Con la vuelta al ocio del editor plenipotenciario de este blog, mostramos ahora nuevos signos de vida. Aunque supongo que esto es algo que muy pocos habrán notado. Coincide esta vuelta con la de Los hermanos de la uva, más conocidos como Guaipe 1 y Guaipe 2, quienes me han dado, sin querer, la idea de una nueva sección para este blog mimalapalabrero: una nueva sección que se llame algo así como "Los Premios Chucos" o "Festín de Cuervos" o quizá tan sólo "Tormenta de Espadas" y que aluda al tema de los certámenes literarios en H, que siempre se han debatido entre la corrupción y el aldeísmo. Una nueva sección que funcione más o menos como la policía de los premios literarios en H. Y que ofrezca la posibilidad de llevar a juicio entre nuestros lectores a acusadores y acusados. (Este es el momento en el que los Señores Anónimos empiezan a echar saliva y a restregarse las manos...) Una sección cuya primera entrada está más que lista. ¿Por dónde empezamos? ¿Por quiénes empezamos?
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lunes, 29 de septiembre de 2014
martes, 16 de septiembre de 2014
Los informes de Bazlen
Bobi Bazlen.
Pudiera ser que exista un género literario que no conocíamos: el informe de lectura, o que ya lo conocíamos pero no considerábamos su importancia como género literario. O pudiera ser tan sólo que, sin estar pensando o no en la posibilidad de un nuevo género, nos interesemos por esos informes de lectura que escribió Bobi Bazlen, de quien nos habla Enrique Vila-Matas en esta ocasión en las páginas de El País:
Bobi Bazlen (Trieste, 1902-Milán, 1965) fue un legendario ágrafo que leía mucho y no ensalzaba a casi nadie, pero festejó como un loco la aparición de Gombrowicz: “Uno de los aliados más honestos que podemos tener en la verdadera revolución contra el amor, el arte, los principios inmortales y todas las tonterías de siempre”. Fue también un perfecto detector de la falta de talento de sus contemporáneos y de la recaída constante de muchos de estos en “las tonterías de siempre”.
Huyó tanto de la escritura que acabó apasionándose por la intervención directa en la vida de las personas. Una de sus amigas le recordó así: “Era maléfico. Se pasaba el tiempo ocupándose del vivir ajeno, de las relaciones de los otros, lo liaba todo: en suma, un fracasado que vivía la vida de los demás”.
Como este “fracasado” opinaba que casi todos los libros de sus contemporáneos no eran más que notas a pie de página, apenas escribió nada, salvo un cuaderno de notas, una novela inacabada, y un montón de dictámenes literarios entregados a editoriales de Turín. Cuando hace dos años una selección de sus Informes de lectura (acompañados de unas cuantas cartas al poeta Montale) fueron publicados por la editorial argentina La bestia equilátera, algunos se enteraron entonces de que Bazlen no escribía, pero se le podía leer. En sus papeles hablaba de los mismos libros que publicaba entonces Carlos Barral en Barcelona: la prueba de que al menos en el terreno editorial no andábamos en nuestro país tan atrasados como en todo lo demás.
En esos informes califica a Blanchot de “acróbata inconsistente”, pero ensalza su ensayo La mirada de Orfeo. Confiesa no haber pasado de la página 30 de Los reconocimientos, de William Gaddis. Se ríe de un modo infinitamente serio de García Lorca, de Neruda, de Robbe-Grillet. Y, al ocuparse de El hombre sin atributos, de Musil, sentencia que es un libro importantísimo, pero nada comercial, pues la novela le parece “demasiado larga”, “demasiado fragmentaria”, “demasiado lenta, o aburrida, o difícil” y “demasiado austríaca”.
