viernes, 24 de octubre de 2008

La culpa es de Kalimán

Por Carlos Rodríguez
Tengo un sueño recurrente. Siempre me he preguntado qué podría significar. Desde que recuerdo, este sueño se repite. Cuando retorno al mundo de los despiertos confirmo la pura y simple fantasía.
Sueño que puedo volar. Aparezco en medio de la noche caminando por una calle de tierra de mi pueblo natal (soy niño) mientras una manada de perros me ladra y persigue. Trato de escapar, pero los pies parecen calzar zapatos de hierro: demasiado pesados para correr y librarme de la jauría. En la fuga aparece una inmensa cuesta y a gatas intento subir. Casi perdido y resignado a ser desgarrado por las fieras decido agitar los brazos. Aleteo... aleteo... y poco a poco comienzo a levitar. Los canes ladran furiosos con la mirada hacia arriba. Estoy en el aire, entonces me burlo de ellos.
Difícil de creer, sólo con mover mis brazos, como agitan sus alas los pájaros, yo hago realidad lo que parece imposible para el hombre: volar. Esa acción increíble se ha repetido a través de los años en diferentes escenarios y, con sólo abanicar los brazos, el cuerpo se torna liviano y alza vuelo. Otras veces logro tal hazaña a través de la meditación: estoy en una situación extrema y entonces, no sé cómo, esa parte intangible de mi ser abandona el cuerpo y escapa volando.
El sicoanalista preguntaría si vuelo en forma humana o de pájaro, si vuelo alto o bajo, si durante el sueño caigo repentinamente a tierra, si el vuelo es vertical u horizontal, si vuelo solo o acompañado, y exploraría otras variantes antes de atreverse a dar una explicación. El amigo pintor diría que es falta de cannabis y que el sueño recurrente no es más que un deseo sin cumplir; me recetaría una dosis ecológica. Por su parte, el hermano pastor evangélico -o apostol como les gusta llamarse ahora- explicaría que tal experiencia onírica representa el deseo de mi alma por acercase a Dios: me animaría para que acepte a Jesús como mi Salvador Personal.
Pero ya resolví el misterio. La manía de volar en sueños se remonta a mis primeras lecturas. Sí, los culpables de todo son Kalimán y Águila Solitaria, protagonistas de "paquines" que leí en los ochenta. Historietas que, hasta ahora lo sé, publicaba Promotora K y Editorial Novaro, ambas mexicanas. También las publicaron otras editoriales, pero eso no me interesa mucho en este momento. El piel roja -Águila Solitaria- posee la capacidad de volar. Nada sobrenatural: en sus brazos amarra dos grandes alas elaboradas con plumas y se lanza al vuelo. El otro culpable: Kalimán. El sereno hombre de turbante que, tras meditar sentado sobre sus piernas, se aventura en largos viajes (puro desdoblamiento). Quizá mi inconsciente aprendió de este personaje el dominio de la mente sobre el cuerpo.
Esos personajes de historieta barata -que siempre leía de prestado- se convirtieron en los primeros habitantes de ese mundo imaginario y caprichoso que se activa al hundirme en el misterioso territorio de Morfeo. En fin, no existe nada religioso, paranormal o sicotrópico, simplemente se trata de héroes de paquines. Lecturas primigenias que alimentaron la memoria infantil.
Nota: Si desean descargar algunas de las historietas ("paquines") en pdf, les dejo estas direcciones: Kalimán y Águila Solitaria.
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