Otro argentino, Alan Pauls, que fue seducido por el discreto encanto en su excelente novela El pasado, ganadora también del premio Herralde. Esta vez el informante pudo haber sido Horacio Castellanos Moya:
Pero otro porteño de nuevo cuño, Alan Pauls, se dejó querer por la musicalidad abisal de su nombre y lo escogió para una de las últimas direcciones conocidas de ese vampiro detestable llamado Sofía, precisamente adonde se llevará al pequeño Lucio, disparatado secuestro que marca el final del matrimonio de Rímini y Carmen y, además, se convierte en el simbólico primer escaño del protagonista en su desbocado descenso a los infiernos. El episodio es entrecortado y sibilante -como la tos de un enfermo de enfisema- pero su simbología es clara, la asociación del nombre con el inicio de la debacle de Rímini: “Finalmente subió, mientras rumiaba una vaga represalia contra la zapatería o la marca, y al oír la dirección que daba Rímini –“Bulnes y Beruti, por favor”- corrigió: “Honduras al 3100”. Ante la sorpresa de Rímini, ese espectro vengador llamado Sofía le explicará que fue desalojada de su anterior apartamento mientras estaba en Alemania, pero la declaración final es alegórica in extremis: “Y conseguí Honduras, que tiene mil veces mejor vista”. Y así, en la página 305 de El pasado nos encontramos con que la sima insondable se ha esfumado, como por arte de magia, ante la irrupción de la panorámica altura.
Definido por Roberto Bolaño como un "melancólico que escribe como si viviera en el fondo de alguno de los muchos volcanes de su país", Horacio Castellanos Moya -desde su refugio en Frankfurt- le refirió a Deutsche Welle que, conocedor de su origen centroamericano, Pauls le había preguntado por esa nación de nombre tan recóndito. Castellanos Moya entonces se vio obligado a darle un crash course sobre su país de nacimiento (Tegucigalpa, 21 de noviembre de 1957), aunque le aclaró que, por formación cultural y afinidad electiva, era más salvadoreño que Roque Dalton, declaración que dicho sea de paso cayó como un balde de agua fría sobre los ingenuos pedagogos nacionales, seguidores acérrimos del jus solis, que para ese entonces planeaban otorgarle a HCM un doctorado honoris causa al estilo que acuñaron con Tito Monterroso, a quien importunaron con protocolares razones en su refugio mexicano apenas acabaron de leer Los buscadores de oro. Pero esa es otra historia, lo cierto es que Castellanos Moya le habló a Pauls, quien le seguía con contenida atención, sobre una historia compartida, acerca de la gratuidad del crimen, de los abusos de la derecha y de la izquierda, del deterioro de las utopías revolucionarias y el desencanto que comparten las naciones del istmo centroamericano. Una vez terminó de hablar Lacho, y tras darle una larga chupada a su cigarro, Pauls se limitó a decir: “Es un buen nombre para albergar a Sofía”.
"El discreto encanto de la H". Las virtudes de Onán. Mario Gallardo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario