martes, 7 de octubre de 2008

Dietario voluble, de E. V-M.

Probablemente este libro sólo será disfrutado por los lectores devotos de Enrique Vila-Matas, los que, después de haber leído la totalidad o la casi totalidad de su obra, leemos cualquier cosa que venga de su pluma sin el mínimo temor de acabar, luego, defraudados. Porque quien no haya leído a Vila-Matas, o lo haya leído poco, o lo haya leído mal, será incapaz, en este libro, de asumir la complicidad de sus guiños, de reconocer las formas de su ironía, de asimilar su sentido del humor. Aunque, ahora que lo pienso, probablemente no sea necesario ser devoto ni nada para disfrutar este libro. Probablemente para un lector primerizo de Vila-Matas, Dietario voluble sea el libro idóneo para empezar a descubrir al autor. Probablemente lo que dije al principio responda sólo a una falsa percepción de mi parte. En fin, lo más seguro es que quién sabe.
Pienso en Anagrama, la editorial que publica Dietario voluble, y creo que este libro es, definitivamente, un tipo de libro que sólo se le puede publicar a los escritores que, como E. V-M., ya no le temen a nada, o por lo menos a esa gran nada llamada “los lectores” y que, después de haber dado a conocer una obra que los ha consolidado como escritores de primera línea, un editor ya no tiene que preocuparse ni por la clase de libro que es ni por la recepción que vaya a tener en el público lector.
Este libro con apariencia de diario no es en realidad un diario, y ni siquiera un diario ficticio; o quizá sí lo es, pero es también mucho más que eso. ¿Me siguen? Creo que Dietario voluble bien podría considerarse también una novela, una ficción más desprendida del temperamento lúdico de Vila-Matas, de un Vila-Matas que en esta ocasión se finge diarista.
Puedo creer, sí, que su base sean algunos apuntes que ha venido haciendo en alguna libreta desde 2005 y que ha ido publicando en la edición dominical de diario El País, pero eso sólo funciona como el pie de toda la obra. De hecho, el libro está dividido en cuatro apartados: 2005, 2006, 2007 y 2008, y en cada uno de ellos hay entradas desiguales (me refiero a los temas, que son variadísimos) correspondientes a meses, pero sólo los lectores ingenuos, o quizá voluntariamente ingenuos, que es la mejor postura que se puede adoptar como lector al fin y al cabo, podrán tragarse la simpática mentira de que es su diario personal. Lo mejor, en todo caso, es asumir la ingenuidad lectora y devolverle a Vila-Matas el balón en esta jugada, aún estando al tanto de su magnífica impostura.
Unas cuantas citas solamente para, vilamatianamente, terminar de comentar este Dietario, esta novela en forma de diario: “Busco el recogimiento, porque suele ser más interesante la literatura que la vida. No sé si es paradójico, pero me gusta muchísimo la vida porque, digan lo que digan, se parece a una gran novela”.
La vida como una gran novela. Eso es lo que hace Vila-Matas con su vida: observarla –y anotarla- (narrarla) como si de la trama de una novela se tratara.
Después lo que nos dice Piglia (a través de Vila-Matas, of course): “En realidad todos nos contamos la historia de nuestra propia vida con la ilusión de seguir siendo nosotros mismos: vivimos con la idea de que no podemos conocernos, pero sí narrarnos”.
Entonces vuelve Vila-Matas: “Me presenté en el Belvedere sin saber que no puedo llegar nunca a conocerme, pero que –como acababa de decir Piglia en la rueda de prensa- sí puedo narrarme”.
En estas tres citas podemos encontrar mucho de lo que constituye la poética vilamatiana, que no es otra, como él mismo lo dice, que la de narrar su propia vida, a veces real, a veces ficticia, y convertirse de esa manera en el personaje de la gran novela de su día a día.
Pero el diarista Vila-Matas no acaba en este libro. Seguramente sigue tomando notas aquí y allá, siguiéndole los pasos a Robert Walser o a algún otro, perdiendo países como Pessoa, extendiendo el territorio real o ficticio de la gran novela de su vida. Hay que seguirlo de cerca. No separarse nunca de su sombra. Acompañarlo es una gran aventura.
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