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viernes, 26 de diciembre de 2008
Un día de silencio por Harold Pinter
Sin proponérselo nadie, la historia le otorga un día de silencio al dramaturgo y premio Nobel inglés Harold Pinter. Murió el miércoles pero durante todo el día de ayer nadie dijo nada. Los medios de comunicación mundiales tenían ayer 25 de diciembre su día libre. Pero hoy en todas partes aparece la noticia retrasada: Harold Pinter fallece a sus 78 años.
A nosotros en Honduras nos quedan algunos libros suyos en Atenea y Teatro La Fragua representando magníficamente sus obras.Descanse en paz Harold Pinter. Descansemos en paz nosotros, con nuestra vida a cuestas.
jueves, 25 de diciembre de 2008
Molina, entre el abismo y la montaña
En este breve texto que nos envía un estudiante de la carrera de Letras de la UNAH-VS la poética de Juan Ramón Molina es analizada a través de tres de sus poemas: "Autobiografía", “Metempsicosis” y "El águila". El autor descubre vínculos entre la obra del poeta hondureño y la filosofía de Nietzsche y Schopenhauer. ¿Se trata únicamente de un caso de influencias?
Por Juan Ramón Rodríguez
miércoles, 24 de diciembre de 2008
Atentamente, el Grinch
Por Giovanni Rodríguez
El buen soldado Svejk
Ambos nacieron en 1883 y murieron con un año de diferencia por causa de la misma enfermedad: tuberculosis. Vivían en Praga y eran escritores. Ambos recelaban profundamente de ese Estado moderno hiperburocratizado que se encarnaba en el Imperio austrohúngaro. ¿Una coincidencia más? Los nombres de ambos dieron origen a un vocablo. Bien. Se trata de Kafka (1883-1924) y de Jaroslav Hasek (1883-1923). El adjetivo "kafkiano" todo mundo lo conoce, pero el verbo "sveiquear" no tanto, y viene del personaje Svejk de la primera novela de Hasek traducida al español: Las aventuras del buen soldado Svejk (Galaxia Gutenberg). Veamos un rápido perfil tanto del personaje como del autor:
El resto de la nota pueden leerla en la sección Cultura del diario El País, bajo el título "Svejk, el reverso charlatán de Kafka", con un click ahí atrás, o si no, aquí.
lunes, 22 de diciembre de 2008
Se busca actor porno en H
En el cuento "Prefiguración de Lalo Cura", del libro Putas Asesinas de Roberto Bolaño, volvemos a encontrar otra mención a nuestra "magnífica y terrible" H. Esta vez se trata de un actor porno y les dejamos aquí un fragmento del cuento para que vean lo que le sucedió:
Salvaje ménage à trois con H incluida
Asistamos a este trío, narrado por el poeta real visceralista Juan García Madero, en el que se ve implicado -hasta las heces- el hijo del embajador de H en México, y a las conclusiones de Onán al respecto:
domingo, 21 de diciembre de 2008
Mis mejores lecturas del 2008
Chesil Beach, de Ian McEwan, una gran lección moral, una historia tragicómica y un magistral ejemplo de ironía. Con la maestría y la elegancia que lo caracterizan, McEwan construye este pequeño monumento narrativo a partir de un episodio simple, pero acaba convirtiéndolo en un asunto complejo en el que la extrema cortesía propia de la época y de la sociedad inglesa viene a ser el elemento clave, el más importante para la vida de los personajes.Nocilla Experience, de Agustín Fernández Mallo, que, después de su anterior novela, ha vencido felizmente mis prejuicios. La “realidad Nocilla” ha sido concebida plenamente incluso antes de su fundación, es decir, lo que leemos en la novela son apenas los fragmentos deliberadamente expuestos de esa realidad: una sucesión de historias que, separadas, podrían constituir perfectamente los inicios de muchas otras novelas.El mar, de John Banville, que era la primera novela suya que leía y que me ha llamado a enlistarme en su ejército de lectores fieles. La voz del narrador es memorable, quizá precisamente -paradójicamente- porque su memoria falla, y siempre está dudando de si lo que nos cuenta ocurrió de esta manera o de esta otra. Magistral.Dietario voluble, de Enrique Vila-Matas, porque desde hace mucho tiempo soy un lector irremediable de su obra, y éste es un libro divertido e inteligente que se puede leer como un diario o como un conjunto de artículos o como una novela o como… La vida como una gran novela. Eso es lo que hace Vila-Matas con su vida: observarla –y anotarla- (narrarla) como si de la trama de una novela se tratara.Wilt, de Tom Sharpe, que compré por un euro bajo una carpa en una rambla y que resultó casi tan hilarante como La conjura de los necios. Novela inteligente y humorística, pero humorística en serio. Increíble capacidad de hacer que uno se retuerza de la risa.Casi nunca, de Daniel Sada, una novela con un lenguaje coloquial explotado de la manera más culta posible. En ese sentido, casi tan pegajosa como el Quijote. Y divertida a más no poder. Uno no deja de ver la foto de Sada en la solapa del libro y decir: "¡Qué magnífico narrador!". Y por supuesto que Bolaño tenía razón cuando dijo que de su generación admiraba a Sada porque su proyecto narrativo le parecía el más arriesgado.
La carretera, de Cormac McCarthy, una novela que leí en un par de días porque esa situación extrema de sus dos protagonistas me mantenía en suspenso. Por supuesto esto tampoco habría sido así si la prosa de McCarthy, con esas frases cortas y esos diálogos tan bien logrados, que son como pequeñas lecciones de vida, no me hubiera atrapado desde el principio.Elegía y El lamento de Portnoy, de Philip Roth, un autor que muerde fuerte el tema de la moral gringa y la cuestiona con magnífica ironía.Corre, Conejo, de John Updike, que tanto por la historia que cuenta como por la profundidad de las reflexiones entorno a su personaje principal, me recuerda La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera.Estrella distante, de Roberto Bolaño, una lectura absurdamente postergada no sé si por desidia o porque tanto Bolaño por todos lados llega a joderlo un poco a uno en determinado momento. Afortunadamente le llegó el día a esta genial novelita, a la altura de Los detectives salvajes y de 2666.
Final de invierno, el largamente esperado primer libro de cuentos de Dennis Arita, que confirma la calidad de su escritura demostrada en periódicos y revistas nacionales durante varios años. Cuentos que tienen su revés, porque no siempre lo que se cuenta en ellos es todo lo que cuenta. Algunos cuentos suyos, aunque no de este libro, puede leerlos dando click en La naturaleza del pescador y Monstruo.Desde el hospicio, de Gustavo Campos, único libro de poesía que alcancé a leer completo este año, quizá porque su autor es amigo mío, pero también quizá porque esos poemas no reúnen “versos de imaginería inútil”, como llama otro amigo a este fenómeno tan popular entre nuestros poetas sino porque dan fe del buen lector de poesía que ha sido Gustavo y de lo que, escribiendo, es capaz de hacer. En este libro, en esta poesía la existencia misma es un acto poético. Algunos poemas suyos aquí.
Cioran en el sótano
Ah! Leer los diarios españoles es igual de gratificante que leer los hondureños. Un domingo como hoy, por ejemplo, En San Pedro, me levantaba temprano, caminaba siete cuadras hasta llegar a la esquina del parque y compraba cualquiera de esos diario-revistas que venden por cinco lempiras y me iba al Expresso Americano. Abría el diario-revista al azar y ¿qué creen?: la columna de Rómulo Emiliani. Daba vuelta a la página y otra delicia para el paladar: Salvador Nasralla diciendo que los músculos de David Suazo son más grandes (apetecibles) que los de cualquier futbolista centroamericano (todos feos y pobres y desnutridos). Pero esa es otra historia (la de los diario-revistas hondureños, no la de Nasralla); ahora a lo que vine: una curiosa nota que leo en El País sobre unos supuestos diarios de Cioran encontrados en un sótano parisino. Si quieren leer la nota completa, ya saben, click en el enlace anterior.
Mundos quietos con vida propia
Por Enrique Vila-Matas
sábado, 20 de diciembre de 2008
WBlake, dos siglos después
¿Que más vale tarde que nunca? ¡Que se jodan quienes digan eso! Al menos eso respondería William Blake si saliera de su tumba y se enterara de lo que montarán en la Tate Britain de Londres. Si quiere leer la nota completa, click aquí. Si no, leamos a continuación, que con esto bastará:
Oídos bien cerrados
Tan claro como que el doblaje en el cine es una práctica nociva es el hecho de que la industria que se dedica a esto lo sabe y aún así no está dispuesta a ceder. ¿La razón de esta negativa? Lo de siempre: el maldito dinero, la gran cantidad de gente (otra vez la masa, maldita sea) que dejaría de asistir a las salas de cine españolas porque Brad Pitt y George Clooney no dicen "guay" sino "nice", no dicen "joder" sino "fuck", no dicen "tío" sino "man"; sólo por eso. Todavía no me repongo de la vez en que, cambiando canales en la televisión, di con la película Ojos bien cerrados (Eyes Wide Shut), la última de Stanley Kubrick, y durante los dos minutos que mis ojos se mantuvieron abiertos y mi estómago aguantó aquello, pude ver (y oír, oír sobre todo) a Nicole Kidman decir, luego de una pesadilla, algo parecido a esto: "Soñaba que me follaban muchos tíos, tíos blancos, tíos negros, tíos amarillos, y me follaban, y me follaban, y me follaban". Juro que por un instante estuve a punto de odiar también a mi adorada Nicole Kidman, pero afortunadamente pude deslindar a tiempo la imagen del doblaje. En fin, dejo aquí fragmentos de un reportaje en la edición de hoy de adn.es en su sección de cultura que reabre el debate:
Pero, ¿Por qué se sigue doblando? (Aquí viene lo del pisto):
Me recomiendan a Alice Munro
Una mañana en la oficina, aprovechando que el jefe no estaba cerca, entré al New Yorker y empecé a leer un cuento de una tal Alice Munro. El cuento era "Dimension" y al terminarlo sentí como si hubiera atravesado una piscina por debajo del agua. Cogí aire y leí dos cuentos más. Lo asombroso es que nadie en la oficina me interrumpió. Si hubiera ocurrido lo contrario, presento mi renuncia. Al día siguiente, sobregiré mi tarjeta de crédito ordenando a través de Amazon todos los libros de Alice Munro.Supongo que ya la mayoría ha abandonado HermanoCerdo y esta en el New Yorker o en Amazon. Para los que no, les refiero algo que me ocurrió mientras leía frenéticamente los cuentos. Había leído en un blog que Alice Munro de setenta y siete años abandonó la escritura. Apenado, ideé un plan en que dejaría de leer dos o tres cuentos de cada volumen, de manera que pudiera racionar cuentos de Alice Munro para los tiempos de crisis literaria. Sin embargo, este octubre pasado, en un encuentro organizado en New York, Alice Munro aseguró que todo era una farsa y que estaba escribiendo. Cuando le preguntaron por cuánto tiempo había dejado de escribir, respondió que más o menos tres meses.
Pero lo mejor ocurrió a principio del verano: Terminé de leer el primer relato de Secretos a voces (Open secrets) de Alice Munro, el titulado "Entusiasmo". Me levanté. Apoyé el libro en el respaldo del sillón. Me arrodillé ante él e incliné mi cuerpo en repetidas ocasiones hasta tocar la frente en el suelo, como homenaje al grandioso talento narrativo de la Duquesa de Ontario.
Leyendo a Munro siento que estoy leyendo algo real, ya lo dije. Cada dos o tres páginas doy vuelta atrás y reviso las primeras líneas o las intermedias. ¿Cómo se inicia todo? ¿Tan fácil? ¿Cómo llegamos a este punto? ¿En qué momento esta concatenación de palabras sencillas, sin pretensiones, se transforma en un pequeño universo de personas vivas que no se dan cuenta de que las miro, las sé, me preocupan? Cada cierto tiempo, cuando me deja respirar, me temo que lo que leo es literatura testimonial enmascarada como ficción tal vez para no indisponerme demasiado. Quien cuenta esto, me digo, está sufriendo de verdad. Aquí nadie está actuando.Me siento mal leyendo las historias de Alice Munro. Me duelen.Digo más: Me gusta sentirme mal leyéndolas.
"La íntima relación de la autora con cada uno de los relatos confiere tal grado de conexión entre todos que llega a trasmitirse una cierta sensación novelesca al conjunto". (José Antonio Gurpegui, El Cultural).
"Un variado y suntuoso conjunto sinfónico de historias que eclipsa incluso las más tempranas obras maestras de Munro". (The Seattle Times sobre La vista desde Castle Rock).
"Alice Munro, artífice magistral de algunos poderes de la literatura que en bien de su diversidad sería bueno preservar". (Graciela Speranza, Quimera).
viernes, 19 de diciembre de 2008
Lecturas 2008 en HermanoCerdo
Quesada dice que Anderson dice que la H...
Encuentro en la revista Istmo un ensayo sobre una antología editada por el norteamericano Paul Theroux titulada The Best American Travel Writing 2001. El ensayo se titula “Para tener una revelación, vení a los peores lugares”, título que, si consideramos que esta nota forma parte de nuestra popular sección “El discreto encanto de la H”, ya nos anticipa algo de lo que encontraremos en él. Su autor, Uriel Quesada, no sabemos si estudiante o profesor del McDaniel College de Maryland (si anda por ahí, que nos lo aclare, por favor), centra su trabajo en el primero de los textos incluidos por Theroux en la antología y que lleva por nombre “As Long As We Were Together, Nothing Bad Could Happen to Us”, obra de Scott Anderson, “un periodista norteamericano que ha escrito sobre distintos países y en especial sobre el tema de la guerra”, según nos refiere Quesada. La historia es ésta (en palabras de Quesada, gracias):
“As Long” relata un inesperado recorrido por territorios de La Ceiba, Honduras, cuando Anderson es apenas un muchacho de 16 años de edad. El adolescente ha sido enviado por sus padres para que traiga de vuelta a los EE.UU. a su hermano mayor, Jon, quien supuestamente ha sufrido una herida con machete, y cuya gravedad se ignora. El motivo del viaje se convierte en una parábola del encuentro entre los hermanos –la relación hasta entonces ha sido distante, casi de desconocidos– y de cómo una situación límite permite crear un lazo que perdura por el resto de la vida.
La primera imagen que tiene el lector de La Ceiba se encuentra en una foto que Jon ha enviado a su familia. En el anverso Jon aparece en una playa de “aspecto roñoso” (Anderson, 2001: 3). En el reverso describe las actividades a las que se ha dedicado, entre ellas la recolección de cocos, y de paso menciona el accidente con el machete. El pie no está bien, sino hinchado, quizás con gangrena y hasta es posible que “haya que amputarlo” (Anderson, 2001: 3). Este truco narrativo prepara al lector para que La Ceiba sea un lugar espectacularmente horrible, un sitio primitivo y por ello mismo plagado de peligros. Scott llega a La Ceiba y su primera mención es de un bar, El París. La Ceiba como lugar que se observa está apenas esbozado por algunos rasgos que señalan la ausencia de elementos de confort y modernidad. El Paris, por ejemplo, “es uno de los pocos lugares de La Ceiba con aire acondicionado” (Anderson, 2001: 5). El aeropuerto es “una minúscula terminal” (Ibid). La roña de la playa, el calor, la pequeñez, estos elementos sirven como preámbulo a las grandes conclusiones: “Más allá del sucio vidrio de la ventana”, dice el narrador, “estaba el parque principal de La Ceiba, una desmarañada placita con una estatua oxidada en el centro. Hasta el momento yo no había visto nada en Honduras que pareciera divertido” (Anderson, 2001: 6).
El ascenso por el Patuca, como en narraciones similares, implica un choque entre civilización/ingenuidad y barbarie. Si La Ceiba no era otra cosa que un pésimo lugar, los siguientes poblados a los que llegan los hermanos se encuentran todavía en un estado mayor de fealdad y atraso. Brewers Lagoon, el primero de ellos, está descrito en términos de unos excusados construidos sobre pilotes adonde la gente sube a hacer sus necesidades corporales. Ver a las personas ir y venir es “la mayor fuente de entretenimiento” (Anderson, 2001: 10) para el narrador. Brewers Lagoon es letargo, chavolas infestadas de mosquitos, pantanos y lluvia diaria. Es aburrimiento, que se puede consolar con la lectura de las novelas traídas con el equipaje. La ruta hacia Awas anuncia lo que ese poblado será: un puñado de chozas, indios misquitos –identificados, pero no reconocidos como individuos– y una pequeña tienda donde Jon pretende cambiar sus cheques viajeros. Esto último provoca un comentario del narrador sobre los intentos de su hermano de convencer al dueño del estanco para que reciba los cheques, sin lograr de él más que una mirada de confusión. Los lugares que recorren los hermanos ejemplifican lo que Spurr llama “espacios negativos” (1993: 93). La mirada colonialista destaca ausencias –territorios vacíos, aunque también el vacío incluye las prácticas culturales, políticas y sociales– implícitamente comparando un mundo más civilizado con lo que la narrativa recoge del lugar visitado. Spurr usa ejemplos de varios viajeros, incluyendo Charles Darwin, para señalar cómo los espacios negativos justifican un supuesto derecho del visitante a colonizarlos. Las ausencias permiten la acción del aventurero, la apropiación del espacio e incluso de su gente.
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Parménides. César Aira.