En una reciente reseña, Christopher Domínguez Michael observa cómo Bazlen nunca se olvidaba del factor comercial de un libro; parecía no perder jamás de vista que si sus dictámenes engañaban a la editorial y ésta se arruinaba, él iría directo al paro. Debería escribirse, propone Domínguez Michael, la historia del informe literario junto a la historia de su hermana-enemiga, la contraportada. Creo que sin duda daría para un exquisito relato: los informes de lectura eran siempre ferozmente sinceros; las contraportadas, en cambio, modosas y artísticamente hipócritas, aunque mucho más decorosas que el Blurb de nuestros días, esa “máxima para tarados”, lo llama Domínguez Michael, para quien si la contraportada pertenece al dominio de las virtudes públicas, el informe de lectura se origina en los vicios privados… ¿Mi conclusión? Pues que a medio camino entre el texto hipócrita y el excesivamente sincero, se encuentra el manuscrito ideal: aquel que alguien —tal vez un ágrafo trágico— escribirá algún día.
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Artículos y ensayos,
Enrique Vila-Matas
domingo, 7 de septiembre de 2014
El ruido y la furia de James Franco
Una de las primeras imágenes de El ruido y la furia, protagonizada y dirigida por James Franco.
Es difícil imaginar una adaptación cinematográfica de El ruido y la furia, aunque nos enteremos ahora de una hecha en 1959 por Martin Ritt, pero James Franco se ha atrevido y acaba de presentarla en la Mostra de Venecia, fuera de competición. Todos sabemos que Franco tiene una carrera exitosa como actor pero pocos sabemos que ha dirigido algunas películas, que estudió filología inglesa y escritura creativa en las Universidades de Yale y California, que publicó un libro de cuentos, que imparte clases en algunas universidades y que se interesa particularmente por las películas que tengan una relación más estrecha con la literatura. El asunto es que últimamente James Franco ha estado haciendo películas basadas en obras literarias o en escritores: una versión de Mientras agonizo, de Faulkner, otra sobre Bukowski, otra sobre Allen Ginsberg... Pero volvamos a El ruido y la furia, de la que hasta el momento no se ha dicho mucho:
"La novela escogida por el actor, hijo de una profesora de literatura y autora de libros infantiles, no era la más sencilla que podía adaptar. Franco, que se reserva el papel de Benjy en un auténtico festín de histrionismo interpretativo, ha apostado por una simplificación de la novela en esta adaptación. Para empezar, se ha desprendido del último capítulo, relatado por un narrador omnisciente, y ha apostado por centrarse en los pasajes que más le interesaban para comprimir las 350 páginas de la novela en 110 minutos de metraje" (El País).
"Hay algo esencialmente admirable en un tipo que se lanza a la dirección adaptando a Faulkner, McCarthy y otra vez a Faulkner. Y que lo hace buscando soluciones estéticas y narrativas (por muy discutibles que sean) que sirvan visualmente a los experimentos con el lenguaje y el punto de vista de los escritores que le gustan. Todos los que hayan leído «El ruido y la furia» saben que es tan imposible de adaptar como el «Ulises» de Joyce. Sin embargo, y fuertemente influido por el estilo asociativo de Malick, James Franco logra que los monólogos interiores de cuatro de los miembros de la familia Compton se traduzcan en imágenes mentales que se corresponden con el carácter y la sensibilidad de cada uno de ellos, y a pesar de los saltos en el tiempo, la historia llega con claridad al espectador". (La Razón).
“Mis películas como director nunca serán blockbusters, ni quiero que lo sean. El cine
también puede ser arte puro y no solo entretenimiento para ganar
dinero”, dice Franco, que además es profesor de literatura en
Yale, integrante del grupo musical Daddy y autor de un libro de relatos,
Palo Alto, inspirado en su adolescencia.
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Cine,
JFranco,
W.Faulkner
viernes, 5 de septiembre de 2014
Ehrenhaus, un argentino de "escritura personalísima"
Portada del libro de Andrés Ehrenhaus.
Aún no sabemos si el pleonasmo del título del primer libro de Ehrenhaus y el gerundio del último son deliberados (por lo que dice J. Ernesto Ayala-Dip en esta reseña parece que sí), pero no podemos negar que esos dos libros parecen interesantes. La nota viene de El País:
En 1993, el escritor y traductor argentino Andrés Ehrenhaus (que lleva casi cuarenta años viviendo en Barcelona) publicó su primer libro de cuentos, Subir arriba.
La escritura en ese libro jugaba un papel preponderante en su propósito
de plasmar el mundo cabeza abajo. Nada era lo que se decía que era. El
rol de la connotación se enfrentaba al orden establecido de la gramática
lineal. El absurdo y el léxico acrecentaban una sensación casi pantagruélica del
humor y las malas pasadas a la sintaxis. El camino que recorría
Ehrenhaus ya lo habían recorrido antes otros, pero ese libro suyo era
como si dicha operación la acabara de inventar él mismo en ese mismo
instante, un segundo antes de comenzar a leerlo. Cuatro años más tarde,
publicó Monagatari. Esta vez su hechura me pareció reiterativa.
Inventiva inspirada pero al final menoscabada por un exceso de cuadros
humanos muy subordinados al chiste fácil.
Ahora tenemos un nuevo libro de Ehrenhaus. Se trata de 19 relatos cortos aglutinados bajo un título muy ehrenhausiano: Un obús cayendo despedaza.
Antes que entrar en su evaluación, digamos algo respecto a las normas
que el autor introduce en su personalísima escritura. Los lectores se
encontrarán con varios términos de imposible comprensión si no son
argentinos o no están familiarizados con el sistema. Es habitual en
algunos barrios de Buenos Aires alterar el orden silábico de las
palabras. Ehrenhaus lo hace, pero además incrementa el caudal de su uso.
También introduce en su vocabulario palabras catalanas castellanizadas.
Y expresiones extranjeras traducidas: por ejemplo, un narrador de unos
de sus cuentos no se doblega ante un galicismo como à la page:
dice muy orgulloso de su idioma “a la página”. Esto conviene comentarlo
no porque el lector lo necesite, sino porque da informe preciso de un
arte poético donde estos desajustes de la lengua ayudan a configurar el
mundo narrativo tan singular de nuestro autor. Todo lo que se cuenta en Un obús cayendo despedaza
remite a ver las cosas por su revés y su envés. Cada relato nos cuenta
una historia corriente y, a la vez, nos cuenta la única manera de
contarla si se hace desde el punto de vista
(y de escritura) de Andrés Ehrenhaus. Veamos el cuento ‘Un
cronocimiento’, por ejemplo: se nos relata un viaje a Bucarest para
visitar el cementerio judío llamado Filantropía: en él hay enterrado un
judío que se llamó Adolf Hittler (como el tirano pero con una t más):
era sombrerero y murió en 1896 a los 60 años. Si el lector busca en
Google este cementerio (como hice yo) se le informará de la penosa
historia de esa tumba durante la ocupación nazi. Pero Ehrenhaus usa ese
mojón histórico (que parecía inventado por él mismo) para colarnos una
historia muy suya. Muy ehrenhausiana.
Andrés Ehrenhaus plantea un interesante problema a sus lectores. Sus
historias representan a seres humanos a los que podemos reconfortar con
nuestro afecto, odiarlos o reírnos de ellos. Pero son gente que nunca
hemos visto, ni imaginado que existieran. El insolente mundo narrativo
de Ehrenhaus es un mundo inesperado. Esta felicidad de leerlo.
Un obús cayendo despedaza. Andrés Ehrenhaus. Malpaso. Barcelona, 2014. 162 páginas. 18 euros
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AEhrenhaus,
Reseñas
M. A. West, el novelista desconocido
El escritor Alexis Ravelo, creador de M. A. West. / Quique Curbelo.
La historia mínima de M. A. West, escritor estadounidense, autor supuesto de una novela negra titulada El viento y la sangre, publicada en 1950 y rescatada del olvido en 1953 por una editorial española, es digna de atención. He aquí algunas pistas, encontradas en El País:
“La encontré tras un gran trabajo de investigación”, le dijo el escritor Alexis Ravelo a Pere Sureda, de Navona Ediciones.
