José Saramago durante la presentación de su última obra, El viaje del elefante, en Lisboa, Portugal. Foto: EFE/Andre Kosters.
José Saramago responde así algunas de las preguntas del periodista Xavi Ayén del diario La Vanguardia. Primero: lo que le costó escribir su última novela, El viaje del elefante:
Tenía 40 páginas hechas antes de caer. En todo el tiempo que estuve enfermo, casi un año, no escribí pero estuve pensando en el libro, le decía a los doctores: 'A ver si no voy a poder acabarlo...' Cuando finalmente llegué a casa, pesaba tan solo 51 kilos, estaba muy debilitado pero, contra todo pronóstico, a las 24 horas ya estaba escribiendo como un poseso. Es algo muy bonito y gratificante que, a pesar del estado deplorable en que me hallaba haya encontrado fuerzas para escribir. Más sorprendente todavía es que me haya salido un libro tan humorístico. ¿Cómo es posible que, habiéndole visto la cara a la muerte, este sea mi libro más divertido, el único en que el humor está presente en cada página? No fue premeditado, es como si el libro hubiera querido ser escrito de ese modo. Nada de mi horrible experiencia ha pasado a él, ni siquiera un leve detalle.
Después: su negativa a “aprovechar” sus pesadillas y usarlas como material narrativo:
He tenido sueños absolutamente terroríficos, las peores pesadillas de mi vida, que olvidaría si pudiera. Nunca las recrearía en público.
¿Por qué?:
Al contrario de lo que Freud creía, no se puede describir un sueño porque siempre te queda algo esencial fuera, todo sueño contiene algo inefable que forma parte de su esencia.
Y por último: su escritura característica, su estilo que no requiere de tantas mayúsculas y signos de puntuación:
Cuando hablamos no hay signos de puntuación. Hablamos igual que se hace la música, con sonidos y con pausas. Una interrogación no es un signo al final, es una melodía. Para mí, el lector debe tener un papel que vaya más allá de interpretar el sentido de las palabras, el lector debe poner su música, interpretar la partitura del texto de un modo muscular, de acuerdo a su respiración y su propio ritmo. En el fondo, la puntuación es lo mismo que las señales blancas pintadas en las carreteras, que intentan impedir que el conductor tenga problemas pero, tal vez, si no existiera ningún tipo de señales, todo el mundo conduciría con mucho más cuidado. Eso es lo que quiero, que me lean con cuidado.
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