César Aira y Mario Bellatin.
Por Giovanni Rodríguez
Un amigo me habla de la novela de un amigo suyo, un escritor excelente, reconocido y bien posicionado en el mundo de las grandes editoriales. Leo la novela y me gusta, me parece muy valiosa y hasta recomiendo su lectura. Pero me quedan unas dudas. Dudas con respecto a lo que esta novela representa en el actual panorama literario. Y se las hago saber a mi amigo.
Le digo, entre otras cosas, que me parece que el escritor está exprimiendo demasiado el mismo limón: mismos temas, mismos recursos narrativos. Le digo también que he empezado a escribir una reseña sobre esa novela pero que la he dejado en los primeros párrafos; me estaba resultando muy ácida, quizá tan ácida como el jugo del limón que el escritor exprime. De paso le menciono a unos cuantos escritores que a mí me gustan mucho, entre ellos César Aira y Mario Bellatin. Le digo que me gustan porque en ellos encuentro una apuesta por la literatura exclusivamente, es decir que, para mi gusto, estos escritores escriben literatura a secas, escriben ficciones que, aunque aborden temas variadísimos, no tienen por objeto ser más que ficciones, no pretenden ser más que pura literatura.
Todo esto me hace reflexionar un poco en torno a los intereses que mueven a un escritor de ficciones, y le transmito mi opinión a mi amigo:
Ambos, A. y B., tienen una gran cantidad de nouvelles publicadas (más A. que B.) y seguramente la calidad es desigual de una a otra, pero lo que hasta el momento he leído de ellos me dice que su apuesta es auténtica y de mucho riesgo. B. me gusta por su prosa anoréxica, como dijo Ignacio Echeverría, y por su capacidad -diría bolañiana- de inventar muchas historias en libros tan cortos, de modo que se tiene la sensación de haber estado viajando por un universo grandísimo en lugar de haber dado la vuelta a la cuadra. Salón de belleza, de B., es una obrita, para mí, perfecta. De A. me ha gustado su humor casi absurdo y su potente ironía. Parménides es una burla a los poetas y a la literatura misma como mito sin dejar de ser una obra profunda, convincente y persuasiva.
Creo que si a algunos les gustan y a otros no, esto se debe más que todo a la diversidad de su obra, sobre la que todavía no ha llegado el tiempo de establecer un canon individual que sirva como referente para sus futuros lectores. Estoy seguro de que cuando hayamos leído a todo A. y a todo B. podremos sentirnos capaces de iluminar un poco el camino a sus nuevos lectores.
Otra razón por la cual considero que este par no convence al escritor amigo de mi amigo es porque él no conecta con ellos: no se siente cómplice al leerlos. Pero es comprensible: él escribe ficciones partiendo casi exclusivamente de la investigación documental, mientras que estos dos parecen haber encontrado su nicho en la imaginación pura. Son dos formas distintas de abordar el acto creativo, y es normal que a las nuevas generaciones (las que de revoluciones, dictaduras y política sólo saben de oídas, a las que pertenecemos quienes miramos todo lo que no sea literatura con cierto desdén) les conecte mejor. “Mojarse el culo” en literatura, le digo a mi amigo para que le diga a su amigo, no sólo significa desvelarse revisando viejos archivos, entrevistando gente y reescribiendo la historia; el cuestionamiento que genera en un escritor la literatura observándose a sí misma y las posibles aproximaciones a respuestas que este cuestionamiento pudiera provocar es también un trabajo esforzado y además un ejercicio de riesgo. Son dos formas distintas de “mojarse el culo”, le digo a mi amigo, eso es todo.
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