“Puede valer para la colección de novela negra”, sugirió. Sureda,
reputado experto, la leyó y se la “tragó”, reconoce. Devolvió la llamada
y Ravelo le dijo que se había inventado la biografía de West, sus
referencias bibliográficas y los diez trabajos más que supuestamente
tenía publicados el estadounidense; que la pieza no se había escrito en
Estados Unidos, y que la traductora, la periodista Thalía Rodríguez, era
cómplice de la trampa. La novela se escribió en Las Palmas de Gran Canaria
en 2012 y su autoría era de quien le hablaba. Sureda dudó. Se enfadó
unos instantes y admitió el mérito: “Juguemos a lo que quieras jugar,
Ravelo”, le dijo.
“Después de ser cómplice del autor, se la pasé a grandes expertos y
amigos que me devolvieron con un aplauso esta obra sin saber que su
autor era canario, consternados por no conocer a M. A. West”, dice Sureda.
M. A. West, decía su falsa biografía, era un tipo en apuros económicos,
con muchos hijos, que escribía para completar un sueldo que le
permitiera sobrevivir.
miércoles, 30 de julio de 2014
Melancolía inútil, disponible en blog
Información para curiosos:
Todo mi libro de poesía Melancolía inútil (mimalapalabra editores, 2012), que incluye algunos poemas de Morir todavía, todos los de Las horas bajas (ganador de los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango, Guatemala, en 2006) y los veinte poemas de Réquiem, disponibles desde ahora en este enlace inútilmente melancólico.
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Poesía
miércoles, 2 de julio de 2014
I CERTAMEN LITERARIO DE CUENTO "CIUDAD CEIBA"
Les dejo las bases para este nuevo certamen literario catracho. Queda poco más de un mes para enviar los textos:
Género: Cuento
Premio: DOS MIL DÓLARES ($
2000) y estancia.
Abierto a:
Sin restricciones
Entidad
convocante: Alcaldía municipal de La Ceiba/ Universidad Tecnológica de Honduras
(UTH Campus La Ceiba)
Fecha de cierre:
8/8/2014
BASES
1. Podrán
concurrir todas las personas que lo deseen, cualquiera que sea su nacionalidad,
con un solo trabajo.
2. El
trabajo presentado deberá reunir las siguientes condiciones :
a)
Estar escrito en español
b)
Ser original e inédito
c)
No haber sido premiado ni estar participando
en ningún otro certamen.
d)
Tener una extensión mínima de 55 páginas y máxima de 85, mecanografiados (Times New
Roman) a doble espacio y por una sola cara.
e)
El tema será libre ¨El jurado podrá otorgar
el premio a la obra que considere merecedora de esta distinción, entre aquellos
libros presentados a concurso literario ¨Ciudad
Ceiba¨.
3. Los originales deben presentarse tanto de
manera física como por correo electrónico :
a) Por
correo postal: por triplicado y sin encuadernar , firmados con seudónimos y
acompañados de un sobre cerrado – en cuyo interior se repita el título del
libro-que contenga nombre, edad, dirección y teléfono del autor/a, así como
fotocopia de identidad, pasaporte o tarjeta de residencia, de ser el caso.
b) Por
correo electrónico: El libro de cuentos que se remita por correo electrónico
será en formato Word.
Se enviaran dos archivos a la dirección Lic.
Nelly Mabel Reyes, Directora de Relaciones Públicas, UTH Campus La Ceiba, con
la mención en el asunto ¨I CERTAMEN LITERARIO CIUDAD CEIBA¨, uno con la obra
que se deberá titular como la misma y otro con la plica que se llamara: ¨plica
[titulo de la obra¨, en la que deberán figurar exclusivamente los siguientes
datos: nombre y apellidos , nacionalidad, dirección , teléfono y cuenta de
correo electrónico, así como una declaración jurada asegurando que el relato no
está pendiente de premio en ningún otro certamen y el carácter inédito del
mismo, email: nelly.reyes@uth.hn
4. El original, sus copias y el sobre cerrado
serán remitidos por correo postal o por e-mail, antes de las 24 horas del 08 de
Agosto del 2014.
5. La entidad designara el jurado. Este estará
compuesto por un mínimo de tres destacadas personalidades de la creación y
crítica literaria. El jurado realizara la preselección y selección final.
6. Antes del 30 de Agosto se reunirán el jurado
y, de entre los preseleccionados, se elegirá el libro ganador que optará el
premio único. Este fallo del jurado será
dado a conocer al ganador el 11 de Septiembre
por teléfono o por correo electrónico, el ganador queda obligado a
asistir al acto de entrega del premio, salvo por fuerza mayor, debidamente
acreditada y documentada, en cuyo caso podrán delegar en otra persona. En el
momento en el que se le comunique que su libro ha sido premiado, se le
informará también del lugar del premiación. La fecha de entrega del premio será
el 26 de Septiembre del 2014, a las 7 de la noche, salvo que por fuerza mayor
hubiese que dilatarla.
7. El premio podrá declararse desierto si el
jurado entiende que los trabajos presentados no alcanzan la calidad suficiente.
En todo caso, la decisión del jurado será inapelable.
8. Los trabajos no premiados y sus
correspondientes plicas se destruirán una vez fallado el certamen.
9. No se mantendrá correspondencia con los
autores de los trabajos presentados
desde la publicación de la convocatoria hasta después de la elección de
los finalistas.
10. La
resolución de todas las cuestiones que puedan surgir o plantearse sobre este
certamen son de exclusiva competencia de la entidad convocante.
11. El
autor de la obra premiada correrá con los gastos de traslado hospedaje y
alimentación de él mismo para el recibo de su premio. Las entidades convocantes
quedan exentas de esta responsabilidad.
12. La
participación en este certamen supone el conocimiento y aceptación de las bases
que lo regulan, así como el acatamiento de cuantas decisiones adopte la entidad
para que las mismas puedan ser interpretadas y aplicadas.
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Noticias
sábado, 22 de marzo de 2014
Náufragos o el talento narrativo de Dennis Arita
Hernán Antonio Bermúdez
“náufragos que sólo alcanzan a reconocerse cuando logran confluir en una
danza o juego” (p.
96)
En el 2008 Dennis Arita inició su trayectoria como narrador al publicar Final de invierno, libro que agrupa
cinco cuentos, el último de los cuales le da el título al volumen. Cabe decir
que su voz autoral no se parece a ninguna otra. Impregnado de atmósferas y
personajes de clara estirpe onettiana, Dennis Arita pareciera trabajar en un taller
secreto del lenguaje, fraguando una estética peculiar que traspasa las
inflexiones de la lengua a su propia búsqueda expresiva.
El linaje de Juan Carlos Onetti en estos relatos se detecta por el clima
de derrota, confinamiento y hastío de los personajes principales. Y aun cuando
ocasionalmente puedan adoptar un inusual aire de liviandad, tiemblan y hacen
relucir su fragilidad subterránea.
Lo que sucede en Final de
invierno es un continuo fracaso, una comprobación tras otra de la
inutilidad de actuar. La comunicación no tiene cabida en este universo cerrado
y gélido (allí, además, para mayor énfasis, siempre hace frío y llueve), y se
la rehúye de manera constante. Así, cuando se desencadena cualquier situación
en que cabría esperar un diálogo, el protagonista se desconecta y deambula en
un ámbito propio y ajeno. Las raras veces en que se intenta establecer una
aproximación con algún interlocutor, ésta ineluctablemente fracasa o se
malogra.
Aparte está el terrible aburrimiento o desazón existencial que domina a
todos los personajes que siempre parecen querer desligarse del sombrío lugar en
que se encuentran (“la vida está en otra parte”, como diría Milan Kundera).
Estos gesticulan como mónadas aisladas, y, si acaso, los diálogos lacónicos
marcan la distancia que escinde al protagonista de los demás personajes o, como
suele decirse, “el mutuo enigma de un ser frente a otro”.
En el territorio literario de Dennis Arita refulge permanentemente la
imagen de oscuridad. Se trata de una opacidad irremediable y de un misterio
difuso que corroe el hábitat de estos cuentos. Es más, se está en presencia de
una manera elusiva, oblicua, de narrar, donde la soledad resulta un fenómeno
del todo pesaroso (desastroso quizá), pero sin
bordear el patetismo. A veces con una trama próxima a la de los sueños, con su
lógica alucinada y sus apariciones (y desapariciones) inexplicables.
En tal sentido, en los relatos de Final
de invierno, emparentados por su textura depresiva y su crispación febril,
la acción narrativa y el contexto que la rodea poseen una cierta condición
onírica: las figuras se coagulan en torno a una lúcida y delirante obsesión de
pesadilla.
En todos ellos, el protagonista, Figueroa en “El río”, Sierra en
“Casas”, Peralta en “Monstruo”, Juan Mendoza en “Edificios después de la
lluvia” y el de “Final de invierno” (cuyo nombre se escamotea), es un individuo
angustiado o bien desmoralizado: se trata de sujetos exhaustos, desengañados,
suspicaces, con los afectos rotos o al borde de la zozobra.
Así en
“El río”, “Figueroa no puede decir si acaba de perder la noción del tiempo y de
las distancias o si ha sido siempre así” (p. 19) y “las sensaciones le llegan
como atravesando distancias cubiertas de niebla” (p. 20). “Todo es para él como
un río llevándoselo hacia la nada” (pp. 24 y 25).
En “Casas”, “Sierra se sentía cada vez más lejos, como si se lo llevara
la corriente de un río, igual que un tronco o una rama” (p. 47), y “es incapaz
de recordar” (p. 46).
En “Monstruo”, a Peralta “lo perturbó la sospecha de que por alguna
razón estaba perdiendo contacto con la realidad” (p. 55) y “todo quedaría en el
límite de lo indefinido” (p. 58).
Mendoza en “Edificios después de la lluvia” se mueve en “la sombra
verdosa y casi submarina en que parecían flotar los objetos” (p. 76).
El cuento titular del libro, “Final de invierno”, es a mi juicio el más
logrado. No por casualidad éste dio su nombre al libro entero. Además, tanto en
él como en “Edificios después de la lluvia” se destaca un “yo” más cargado de
importancia individual: es el narrador. En efecto, estos dos relatos están
escritos en primera persona del singular: cuentan las vivencias y las
reacciones de figuras protagónicas (proto/agónicas) que son, de alguna manera,
una delegación del autor aunque, por supuesto, sin confundirse con ellas. Es
decir, el autor les presta su voz, su estilo, pero los personajes (como no
podía ser de otra manera) poseen las dimensiones de creaturas literarias, con
su peso específico propio.
En definitiva, los protagonistas difieren poco entre sí y parecen
variaciones de un modelo compartido. Eso
sí, la hilación de los hechos discurre lenta, lo que carga a la prosa de una dramaticidad
a ratos exasperante. La valía de los relatos depende más de su ciclo verbal que
de los consabidos componentes anecdóticos que puedan contener. Con todo, el último
cuento es un prodigio de intensidad y de dosificación de los efectos, como un
mecanismo destinado a culminar con el manotazo de la frase final.
Dennis Arita posee, en suma, una escritura depurada, precisión de
vocabulario, pudor expresivo, continuos hallazgos descriptivos y casi ausencia
total de tanteos o vacilaciones (las excepciones son minúsculas). Final de invierno es un excelente
primer libro y le abre paso, además, a Música
del desierto (2011) que confirma y consolida su enorme talento narrativo.
Tegucigalpa, marzo del 2014
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Dennis Arita,
Hernán Antonio Bermúdez,
Reseñas
viernes, 7 de marzo de 2014
La labor de Sara Rolla
Otro pequeño homenaje de Hernán Antonio Bermúdez, esta vez a Sara Rolla:
Desde hace varios años vive entre nosotros Sara Rolla, profesora de
literatura, crítica y ensayista. De nacionalidad argentina, se caracteriza por
la lucidez irónica, el desasosiego y la inconformidad constantes, la finura de
las comparaciones y la capacidad para derivar conclusiones reveladoras a partir
de ellas.
