el blog de FLHenríquez, dedicado casi exclusivamente a la crítica de poesía, podemos encontrar ensayos, reseñas y comentarios sobre muchos de los libros de poesía publicados en Honduras en los últimos años. Valioso espacio éste para un país en donde abundan los creadores pero no tanto los críticos.
-En un blog que ahora identifico como PGC (Sobrevivientes) vive todavía Supercero, sólo que estrenando su reciente maridaje poético en un continuo acto valiente de resistencia pero que ahora, sin la fuerza, el ingenio y el sentido del humor iniciales, se nota desdibujado. Siguen ahí los Poetas del Grado Cero, ahora convertidos en la Pareja del Grado Cero. Esperemos que el blog de Metáfora resulte mucho mejor.
-En el fantiano blog Pregúntale al polvo, Murvin Andino se muestra interesado por el cine y la literatura, generalmente con textos copiados de otros sitios, aunque a veces su autor se aventura con alguna reseña, un comentario o un texto narrativo de su cosecha.
-Gestalt es el blog de Adalberto Toledo, otro sampedrano precoz, que se lleva bien con el cine, la tecnología, el diseño, la literatura y los videojuegos. Aquí es posible encontrar preguntas del tipo "¿Cómo se relaciona la fotografía de modas con el arte abstracto y la filosofía?", y su autor trata de responderlas valiéndose de lo que va aprendiendo de sus lecturas y de sus incursiones en el ciberespacio.
-Un blog nuevo y que aún no alza suficiente vuelo es Deriva, de Salvador Madrid. Se fundó en noviembre pasado y hasta el momento su autor ha publicado ahí unos cuantos textos críticos sobre libros de poesía hondureños y un par de cositas más. Ojalá se llegue a consolidar este blog como otra alternativa para la crítica literaria de H.

Final del éxodo

Cementario de El Marillal, pueblo cercano a la ciudad de Choluteca.

Mi padre dejó de estar aquí un treinta y uno de marzo.

Se fue en la madrugada y se internó en la tarde.

A las últimas paletadas de tarde quedó un bulto

de nubes que lo tragó la noche.

Le vestí yo. Y mi hermano. Juntos lo pusimos en la caja. Mi madre,

buscó con Cristo una medalla, en cruz, para el pecho, y un velo

para el rostro, en su baúl, y una sábana blanca

que trajo un hondo olor secreto a sacro bosque.

Prendí la cruz en su camisa mía y le enlacé las manos como

lo hacía, dedo a dedo, sin pesares. No hubo menester de cerrarle

los ojos. Ni la boca. La cabeza la dejó, de lado, y el corazón,

oblato…así como si rozara una orilla blanquísima.

Yo no quería abrir la Casa. Salí, dejándola cerrada

a telefonear a mis hermanas. Volví con Ángel. Mandé abrir la fosa.

Hice el altar. Ángel se fue a terminar unos encargos, y, por primera vez,

los tres: mi madre, él, yo, a puertas cerradas, cada quien quedó solo.

Yo hubiera deseado no tener que abrir. Me refugié

en mi corazón, en lo remoto blanco. Y no sé.

Pero tuve que abrir bajo o sobre mi corazón,

ante dios, desde él. Mi madre y yo rezamos solos.

A las tres doblaron. Mamá se sobó la frente, y dijo: “Vaya, pues,

que le vaya bien. Que dios lo bendiga.” Yo le palpé las manos. A las

cuatro fue la Misa. Y el coro del colegio lo subió a una iglesia de música.

Y sin ver aquí seguía yo oyendo en la luz ante el obispo acá a San Mateo.

Llegamos al cementerio. Vi descender la caja, caer la tierra a lo profundo.

Alfredo, un estudiante, como Tobit, agarró la pala, Moncho, y otros hombres,

y las manos sudando fueron como verano victorioso.

Niños aparecieron sembrando flores sobre la tumba alta.

El diez de abril quemé sus últimas cositas: -había ya quemado

su frazadita verde- su camita de ocote, su colchoncito,

su sabanita, su almohada, sus zapatos viejos, sus tres camisas,

su pantalón café, su pailita amarilla, su tacita acua, y su jarrito rojo.

Dos hermanos y yo le dimos fuego. Mi hermana se entró con Juana.

Bertha y yo nos quedamos viendo los últimos carbones.

Y lloramos. No había viento.

Las cenizas quedaron en el patio.

El lunes once di parte de su muerte. -“¿Nombre?”- Rafael.

1890. de Gregoria Cardona y de Lorenzo Andrada.

“¿Profesión?” –Zapatero.- “¿Escolaridad?” –Secundaria.

-“¿Deja bienes?”-… (El me enseñó a servir, a leer, a pensar…

Me dijo ya para morir: “Ya me voy. Me voy al cementerio.

Dios es el creador de todo el universo y de todos los hombres.

He tenido la fortuna de tenerte, que Dios te proteja.” Y viendo a José,

refiriéndose a mí, agregó: “Es tu hermano. Es tu hermano.”

Le pregunté que cómo se sentía, y respondió que bien.

Sólo dos veces lo vi en vida abandonar la cabeza.

Eran las vísperas. Ah, cómo deseaba volver a oírlo conversar,

referir leyendas, historias de caminos, una historia.

Jamás habló mal de nadie y jamás habló mal.

