lunes, 23 de marzo de 2009

II

Su sombra se parece a mi rostro.

Su carne, no la mía, es mi carne.

Quisiera imaginarme como fui.

Recrear un episodio de la infancia

o de la juventud,

igual que antes, cuando la memoria

me acompañaba sin desconfianza.

Los recuerdos, ahora, ella los domina.

Son el paraíso donde trabajo por nada todo el día

o merodeo sin nacer.

Son la poza prohibida.

La luna que corta las manos con su hoja de afeitar.

Quiero olvidar y recordarme

antes de ella, en mí.

José Luis Quesada, Sombra del blanco día (1987)

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