Ahora mimalapalabra equivale a tres. Porque además de este blog, creado en noviembre de 2006, según recuerdo, a Carlos se le ocurrió la magnífica idea de crear dos blogs hermanos: mimalapalabra-revista, donde podrán encontrar archivadas las publicaciones de mimalapalabra en diario La Prensa desde junio de 2007 hasta su último número, el 50, que data del 27 de julio de 2008, y mimalapalabra-biblioteca,
que reunirá los libros que Carlos vaya encontrando y hurtando en la red para
beneficio público, aunque esto sea un poco peligroso. De cualquier manera, el autor de estos blogs se lo toma con buen humor y nos pone, a manera de prólogo, lo siguiente:
Como ciudadano común y corriente del tercer mundo (entiéndase asalariado) carezco de escáner, apenas poseo una Compac de escritorio (y de segunda) comprada a un amigo. Los textos aquí incluidos los he pescado en la red y por lo tanto ya son de dominio público.
Marcela Soto: ¿No le importa perder los derechos de autor?
Bolaño: En lo más mínimo. Además, no pierdo los derechos de autor; el que pierde es el librero.
Para un estudiante de literatura (de Honduras y de la Unah-vs) es difícil obtener muchos de los textos sugeridos por los profesores:
1) La biblioteca universitaria no pasó más allá de libros de la década del ochenta.
2) Es posible encontrar la ficha bibliográfica de algún texto, pero lo más seguro es que ha desaparecido de los estantes de la biblioteca.
3) Las librerías nacionales prefieren vender (no esperamos otra cosa) libros de autores que "todos" consumen. Eso motiva la creación de este blog.
“Los libros que más recuerdo son los que robé en México DF, entre los dieciséis y los diecinueve años. (...) El primer libro que cayó en mis manos fue un pequeño tomo de Pierre Louÿs, con hojas delgadas como papel de Biblia, no sé ahora si Afrodita o Las canciones de Bilitis. Pero fue una novela la que me sacó y me volvió a meter en el infierno. Esta novela es La caída de Camus, un libro difícil de sustraer y que no supe si ocultar bajo la axila o en la espalda, pues no se amoldaba a mi americana de estudiante cimarrero, y que al final, saqué a vista y paciencia de todos los empleados de la Librería de Cristal, que es una de las mejores formas de robar y que había aprendido en un cuento de Edgar Allan Poe”.
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