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- ¿Quién era Auxilio Lacouture?
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- Desaparecer o no: that is the question
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- El ascensor de un hotel en H
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sábado, 31 de enero de 2009
Una hora de miedo
viernes, 30 de enero de 2009
JMoreno sobre Thays
Como le decía hoy a Inga, siempre es bueno corroborar que cualquier preconcepción que uno tenga de sus propios escritos va a romperse inevitablemente cuando otras personas los lean y se apropien de ellos. Tal vez esa sea la principal ganancia de liberarlos por ahí. Creo que por eso me impresiona (y hasta me da un poco de vergüenza ajena) la respuesta airada de Iván Thays a los comentarios críticos sobre su reciente novela premiada. Incluso cuando la crítica parece ser a todas luces positiva, o por lo menos no particularmente dura, Thays replica en su blog con una especie de sarcasmo cargado de evidente rabia: No leyeron como debían, dice. No entendieron mis bromas. No supieron apreciar mis juegos. No fueron suficientemente listos. Es triste: Esperaría de un escritor supuestamente consolidado y adulto como Thays una reacción ante la crítica (si alguna) menos torpe, más constructiva. Al fin y al cabo, nadie gana con esos reportes de lectura tanto como él.
miércoles, 28 de enero de 2009
El cuarto
Me gusta este cuarto porque nada contiene
diferente de mí.
Podría ser mejor, pero así lo hice;
durante años lo forjé como un rostro
para mirarme en él.
Amor, no perfección, encontraréis aquí.
Las cosas que lo habitan
poseen la confianza de la naturaleza.
No son muchas o pocas, existen solamente.
Austeridad y paz me ganaron también,
quizás para que no me distraiga
del resplandor de mis sentidos:
los sentidos en selva de objetos
se fruncen y se nublan.
El uso es la humanidad de las cosas.
Por el uso se vuelven una segunda piel.
Lo que se colecciona por vanidad
o se junta en exceso
vida no tiene, yace muerto,
como perla en el puño del avaro.
La mañana del cuarto debe ser clara,
con los objetos necesarios,
a modo de que no se interpongan
entre el sol y nosotros.
José Luis Quesada, La memoria posible (Antología personal)
Contemplar mi propia calavera
Por Giovanni Rodríguez
martes, 27 de enero de 2009
Bolañiana
El difunto escritor chileno Roberto Bolaño ha sido nominado al prestigioso Premio del Círculo Nacional de Críticos Literarios de EEUU por su última novela, 2666, que ha sido reconocida como el mejor libro de 2008 por la revista Time.La editorial neoyorquina Farrar, Straus and Giroux ha hecho posible que 2666, obra cumbre para muchos de Bolaño (1953-2003), se traduzca al inglés y esté disponible en el mercado estadounidense, donde la crítica no ha escatimado elogios para un autor que definen ya como la nueva estrella de la literatura latinoamericana. "La conquista póstuma de EEUU por parte de Bolaño ya está completa", dijo la revista Time.
Cortazariana
Mario Vargas Llosa conoció a Cortázar en el París de los años 60: "Recuerdo que la Unesco celebró un concurso público buscando traductores: la número uno fue su esposa, Aurora Bernárdez, y el segundo el propio Cortázar; en ese momento les ofrecieron contratos. ¡La estupefacción que produjo que ambos los rechazaran! '¿Por qué lo hacéis?', les dijeron. 'Es que preferimos ser temporeros y tener tiempo para leer y escribir', respondieron".
