La escritora canadiense Alice Munro.
Una mañana en la oficina, aprovechando que el jefe no estaba cerca, entré al New Yorker y empecé a leer un cuento de una tal Alice Munro. El cuento era "Dimension" y al terminarlo sentí como si hubiera atravesado una piscina por debajo del agua. Cogí aire y leí dos cuentos más. Lo asombroso es que nadie en la oficina me interrumpió. Si hubiera ocurrido lo contrario, presento mi renuncia. Al día siguiente, sobregiré mi tarjeta de crédito ordenando a través de Amazon todos los libros de Alice Munro.Supongo que ya la mayoría ha abandonado HermanoCerdo y esta en el New Yorker o en Amazon. Para los que no, les refiero algo que me ocurrió mientras leía frenéticamente los cuentos. Había leído en un blog que Alice Munro de setenta y siete años abandonó la escritura. Apenado, ideé un plan en que dejaría de leer dos o tres cuentos de cada volumen, de manera que pudiera racionar cuentos de Alice Munro para los tiempos de crisis literaria. Sin embargo, este octubre pasado, en un encuentro organizado en New York, Alice Munro aseguró que todo era una farsa y que estaba escribiendo. Cuando le preguntaron por cuánto tiempo había dejado de escribir, respondió que más o menos tres meses.
Pero lo mejor ocurrió a principio del verano: Terminé de leer el primer relato de Secretos a voces (Open secrets) de Alice Munro, el titulado "Entusiasmo". Me levanté. Apoyé el libro en el respaldo del sillón. Me arrodillé ante él e incliné mi cuerpo en repetidas ocasiones hasta tocar la frente en el suelo, como homenaje al grandioso talento narrativo de la Duquesa de Ontario.
Leyendo a Munro siento que estoy leyendo algo real, ya lo dije. Cada dos o tres páginas doy vuelta atrás y reviso las primeras líneas o las intermedias. ¿Cómo se inicia todo? ¿Tan fácil? ¿Cómo llegamos a este punto? ¿En qué momento esta concatenación de palabras sencillas, sin pretensiones, se transforma en un pequeño universo de personas vivas que no se dan cuenta de que las miro, las sé, me preocupan? Cada cierto tiempo, cuando me deja respirar, me temo que lo que leo es literatura testimonial enmascarada como ficción tal vez para no indisponerme demasiado. Quien cuenta esto, me digo, está sufriendo de verdad. Aquí nadie está actuando.Me siento mal leyendo las historias de Alice Munro. Me duelen.Digo más: Me gusta sentirme mal leyéndolas.
Entonces me voy a Google, para pedir más recomendaciones, y acabo de convencerme:
"La íntima relación de la autora con cada uno de los relatos confiere tal grado de conexión entre todos que llega a trasmitirse una cierta sensación novelesca al conjunto". (José Antonio Gurpegui, El Cultural).
"Un variado y suntuoso conjunto sinfónico de historias que eclipsa incluso las más tempranas obras maestras de Munro". (The Seattle Times sobre La vista desde Castle Rock).
"Alice Munro, artífice magistral de algunos poderes de la literatura que en bien de su diversidad sería bueno preservar". (Graciela Speranza, Quimera).
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