En sus escritos hace ver que el arte literario tiene que poseer un mundo
propio para convencer al lector, así como un estilo capaz de proveer la unidad
orgánica de una sola pieza.
Sara Rolla también hace ver que la escritura y lectura de textos de
ficción produce un efecto bienhechor en la mente humana, al profundizar y
refinar la percepción, además de enriquecer(nos) tanto en el plano emocional
como en el intelectual.
Por lo demás, ella posee algo vital: una visión anti-provinciana,
producto de su sólido y matizado marco de referencias culturales que deriva del
ámbito rioplatense en que se formó. Sus aptitudes le permiten siempre trazar un
diagrama crítico de la obra considerada, rescatando su vivacidad, a diferencia
de los modelos basados en simples análisis de sangre fría, que nunca
satisfacen, salvo quizá a algunas secas
mentes académicas.
Su obstinada labor ha tenido una incidencia para nada despreciable en la
literatura hondureña y ha actuado como fermento y espuela de la ola de
creatividad literaria que experimenta actualmente San Pedro Sula, ciudad donde
reside ya jubilada como docente universitaria.
¡Bravo, Sara!
Tegucigalpa, marzo del 2014
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Hernán Antonio Bermúdez,
Sara Rolla
lunes, 17 de febrero de 2014
Ingrato oficio
Un texto breve de Hernán Antonio Bermúdez como homenaje a dos ases de nuestra literatura hondureña:
Duro, ingrato, es el oficio de escritor en un
país como Honduras, con una débil tradición cultural y un público lector
marginal, rodeado de una masa más bien hostil de indiferentes y de analfabetos.
Si opta por mantener su autonomía, el escritor tendrá que sobreponerse al
desconocimiento y desinterés, además de las prosaicas dificultades del trajín
diario. Así, resulta casi inconcebible que pueda evitar entregarse al
acartonado mundo académico, al engranaje burocrático, a la sabrosa
superficialidad del periodismo local o a la bohemia derrotista, entendida en
sus acepciones de penuria económica, de deliberados excesos y, lo que tal vez
es más grave, de improvisación y facilismo en el terreno literario.
No parece haber otra alternativa, porque la
labor específicamente literaria que puede hacerse para los medios es
esporádica, pero sobre todo pésimamente remunerada en comparación con oficios
más pedestres.
Por eso sobresale el ejemplo de Marcos Carías
y de Eduardo Bahr, quienes tienen hoy, por un lado, la altiva independencia y,
por otro, la formación y sensibilidad cultural, fruto de la insaciable
curiosidad de lectores omnívoros y de su capacidad para transmitir a los demás
lo que van sacando en limpio de un escrutinio cuidadoso y prolijo de su
entorno. Materiales que luego su imaginación y su pluma galana han destilado en
cuentos y novelas.
Vaya ejemplos difíciles de seguir en un país
donde lo usual son las concesiones y el resentimiento. Se me antoja que Marcos
Carías y Eduardo Bahr son mis maestros, pero a renglón seguido me digo que soy
un pésimo discípulo…
Tegucigalpa, febrero del 2014
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Sobre la poesía...
Esto lo opinaba Perinola desde su posición de poeta. Haciendo versos desde la infancia, había descubierto que no querían decir nada; y viviendo había descubierto que el lenguaje servía para decir cosas. Había una incompatibilidad, que era lo que lo había comprometido con la poesía. Porque la poesía, al no querer decir nada con el instrumento que servía para decir cosas, decía algo, que era a la vez algo y nada. Amaba ese enigma, pero estaba convencido de que no podía durar. Era demasiado extravagante. Eso se la hacía más preciosa. Efímera, la poesía era una flor rara que se había abierto por casualidad, y el milagro había querido que se abriera justo cuando él vivía. En el futuro, una humanidad más razonable haría buen uso de la prosa.
Parménides. César Aira.
Parménides. César Aira.