Vuelven los cronopios
En 1953, Cortázar se había casado en Buenos Aires con Aurora Bernárdez, una licenciada en letras de origen gallego que, con el tiempo, se convertiría en la brillante traductora de autores como Italo Calvino, Lawrence Durrell y Albert Camus.Bernárdez, de 91 años, se separó de Cortázar en 1968, pero cuidó de él en sus últimos días y sigue cuidando de su legado. De hecho, ayer presentó en Madrid una edición artística con tres textos inéditos de la serie de Historias de cronopios y famas, según Vargas Llosa, amigo de la pareja, el libro más "travieso" de Julio Cortázar. Ella fue, además, la inspiradora de esos relatos llenos de paradojas. "Un día en la villa Médicis de Roma", contó ayer, "le dije a Julio: 'esta escalera es para bajar no para subir' y él me dijo: 'nunca lo había pensado". Ahí arrancó la colección.Pero, ¿qué es un cronopio? Cortázar decía que el perfil literario de esos seres "desordenados y tibios" se le ocurrió en medio de un concierto de Stravinski. También dijo que Charlie Parker era uno de ellos. Dionisíacos, creativos y un punto surrealistas, los cronopios son lo contrario de los famas, esos apolíneos y pragmáticos individuos que necesitan papel rayado para escribir y que "aprietan desde abajo el tubo de dentífrico".
Se nos fue Updike
lunes, 26 de enero de 2009
Una de panchitos
Cada vez que voy al Museo Naval paso junto al cuartel general de la Armada, donde los infantes de marina, vestidos con uniforme de camuflaje, siempre son tipos con cara de indio. Eso me dispara la sonrisa cómplice, recordándome Nicaragua y El Salvador, cuando fulanos idénticos a éstos, con uniformes parecidos, se daban estopa con valor y crueldad inauditos. A pesar de las apariencias, esos tíos bajitos con cara de llamarse Atahualpa son extraordinarios soldados, bravos hasta lo increíble, duros y orgullosos de cojones. Lo que pasa es que como son chiquitos y con ese hablar suave, despistan. Sobre todo si van en moto de mensaka con el casco a lo Pericles, o pasean el domingo con la familia por el parque del Oeste. El golpe de vista engaña mucho. Pero quien sepa leer en los ojos de la gente, que los mire bien. Y si no, que lea a Bernal Díaz del Castillo.Esto viene al hilo de una carta reciente. Comentando un artículo mío, en el que contaba cómo un comanche pasado de agua de fuego me llamó cabrón y del Pepé por llevar corbata, un lector torpe interpretando sujeto, verbo y predicado, concluye con la siguiente frase: «Hay que joderse con los panchitos». Y para qué los voy a engañar. Ese equivocado compadreo me fastidia un poco. Sobre todo porque veo que mi comunicante no entendió una puta línea. Así que voy a intentar explicarlo algo más claro.En mi opinión, si alguien tiene derecho a estar en España –lo tiene, claro, mucha otra gente– son los emigrantes hispanoamericanos, sean mestizos o indios puros como la madre que los parió. Porque son nuestros, o sea. Somos nosotros. Me troncho cuando aquí decimos que, a diferencia de los anglosajones, los españoles no exterminaron a los indígenas y se mezclaron con ellos. Cuando lees la letra pequeña de las relaciones de Indias, adviertes que los españoles –mis abuelos se quedaron aquí, ojo– fueron a América a buscar oro y a calzarse indias. Y si no exterminaron a los indios, fue porque necesitaban esclavos para las minas y criados para las casas. A cambio, es cierto, los de allí obtuvieron una lengua hermosa y universal. Pero la pagaron cara, y la pagan, con la herencia de corrupción y desbarajuste que la estúpida y egoísta España dejó atrás. Cierto es que llevan doscientos años reventándose solos, sin nuestra ayuda. Pero nadie históricamente lúcido puede olvidar la culpa original. Una responsabilidad que, por otra parte, hace babear a políticos analfabetos y elementales ante golfos populistas que, bajo el poncho de la retórica, tomaron el relevo en el arte de chulear y estafar a su gente.Ahora vienen, buscando futuro, al sitio natural donde los trae la lengua que se les dio y la religión que se les impuso. Vienen a donde tienen derecho a venir, trayendo sangre nueva, ilusión, capacidad de trabajo, idas y coraje, con la determinación de quien no tiene nada que perder. Llegan como carne de cañón, a comerse los más duros trabajos de esta España con la que soñaron. Su error es creer que llegan a Europa. A un sitio que imaginaban civilizado, culto, con políticos decentes y valores respetables. Pero encuentran lo que hay: demagogia, picaresca y poca gana de currar. Y además, la crisis. Así, en cuanto espabilan, algunos se españolizan. Aprenden a mimetizarse con el entorno, a esforzarse lo justo. A ser lo groseros que en su tierra no fueron nunca. A despreciar a estos españoles maleducados que tanto aire se dan pese a ser una puñetera mierda, incapaces de valorar lo que tienen y lo que podrían tener.Descubren también la clave mágica española: el victimismo. Aprenden pronto a explotar la mala conciencia y lo políticamente correcto, a montar pajarracas sabiendo que nadie va a negarles, como a los moros y los negros, el derecho a exigir incluso más de lo que exigen los propios españoles. En todo caso se les dará, no por sus méritos de trabajo, educación o cultura, que a menudo los tienen, sino por el qué dirán, por el no vayan a creer que soy racista, o lo que sea. Y a eso, algunos –no todos, pero no pocos– suman malas costumbres que traen de allí: la afición a ponerse hasta arriba de alcohol, a conducir mamado hasta las patas, y la tradicional bronca de fin de semana, tirando de arma blanca o de otro calibre; con ese orgullo valiente y peligroso del que hablaba antes, y que lo mismo puede ser una virtud que una desgracia, cuando no se maneja con cabeza. Y mientras, las autoridades que deberían acogerlos y educarlos, planificando para ellos una España futura, inevitable y necesaria, emplean su tiempo y nuestro dinero en contaminarlos de la sarna política al uso, adobada con la más infame demagogia. En atraerlos a su puerco negocio, halagándolos de manera bajuna y jugando con ellos al trile de los votos, sin que importen a nadie su pasado, su presente o su futuro. Haciendo lamentar, a los lúcidos, que la suya sea el español y no otra lengua que les permita irse a otro país que de verdad sea Europa.
viernes, 23 de enero de 2009
¿Quién era Auxilio Lacouture?
En Los detectives salvajes Roberto Bolaño narra el viaje de Ulises Lima y Arturo Belano hasta perderse en el desierto de Sonora en busca de Cesárea Tinajero. La novela es también la ascensión y derrota del movimiento realvisceralista, pandillaje poético de los enfermos de literatura, que roban libros y no admiten otra vida que el arte. Es sabido que detrás de Ulises Lima está el poeta Mario Santiago y que Arturo Belano es álter ego de Bolaño, tanto como esos realvisceralistas de la ficción tienen el aura de los infrarrealistas que en los años setenta procuraban hacer polvo las estatuas de la poesía y estropearle los recitales a Octavio Paz.Aunque detrás de los nombres puede que no haya más que la luz fabulosa de un novelista, o la distancia del tiempo y la imaginación para aproximarse a la juventud perdida. En un breve pasaje de la novela el chileno aviva la voz de una “poeta sin obra” amistada con el cuerpo principal del realvisceralismo. En la voz de Auxilio Lacouture, Bolaño cuenta la historia de una uruguaya que en 1968 resiste, encerrada en un baño de la Torre de Humanidades, la intervención militar a la UNAM. De a poco se ha ido conociendo la verdad del episodio, el destino de quien recibió a los represores con la viva voz de León Felipe recitando sus poemas por los altoparlantes de la radio comunitaria. De no haber sido una pesadilla llevada al arte, ese gesto sólo habría cruzado la oralidad hasta el olvido.El negativo de Auxilio es Alcira Soust Scaffo, una maestra de Durazno que viajó a México y conoció a Bolaño en 1970. Tantos años después éste decide escribir narrativa para sobrevivir, y echa mano de quienes se han cruzado en su camino para componer sus novelas. Así la vida de esta mujer que, vista a la distancia, no deja de ser una historia de rebeldía extrema, triste y “bolañiana”.El arte de la ficción es un misterio. Quienes conocieron a Bolaño en sus años mexicanos dicen que era “alciresco”. Nunca es una buena tarea establecer coordenadas entre los personajes de papel y los que están fuera del papel, pues estos últimos suelen ser más arduos e imperfectos que los otros y es más difícil llegar a conocerlos.Tal vez detrás de una ficción no haya más que la vieja habitación de espejos puestos en abismo. De seguro, sin Los detectives salvajes y Amuleto, la belleza personal de Alcira se hubiese borrado con la misma pasión voraz con la que vivió, tal como esos jóvenes latinoamericanos en la intemperie miserable de las calles: los poetas que llevaron su vida y su canto y sus sueños rumbo al matadero.En una de las fotografías de la pandilla infrarrealista tomada en el bosque de Chapultepec en un día soleado de 1975, aparecen abrazados Macario, Bolaño, Santiago, Orlando Guillén con su libro de Saint John-Perse, Julián Gómez, Bruno Montané y una mujer que sostiene un bolso y sus papeles. Ella, que a veces se dice “charrúa”, es más o menos treinta años mayor que el resto de los amigos.Faltan años y decepciones antes de que Bolaño invente a Belano y le haga decir a Auxilio: “Soy la madre de la poesía mexicana”, o más íntimamente: “Yo conocí a Arturito Belano cuando él tenía diecisiete años y era un niño tímido que escribía obras de teatro y poesía y no sabía beber”.
Alcira tardaría 36 años en regresar de su viaje mexicano. Entre sus familiares esa aventura tan lejana tomó, con lentitud, el espesor de un mito. Sus amigos poetas veían en su existencia vulnerable una densidad que estaba destinada al arte: Bolaño le dio un lugar en el amplio fresco de Los detectives..., su libro más épico y picaresco, y le dio luego un libro entero y la voz del monólogo extenso de la novela Amuleto, donde relata otros episodios de la represión del 68.
Bolaño ha dejado de ver a Alcira desde 1976. Puede que su hermana Salomé le pase noticias. Escribe en Cataluña Los detectives salvajes, publicada en 1998: la voz de Auxilio lo persigue y el monólogo de pocas páginas obliga al escritor a continuar con el manuscrito de Amuleto: una novela musical para un solo instrumento que abría una trilogía interrumpida, que el chileno continuó con Nocturno de Chile. Son “piezas teatrales, de una sola voz, inestable, caprichosa, en diálogo con su destino”. El destino que asume para la protagonista de Amuleto es el de quien ha dejado todo para perderse en la poesía y el horror. Se dice que Alcira blasfemaba un poco: “¡Pinche Roberto!, por qué no me saca de esos libros…”. Ese supuesto rechazo a verse retratada por Bolaño no es más que una fantasía de la radicalidad postinfra, de la ortodoxia: Alcira estaba desaparecida cuando un espejo de ficción tomó su imagen.(…)El hilo de Los detectives salvajes y el final alegórico de Amuleto han fijado la leyenda y su fidelidad a la poesía, un canto a la solidaridad y un amor interminable a las cosas que acabarán en el despeñadero, como le gustaba decir a Bolaño. La Alcira de los testimonios convive, cálidamente, con Auxilio Lacouture: cuando se perciben en una realidad cuyo sentido es dado por la historia (documental, ficcional) se recupera un espectro que pertenece al arte. En una entrevista, Bolaño recordaba a Alcira a través de las ficciones: “Ella es como la testigo amnésica de un crimen que intenta recobrar la memoria, así que en ese sentido actúa también como una metáfora: los latinoamericanos hemos presenciado crímenes que luego hemos olvidado”. Ése es el pueblo que una mujer ganó al borde de la muerte y ésa es su metáfora y su inmolación. La existencia como una obra en la historia del desequilibrio.
jueves, 22 de enero de 2009
Roberto Sosa, novelista por un día
“…he llamado a Roberto Sosa, cuyo número de teléfono no figura en la guía telefónica de Tegucigalpa.Había llamado por primera vez, desde San Salvador, a su homónimo quien, lejos de parecer decepcionado o irritado, habituado tal vez a que se dirigieran a él, siquiera unos segundos, como si fuera el poeta más famoso de Honduras, me facilitó amablemente el número de teléfono del otro Roberto Sosa”.
“La primera vez que nos vimos, Roberto Sosa me aseguró, por provocación, que si sólo escribiera poemas era para precaverse de la pesadez siempre un poco estúpida de la labor de creación novelesca. Sonreía al recordar la frase de Jorge Luis Borges, según la cual es mejor fingir que esos libros han sido ya escritos, y ofrecer de ellos un resumen, un comentario. A veces les ofrece argumentos a sus amigos, considerando que esa actividad puede cuando mucho constituir un juego de sociedad. Esta noche me propone que inventemos juntos la trama de una novela cuyo título elige: El asesinado.Sorbemos también esas bebidas inspiradoras, invocamos al saludable genio de Johnie Walker mejor que el de William, y desarrollamos por turnos una intriga sobre el incierto futuro del comando Tupac Amaru, que sigue parapetado en la residencia del embajador de Japón en Lima. ¿Será el asesinado el presidente de la república de Perú, Alberto Fujimori, o bien Néstor Cerpa Cartolini, el jefe del comando?Pero nosotros, que no somos amnésicos, que disponemos de los recuerdos del futuro, y hemos leído el ejemplar de El Nuevo Diario (¿Será que se refiere a El Nuevo Día o había en 1997 en Honduras un diario con ese nombre?) del miércoles 23 de abril de 1997, sabemos ya que los catorce miembros del grupo serán abatidos, morirán acribillados de balas en una operación del ejército peruano, al amanecer, después de habérseles prometido un avión para huir a La Habana.El narrador que yo le proponía seguiría la historia de lejos, a través de la lectura de los periódicos. Es un viejo espectro vestido con un impermeable mugriento, tocado con una gorra de béisbol rojo vivo con una larga visera. El libro que escribiría sería un tratado puramente formal y binario: leería dos periódicos, en dos capitales de dos países fronterizos, dos viernes consecutivos. No sabría ya muy bien si está sentado ante unas hojas desparramadas al fondo del patio del bar Paradiso de Tegucigalpa o en la terraza del snack-bar Morocco de Managua, o incluso en la cantina de Los Pescadores de La Libertad, con hules en las mesas, donde temblequean unas velas y penden guirnaldas de bombillas multicolores en el cielo rojizo del crepúsculo. Junto a la barra, un juke- box desgrana boleros y entonces la ve, la adivina cada noche en medio del centelleo cegador que desciende sobre el Pacífico, y que dibuja por un instante su silueta borrosa a contraluz…”
miércoles, 21 de enero de 2009
La H y la estatua de Morazán
“…y según Sergio Chejfec, pueden cometerse otros errores más graves, o divertidos: sabía yo, por ejemplo, que la estatua de Francisco Morazán, en la plaza Morazán de Tegucigalpa, era en realidad una estatua del mariscal Ney”.
“…me concentré en un artículo de Eduardo Bahr, en el que rendía homenaje a Tegucigalpa, y que arrancaba con este inventario de la ciudad: dos ríos, doce puentes, seis montañas, dos catedrales, cien minas de oro abandonadas, mil calles, dos avenidas, cincuenta guerras civiles, quince gobiernos de uno a dos meses, un gobierno de dos días, seis dictaduras militares, una tiranía de dieciséis años, dos ciudades gemelas…Respecto a la estatua ecuestre de Francisco Morazán, refiere, unas páginas más adelante, la pelea que tuvo con Gabriel García Márquez, un día en La Habana, a raíz de que el colombiano recogiera y propagara ese viejo rumor, según el cual la comisión de expertos en bellas artes, enviada a París para encargar la estatua de Francisco Morazán –la ocasión no era tan frecuente- entre cenas finas y revistas lijeras, no tardó en dilapidar las lempiras (sic) o las pepitas de plata del gobierno hondureño, conservando lo justo para regresar al país tras la adquisición, a precio de saldo, de una estatua ecuestre del mariscal Ney desechada por la Restauración”.
“Aquella misma noche invité a Roberto Castillo a cenar a una de las cantinas con techo de paja, donde las cenas finas consisten en rodajas de caracoles de mar y de huevos de tortuga. Su mirada se ensombreció de inmediato y recorrió recelosa los rostros de los clientes de las otras mesas, como si acabara de proponerle un golpe de Estado o un atentado”.
Sobre todo este rollo de si la estatua de Morazán es auténtica o no, Miguel Cálix Suazo escribió un libro (publicado en 2005) precisamente con el título kilométrico de Autenticidad de la estatua de Morazán del parque central de Tegucigalpa. Ahí despeja de una buena vez todas las dudas y se despacha también a García Márquez con unas cuantas líneas.“El honor ultrajado tuvo una pronta y categórica respuesta: a la mañana siguiente me encontré en la recepción del hotel, el Lesly´s, otros artículos que aplastaban definitivamente el escorpión de ese rumor (…): la estatua ecuestre era obra del escultor Morice (…). Fue fundida, como lo demuestra un certificado, por la casa Thiébaut Hermanos (…). Y sólo el corte del uniforme pudo generar semejante calumnia.El general Francisco Morazán no era soldado de carrera. Había combatido en tres o cuatro ejércitos de diferentes nacionalidades, cuyos uniformes no estaban claramente catalogados en la historia militar, de modo que el escultor parisino le había endosado lo que la Escuela de bellas artes de París consideraba que podía ser un uniforme de general durante la primera mitad del siglo XIX (…).La mañana siguiente, tras leer los diferentes artículos que Roberto Castillo había mandado dejar para mí en la recepción del hotel, junto con los últimos números de su revista Galathea, (…), decidí que, en previsión de que las vicisitudes de la historia me obligaran algún día a solicitar un pasaporte hondureño, convenía poner fin a la polémica, y en lo que a mí respectaba, la estatua de Francisco Morazán era la de Francisco Morazán”.
"Sin nombre" y su buena estrella en Sundance
"Pero sin duda el filme que ha dejado a todo el mundo hablando fue el que completó el doble programa del domingo en el Eccles. Producido por Canana Films, la productora de Luna y García Bernal, y Focus Films, Sin nadie (sic) es también un debut de director, el de Cary Joji Fukunaga, norteamericano de origen japonés. Se trata de un file de bajo presupuesto con actores casi desconocidos y hablado tanto en castellano como en el argot que utilizan las pandillas. Fukunaga relata en tono de thriller el viaje de una chica hondureña (Paulina Gaitán) a través de territorio mexicano para llegar a EE.UU., y su relación con un integrante de la Mara Salvatrucha (el hondureño Edgar Flores)".
Desaparecer o no: that is the question
Por Giovanni Rodríguez
martes, 20 de enero de 2009
RCastillo soñó que llovía sobre su biblioteca
“Luego había vuelto a sonar el teléfono: Roberto Castillo proponía que nos viéramos a las diez en el bar del hotel”.
“Sentado ante un café en la barra del hotel Istmania, Roberto Castillo evoca su sueño de anoche: llovía en su biblioteca. Están reparando el tejado de su despacho en plena estación seca, y ha soñado que bajaba de las montañas una tormenta e inundaba su casa. Observa con recelo las nubes y los buitres que vuelan por encima de la antigua comisaría del general Álvarez”.
“Fina barba negra de marino, pelo negro y rostro sonriente, severas gafas de cura, Roberto Castillo manipula con precisión y calma de letrado, filósofo en la universidad de Tegucigalpa y erudito narrador, un enorme Mitsubishi equipado con brújula y altímetro, y un indicador de inclinación del vehículo cuya aguja observamos por las serpenteantes callejuelas del barrio de El Bosque al norte de la ciudad”.
El ascensor de un hotel en H
"Salir del ascensor del hotel Istmania, de nuevo indemne pese a los inquietantes ruidos de poleas, supone cada día un renovado placer".
"Me he llevado el periódico al lóbrego restaurante del hotel Istmania, que tal vez tuviera un toque elegante en los años cuarenta, desmesuradamente grande y alto de techo, gruesos manteles blancos almidonados, cuadriculado en relieve del planchado sobre la tela áspera y acartonada, barra de madera roja, rematada con espejos e hileras de botellas de aguardiente cuya visión me produce mareos esta mañana, de modo que he elegido un lugar que los sustraiga a mi mirada vidriosa".
Patrick Deville y la H
"Llegué a Centroamérica con el proyecto de escribir la vida de William Walker, un aventurero norteamericano del siglo XIX que se embarcó en una expedición bastante catastrófica rumbo a México, que llegó a hacerse elegir presidente de Nicaragua y que acabó fusilado en Honduras. Mientras recorría aquellos lugares siguiendo las huellas de su ejército fantasma, me pareció que, durante los dos últimos siglos, esa región del mundo había sido tan pródiga en héroes, traidores y cobardes como las provincias griegas y latinas de la antigüedad. También allí los hombres soñaron con ser más grandes que sí mismos y a menudo fracasaron. Empecé entonces a registrar las vidas de Simón Bolívar y de Francisco Morazán, de Augusto César Sandino, asesinado por el primer Somoza, o incluso del llamado Che.50, un agente doble enviado para espiar al verdadero Che en Sierra Maestra".
En el principio fue Poe
lunes, 19 de enero de 2009
¿Cómo narrar en América Latina?
"¿Cómo narrar en América latina, donde un hombre acribillado a balazos no es noticia, y donde una bolsa con siete cabezas humanas es apenas un sueltito en un periódico de la mañana?".
Cómo narrar en América latina es una pregunta siempre vigente para la cual distintas generaciones de escritores fueron elaborando respuestas en forma de novela. El realismo mágico, los sortilegios del boom, la rebelión del posboom, los outsiders de la vanguardia estilo Bolaño y Aira, y estos jóvenes contemporáneos maduros de diversas formas y preocupaciones, a los que no los unen el espanto ni la ortodoxia ni la envidia ni la tentación de lo exótico sino simplemente la vocación por narrar con una libertad estética inédita. "La única regla para mi generación es que no hay reglas", dice el colombiano Juan Gabriel Vásquez. Además de Castellanos Moya y de Vásquez, fueron entrevistados para este informe especial de adn cultura el brasileño Daniel Galera, el peruano Santiago Roncagliolo, el colombiano William Ospina, el peruano Daniel Alarcón y el boliviano Edmundo Paz Soldán. Hay muchos más nombres en el Gran Seleccionado Latinoamericano. Pero este grupo sin antagonismos, que pasó recientemente por Buenos Aires, los representa de alguna manera a todos. Los dos faros de estos escritores son precisamente Bolaño y el mexicano Juan Villoro. El primero, por la mezcla de la experimentación literaria con el interés político. Y el segundo, por la reinvención de la crónica novelada como género y la diversidad de intereses: Maradona, Yeats, Rolling Stones, el narcotráfico, el cuento, el teatro, la novela, el ensayo, el fútbol.
Que yo recuerde, sí. Pero el tiempo en el que me formé se ha ido. Sobre todo, porque me tocó crecer en un mundo hostil a la literatura. Aquella era una sociedad que empezaba a polarizarse y en la que se miraba al escritor con suspicacia y desprecio. La generación anterior ya se había radicalizado políticamente y por eso el solo hecho de ser escritor lo convertía a uno en sujeto de sospecha.
Los últimos años yo viví la política como periodista. Y el periodismo es la mejor manera que encontré para ganarme la vida. Por supuesto, mis novelas tienen un paisaje político intenso, porque muchas de ellas retratan momentos de la vida centroamericana, marcadas por un gran conflicto político y social. Pero yo no tengo pasiones políticas, sino curiosidades.
Sí, por eso yo digo que mis novelas no son políticas, porque las tramas no están determinadas por el juego del poder. En mis libros, los personajes son gente desencantada que alguna vez tuvo algo que ver con la política, pero que vive pasiones personales.
No, yo he tenido dos maneras de escribir. Una corresponde a un impulso, que es una escritura casi por posesión, y en la que parece que el libro ya está escrito dentro de mí. Así han sido El asco, Baile con serpientes e Insensatez. La otra manera es, yo diría, más profesional, con una metodología establecida, una rutina diaria y un plan más o menos definido. De esta manera escribí El arma en el hombre y Tirana memoria, entre otros.
Mucho de lo que pasa hoy en las letras de nuestra continente es un efecto de la obra de Bolaño. Pero, al mismo tiempo, y desde hace ya varios años, la nuestra es una literatura que ha ganado madurez. No tiene que demostrarle nada a nadie, porque hemos dejado atrás la adolescencia. Hay todo tipo de corrientes, todas válidas, más allá de la calidad y de los gustos. Está la vertiente social, la experimental, y propuestas que buscan hacer una ficción más del tipo europea pero desde Latinoamérica. El debate sobre qué es lo válido y qué no ha perdido vigencia.
Pues lo que está bien escrito y agarra al lector y no lo suelta, más allá de cómo o desde dónde.
domingo, 18 de enero de 2009
La sal dulce de la palabra poesía
Del fuego, en un principio,
los dioses de los primeros hombres
que lo vieron y lo amaron fueron haciendo, solos,
la mujer.
Esculpieron temblando sus senos absolutos,
la ondulación del pelo,
la copa de su sexo, más complicada, por dentro,
que el interior de un caracol marino.
Delinearon a pulso la sombra de su sombra,
la curva y mordedura de ese juego del fuego
que sabe a rojo virgen debajo de la lengua
y levanta
la súbita belleza de una brasa en los ojos.
Desde entonces, su cuerpo
se hizo pudor tocable en carne y hueso.
Digo mujer,
la sal dulce de la palabra poesía.
Roberto Sosa, Máscara suelta
miércoles, 14 de enero de 2009
Sin nombre
Sin nombre es producida por Focus Features de EUA y Canana Films de México, la productora de Gael García y Diego Luna. "Estoy muy complacida al descubrir talento en Honduras", manifestó Amy Kaufman, productora de la película. En el equipo técnico también trabaja la hondureña Erika Archaga, quien ha sido contratada como entrenadora de diálogos. Esta joven de 16 años está a cargo de la importante tarea de entrenar en el "acento catracho" a los actores mexicanos que interpretan papeles de hondureños en la historia. Edgar y Erika viajaron a México en octubre pasado y las jornadas de rodaje iniciaron en el distrito federal con los decorados de Tegucigalpa reproducidos en locaciones de la ciudad mexicana. Actualmente el equipo se encuentra en la ciudad de Veracruz completando las últimas jornadas de rodaje. Edgar interpreta al personaje de Willy, protagonista del largometraje que relata el viaje hacia el norte de una familia hondureña y otros migrantes tras el "sueño americano" y que se enfrentan a las amenazas de los pandilleros de la mara salvatrucha.
La casi inexistente patria
Por Giovanni Rodríguez
domingo, 11 de enero de 2009
Nueva cara
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