No soy admirador de Pablo C. Hace años leí El Alquimista, pero al llegar a la tierra de la literatura quemé los barcos y nunca más sucumbí a su fácil palabrería. Sin embargo, debo reconocer que este portugués sí le entiende al trámite, al negocio, a la venta de sus libros. En la 60ª Feria del Libro de Fráncfort dejó claro que aprovechó Internet para potenciar sus ventas, aun sin la venia de sus editores. Se convirtió en pirata de sus propios textos mediante una página digital que denominó The pirate Coelho. Aunque sus libros se venden cual tomates en el mercado, no dudó en subirlos a la web, según dijo, "para aumentar el número de lectores, que no sólo leen los textos a través de la red sino que también terminan, tarde o temprano, recurriendo al libro impreso".
A vista y paciencia (quizá molestia incluida) de escritores y editores, la red es una infinita biblioteca digital, donde con unas pocas búsquedas uno pesca el libro deseado. Aún los textos alojados en "books.google" -con algunos trucos- se descargan. Pero volvamos a Coelho. ¿Cómo combate la piratería de sus libros? Subiéndolos a la red y permitiendo que sus lectores los descarguen gratis. ¿Esa táctica ha disminuido sus ventas? No way, Jose, las ha incrementado.
Con regularidad visito la web de Sergio Ramírez y ahora la de Vila-Matas. Algunos de sus libros, más en el caso del autor español, los conseguí primero en Internet. ¿Algún día se piratearán "oficialmente" a sí mismos en su sitio virtual? Vila-Matas sabe que ciertos textos suyos navegan libremente en el mundo virtual. Recuerdo mi primera lectura de Vila-Matas: Bartleby y compañía. Lo descargué del ya extinto FTP Michel, lo imprimí en papel tamaño carta y así pasó de mano en mano. Ahora varios de los que leyeron la copia pirata tienen un original. Así leemos muchos tercermundistas que vivimos al día y que adquirimos el libro impreso cuando podemos.
No he perdido la práctica de hurgar la red en busca de libros. Si matan uno de los sitios, aparecen diez. Pero sería un gran alivio -para no cargar con el mote de piratas- que los escritores serios vencieran el temor a Internet, liberaran sus creaciones e hicieran más grata la visita de sus lectores a la librería cuando acudimos a comprar el libro impreso. Si los amantes de Pablo Coelho pueden descargar libremente algunas de las recetas de autoayuda de su escritor, ¿por qué a los discípulos de Paul Auster, Vila-Matas, Bolaño, Aira, Villoro, Saramago, Castellanos Moya, Pitol, etc... se nos negaría disfrutar -en pleno siglo XXI- la lectura de libros digitales?
Coelho sí le entiende al trámite, compas.
Nota: pensaba convocar a mis amigos con el fin de confiscar todos los libracos de Coelho y quemarlos en el parque central. Pero si los libera en la red, ¿cómo podremos destruirlos?
2 comentarios:
Con mucho gusto aceptaría asistir a la quema de "Coelhos"... en realidad es interesante saber de los nuevos medios de difusión de la literatura, sin embargo no hay nada como un buen libro y su peculiar olor a nuevo (o a viejo, cuando vas a las librerías antiguas). Un saludo
yo tmn me uno, ese señor es un asco, wakis, wakis...
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