Hermosa panorámica de una calle del barrio El Raval de Barcelona. Fuente: Bog de Isabel Núñez
Por Giovanni Rodríguez
Hace tres semanas quedé de verme con una amiga hondureña en Barcelona. Ella había llegado hacía unos quince días para hacer un espectacular tour por varias ciudades de Europa. Y lo hizo, aunque en la segunda de estas ciudades (París), mientras le dedicaba la más amplia sonrisa de su vida al mundo, extasiada quizá de tener en frente la torre Eiffel que tanto anhelaba conocer desde un día de su niñez hace diecisiete años, un ladrón le sustrajo de su bolso la billetera que contenía sus tarjetas de crédito y el dinero en efectivo que pensaba gastar en su sueño europeo.
El día de nuestro encuentro en Barcelona lo primero que vi en ella fue esa sonrisa que imagino para el momento previo al robo en París, esa sonrisa que en su rostro uno sabe que es una sonrisa verdadera, auténtica, esta vez a pesar del “tropiezo parisino”, como ella lo llama, y más acorde al reciente recuerdo de su aventura solitaria en las calles de Rayuela -libro que despuntaba en su bolso y que al ladrón no interesó-, y luego en Roma y en Atenas, las otras dos ciudades soñadas.
Horas antes yo había entrado al FNAC que se encuentra al lado de la plaza Cataluña. Primera vez que entraba a ese gigantesco establecimiento, no recuerdo si de tres o cuatro pisos, atestado de gente que busca básicamente tres cosas: libros, música y películas, la mayoría con esa pinta de frikis trasnochados que siempre resulta curiosa y hasta simpática, si uno anda de buen humor.
Más tarde fui a la librería La Central del barrio El Raval, muy cerca de La Rambla, justo en la calle Elisabets que alberga un episodio del último cuento que escribí, hace exactamente un año, cuando fui a Barcelona a una conferencia de Enrique Vila-Matas en Caixa Forum. Curiosamente, lo primero que vi en la librería fue una camiseta negra con una frase en inglés inscrita enfrente: “I would prefer not to”, que es, como todo lector sabe, la famosa frase (aunque incompleta) del Bartleby de Melville. Me gasté una hora repasando las estanterías que se me antojaban tan infinitas como las de la biblioteca de Borges. Y compré más libros para mis amigos.
Cuando a eso de las dos de la tarde mi amiga llegaba a la terraza del bar en el que yo la esperaba tomándome una cerveza, lo que ella vio, antes que a mí, fue mi camiseta, y entonces, después de que yo la invitara a fundirnos teatralmente en un abrazo, dijo: “Preferiría no hacerlo”. Le di la razón: era mejor contenerse, aunque de todas maneras nos dimos ese abrazo.
Ese mismo día, en la misma ciudad, Horacio Castellanos Moya concedía entrevistas a la prensa española con motivo de la aparición de su última novela, Tirana memoria, cosa que yo no sabría sino hasta el día siguiente, cuando leyera dos de esas entrevistas en La Vanguardia y El Periódico, y unos pocos días después Paul Auster presentaría su también última novela, Un hombre en la oscuridad, en la sede del Ayuntamiento. Posibilidades. Sólo posibilidades. Porque ya no tendría más días libres en el trabajo sino hasta dentro de una semana.
Barcelona se me antoja inagotable. Quizá porque soy un joven escritor tercermundista que apenas empiezo a viajar y porque cada librería, biblioteca o museo que encuentro en el primer mundo son siempre más grandes que los que hay en mi país. Inagotable quizá también porque aquí es posible leer cada libro que aparece en el mercado editorial sin necesidad de esperar meses o años para que llegue a nuestras pobres librerías. Inagotable porque en el mismo día, a unas cuantas calles de distancia, pueden coincidir dos o más escritores que admiro. Aquí todavía es posible, aunque sea para un escritor tercermundista, ver pasar a Kafka caminando por la calle rumbo a su trabajo.
3 comentarios:
Esa foto me trae a la memoria aquellos versos geniales con los que Pepe Luis Quesada cierra el poema "Cofia de Circe": "tenía unas nalgas tan bellas que no te hubieras atrevido a odiarlas", en parodia a los versos de Apollinaire: "Era tan bella que no te hubieras atrevido a amarla"
no digas escritor tercermundista, Por ejemplo en Cuba que es un pais con muchas limitantes, hay personas con muchos conocimientos y personas interesantes..no digamos escritores!
y en mi pais Honduras lo hay.....mirate tu! Orgullo de mi pais! josue
O sea que escogí bien la ilustración...
¿Orgullo yo?!!! Qué va! Si acaso hay una persona orgullosa de mí en este mundo es mi mamá; en el resto sólo podría generar simpatía o antipatía.
Gracias, Josué.
Publicar un comentario