Una de las escasas imágenes de JRMolina que se pueden encontrar en internet.
En este breve texto que nos envía un estudiante de la carrera de Letras de la UNAH-VS la poética de Juan Ramón Molina es analizada a través de tres de sus poemas: "Autobiografía", “Metempsicosis” y "El águila". El autor descubre vínculos entre la obra del poeta hondureño y la filosofía de Nietzsche y Schopenhauer. ¿Se trata únicamente de un caso de influencias?
Por Juan Ramón Rodríguez
¿Por qué esta confesión de Juan Ramón Molina en su poema “Autobiografía”: “Hay en mí una dualidad extraña: /tengo mucho de cuerdo, algo de loco,/ mucho de abismo y algo de montaña”? La respuesta quizá la encontremos entre Schopenhauer y Nietzsche. De un extremo, los destellos misteriosos de luz que provienen de la profundidad del abismo, y del otro, una luz superior, el rayo. Molina es el puente entre ambos.
¿Qué hay en ese abismo de Molina? Hay dolor, nostalgia y hastío, y Molina lo dice a través del pensamiento de Schopenhauer, de quien leemos: “Querer es esencialmente sufrir, y como vivir es querer, toda vida es por esencia dolor. Cuanto más elevado es el ser, más sufre”. Por esa razón, la luz que aquí circula, la que se percibe en el poema de Molina, adquiere un carácter fantasmagórico y se manifiesta muy tenue y sumergida.
Pero entonces ¿cómo se explica que de estar en el abismo ahora Molina suba a la montaña? Para el poeta, este ascenso no sería posible sin el dolor y es éste el momento en que su poesía le toma la palabra a Nietzsche cuando dice que el hombre deja de lamentarse de su vil condición de mortal para convertirse en “superhombre”; el águila es entonces la llamada para esa misión, la única que se atreve a alcanzar el rayo: “Jove, que fue el señor de la ancha esfera,/ me destinó, en decretos inmortales,/ a ser su mensajera,/ a conducir los rayos celestiales.” (“El águila”); y la serpiente, que es utilizada por ambos como un símbolo, es la conductora, es decir, representa la inteligencia.
Pero… ¿qué sucede con el superhombre o el águila? Una vez que alcanzan la luz máxima del rayo son derribados y enviados al abismo de acuerdo con la ley del eterno retorno. Lo que ocurre es que el poeta ha trascendido la muerte y por eso vuelve a la tierra, su punto de partida. Según Schopenhauer, la materia de la que está compuesta el ser humano pasa a integrar otras formas de vida, y esta idea, combinada con la idea del resurgimiento de Nietzsche, le otorga al poeta también la posibilidad de “resurgir”, tal como lo expresa en su poema “Metempsicosis”: “Hoy (convertido en hombre por órdenes obscuras),/ siento en mi ser los gérmenes de existencias futuras./ Vidas que han de encumbrarse a mayores alturas,/ o que han de convertirse en génesis impuras.” Así que esa “dualidad” de la que habla Molina en su “Autobiografía” quizá no sólo se derive de su propia angustia existencial sino también de sus lecturas de Nietzsche y Schopenhauer.
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