Unos meses antes que le leía no sé a quién y a Char, le dije

por ver si estaba atento, “ ¿Te gustan?” –“Sí, mucho,

los dos son buenos”…No sé si era a Rimbaud.

-“¿Deja bienes?”

… “pero Char es tan denso.”)

-Ninguno. (Eso. Esto.

Este poema es suyo. Pero esto no es nada.) Nada.

Edilberto Cardona Bulnes

Comayagua, 1977.

jueves, 5 de febrero de 2009

Vuelve también el tal Lucas

Cuando empiezan a aparecer textos inéditos de un escritor ya fallecido lo que nos entusiasma no es la posibilidad de encontrar en ellos algo que supere la obra precedente sino el mero hecho del descubrimiento, la pura curiosidad arqueológica. El próximo jueves será el día del cumpleaños de la partida definitiva de Julio Cortázar y a la publicación de tres textos inéditos en una edición de coleccionista que anunciamos en este blog hace algunas semanas se une ahora un libro voluminoso con diversos textos que el mayor de los cronopios no publicó en vida. El País informa de todo lo relacionado con este libro y los preparativos para su lanzamiento en la nota titulada Los últimos papeles de Cortázar, de la que dejo aquí un fragmento:
Un libro impagable y de inevitable título, Papeles inesperados, que editará Alfaguara y cuyas credenciales son un festín de auténtico cronopio: 11 relatos nunca incluidos en obra alguna, un capítulo inédito de Libro de Manuel, 11 nuevos episodios del personaje que protagonizó Un tal Lucas, cuatro autoentrevistas, 13 poemas inéditos... En total, un volumen de unas 450 páginas, muchísimas inéditas. El mejor homenaje al autor a los 25 años de su muerte, que se cumplen el próximo jueves.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Sabato y la reconquista de uno mismo

E. Sabato. Fuente: http://www.juliaardon.com

Por Giovanni Rodríguez

Pongo Hail to the Thief, un disco de Radiohead, para tratar de desintoxicarme de la devastadora influencia del mundo exterior y empezar a ver de nuevo hacia mí mismo, en un ejercicio de introspección que, por estar obligado a dedicarle diariamente ocho horas al trabajo, más las horas del transporte hacia el lugar, me cuesta un poco recuperar al llegar a casa cada noche.
“Vivimos en el tiempo de nuestros relojes”, dice Ernesto Sabato en uno de los micreonsayos de El escritor y sus fantasmas en donde analiza la situación del ser humano moderno, rodeado de una tecnología que cada día avanza más y vuelve obsoleto lo del día anterior. “El hombre de nuestro tiempo ha conquistado el mundo pero se ha perdido a sí mismo”, agrega.
Un engranaje. Eso es lo que dice Sabato que somos. Un engranaje cuyo estricto movimiento repetitivo permite que, a la par de muchos otros engranajes, el sistema funcione de manera correcta.
Leí y releí con entusiasmo, casi con devoción, esas pequeñas piezas ensayísticas de Sabato del libro que mencioné antes y del otro libro con estructura parecida: Uno y el Universo, el que publicó después de renunciar al “mundo de la luz”, que era la ciencia, para empezar a sumergirse en el “mundo de las tinieblas”, que era la literatura.
Doctor en física por la Universidad de La Plata, Sábato obtuvo en 1938 una beca para trabajar en el Laboratorio Curie de París. A diferencia de Hemingway, Sabato no sentía que París fuera una fiesta. Trabajaba ahí durante el día en radiaciones atómicas, entre toda aquella luz y los aparatos de laboratorio que parecían hacerlo todo posible, y por las noches frecuentaba los bares y preparaba cadáveres exquisitos en compañía de sus amigos surrealistas.
Un día volvió a Argentina dispuesto a dejarlo todo. Le pidió prestada su casa en la montaña a un amigo y se trasladó a ese lugar apartado con su mujer para empezar a escribir Uno y el Universo. La comunidad científica lo llamó traidor, pero él dijo que sólo estaba siendo fiel a su condición humana. Después publicaría El túnel, la novela con la que le llegó la gloria literaria y que fue mi favorita durante algunos años de una primera juventud ya muy lejana, el libro que le recomendaba a todos, que compré y regalé a unos cuantos amigos que no leían nada, que leí unas cinco o seis veces en una edición pirata de la de Cátedra; yo era Juan Pablo Castel en mi manera de ver el mundo; yo era, absurdamente, Juan Pablo Castel en mis relaciones con las mujeres; yo podía ser perfectamente ese pintor obsesivo y atribulado que acabó matando a María Iribarne.
Poco se habla de Sabato en estos tiempos. Quizá se deba a que su último libro, La resistencia, apareció hace casi nueve años y desde entonces, por prohibición médica, no ha vuelto a escribir ni a leer. Ahora sólo pinta, y en sus cuadros uno puede ver todo eso que emerge, desgarrador, de las páginas de sus tres novelas publicadas. Está por cumplir los 98 años y casi no ve. Yo, me acuerdo hoy de él porque en este empeño mío de olvidarme del mundo exterior, de ese mundo iluminado en exceso, de la gran maquinaria del sistema que funciona allá afuera con el resto de los engranajes, mientras escucho la música de Radiohead y pienso en todas estas cosas, mientras empiezo a sumergirme lentamente en mi propio mundo de tinieblas, también ofrezco mi cuota de resistencia. Todo sea por ese premio invaluable en estos tiempos: la recuperación del tiempo para uno mismo, la reconquista de uno mismo.