miércoles, 30 de diciembre de 2009

Todo Onetti



JCOnetti.
Muy pocas veces ocurre que, después de leer uno o dos libros de un escritor que nos ha maravillado, nos queda la sensación de que cualquier otro libro suyo será igualmente bueno. A mí me ha ocurrido con J.M. Coetzee, por ejemplo. Siempre que aparece un nuevo libro suyo lo busco con la certeza de que me gustará como me gustaron los anteriores, o quizá más. Y me ocurre también con Onetti. Por eso, ahora que encuentro este artículo de Ignacio Echevarría en elcultural.es no dudo en subirlo al blog, porque sé que muchos pensarán lo mismo: a Onetti hay que leerlo completo.
Si se piensa en los intereses y apetencias de un lector común, son pocos los escritores de los que cabe recomendar la travesía de sus obras completas. Onetti es uno de ellos.

No es una simple cuestión de calidad, o no solamente. Hay escritores muy valiosos de los que la sola idea de tener que leerlos enteramente resulta abrumadora. No es el caso de Onetti, cuya obra, lenta y relativamente escasa, cabe toda, muy holgadamente, en tres volúmenes, ni siquiera demasiado gruesos. El recorrido íntegro de esos tres volúmenes alcanza enseguida una altura sorprendente, y apenas ofrece altibajos. La obra de Onetti es como un altiplano: una vez acostumbrado a esa altura, hecha su respiración a su atmósfera, el lector transita por ella sin esfuerzo. Lo que tiene por delante no es tanto una ruta como un paisaje, y éste se le hace pronto familiar, como pronto lo serán, asimismo, sus habitantes.

Se ha destacado abundantemente la sorprendente madurez con que Onetti irrumpe en su propio mundo, en su propio estilo. En este sentido, cabe referirse a él como un escritor sin prehistoria. Apenas se puede hablar en su obra de una etapa de formación. Después de El pozo (1939), las novelas Tierra de nadie (1941) y Para esta noche (1943) acusan una episódica vacilación del rumbo a seguir, consecuencia de unos años por otro lado repletos de todo tipo de llamamientos para un escritor políticamente concienciado, por mucho que su compromiso con la escritura fuera impostergable. Ya la siguiente novela, sin embargo, La vida breve (1950), funda el territorio que el resto de la obra no hará más que explorar y que poblar.

Y con los cuentos ocurre otro tanto. Baste señalar que una pieza magistral como “Un sueño realizado” (1941) es el quinto cuento que Onetti publica con su firma. Entre sus cuentos y novelas, por otro lado, se despliega un espacio incierto en el que resulta difícil, en muchas ocasiones, decidir a qué modalidad conviene adscribir una pieza u otra.

Labilidad genérica; recurrencia de escenarios, de personajes, de motivos temáticos; continuo estilístico: el territorio narrativo de Onetti no ofrece apenas promontorios desde los cuales jerarquizarlo. Las obras completas de este escritor configuran, así, una perspectiva circular; admiten ser abordadas desde cualquier punto, sin que el itinerario escogido, por aleatorio que sea, desfigure el efecto del conjunto. Con muy buenas razones cabría dudar entre emplear aquí la etiqueta de obras completas o, más ceñidamente, la de obra completa.

En sus aledaños queda, en cualquier caso, la obra periodística, que apenas ocupa una sexta parte de la extensión total de la escritura de Onetti. Una proporción muy pequeña, si se considera que, desde muy temprano, el periodismo fue el medio con el que Onetti se ganó la vida, y es en su marco donde se fraguó su vocación de escribir. Pocos escritores contemporáneos, sin embargo, aparecen menos contaminados por su práctica.

Por mucho que Onetti se sirviera del articulismo como herramienta de intervención y de agitación en el campo cultural, jamás fue tentado por el periodismo entendido como práctica literaria. De hecho su poética como narrador -su escepticismo, su profundidad, su lentitud, su ensoñamiento- se sitúa en el extremo opuesto de toda pretensión de confundir las fronteras entre periodismo y literatura. Aquél nunca actúa, en su caso, como levadura de ésta. Tanto más aleccionador resulta, en consecuencia, el contraste entre estas dos vertientes de su obra. Un contraste que prueba, más concluyentemente que ningún otro argumento, el concepto insobornable que Onetti tiene de la escritura, y su indiferencia hacia todo cuanto implica su instrumentalización.

martes, 29 de diciembre de 2009

“De trece solo me quedan dositos”

(Balbina Martínez -BM-, 1965)

La siguiente es una reproducción de una entrevista entre Balbina Martínez, campesina de tradición lenca, y Anne Chapman, autora del libro Los hijos del Copal y la Candela (1992), estudio etnológico sobre los ritos agrarios y tradición oral de los lencas de Honduras.

Pese a que la entrevista está fechada en 1965, en la actualidad no hay muestras que indiquen que los campesinos de tradición lenca vivan en condiciones humanas dignas a pesar del “desarrollo, la paz y la democracia” (tradúzcase a “pobreza extrema”) a la que la población hondureña está condenada.

De trece solo me quedan dositos”

Relatado por Balbina Martínez en entrevista con la autora. (Foto 5)

ACh. Es el 6 de agosto de 1965. Estamos en La Esperanza. Quisiera que me contara del primer hijo que tuvo.

BM. Fue varoncito el primerito. Lo tuvo del hombre (esposo). Nunca tuve familia de otro, viví con uno sólo. Me entregó mi abuelito a los doce años. Lo pasaba muy triste porque a los dos meses de haberme entregado, él puso las manos a golpearme. Por eso ando yo por donde quiera. Por la ignorancia de ellos, los hombres, la sencillez, por eso me resistí (aguanté) a vivir sólo con él, como soy casada. Únicamente quiero vivir con él por los hijos, porque no se mueran mis hijos porque con otra madre se mueren y si se mueren, mejor que tenga yo el gusto de enterrarlos, yo con mis manos.

ACh. ¿Cuántos hijos ha tenido?

BM. He tenido trece de familia. Sólo dositos me quedan y una nietita que tengo, no más. Sí, todos se me han muerto por descuido, por la pobreza, por el hombre (esposo) que no les hacía caso, ni daba remedio, ni esperanzas.

ACh. ¿Cómo fue que murió el primero?

BM. Se murió que nació, porque cargamos un muerto, el hombre y yo. Cargamos un muerto. Sólo faltaban ocho días para nacer y nació muerto el niño. Dicen que es malo cargar un muerto. Yo lo cargué y el hombre también. Sí yo lo cargué porque no había otra persona, no había ni una de la familia quien nos ayuden a cargarlo y eso fue lo que me cayó mal.

ACh. ¿Quién fue el muerto?

BM. Un tío mío, Gustavo Alejos. Allá vivíamos más allá de San Nicolás (una aldea del municipio de Intibucá) y para venir a sepultar a la gente muerta que teníamos que llegar a San Nicolás, fíjese, un día de camino. Ya estaba para nacer el niño y andaba yo cargando el muerto. Sólo ocho días le faltaba al niño para nacer en el mundo. Nació todo negrito.

ACh. ¿Después de que nació se enfermó usted?

BM. Casi me morí, porque se me inflamó el cuerpo. Estuve cuatro días parada, e hincada. Aguanté aquél sufrimiento.

ACh. ¿Pero no había partera?

BM. Sí, había. Me pusieron dos comadronas pero nada fue posible. El segundo se me cayó porque me pegó la fiebre en Río Blanco. Las aguas de Río Blanco son malísimas, peor para una señora que está encinta. Me pegó fiebre, no aguanté más, nació de sólo ocho meses. Andando en el camino se me vino el niño. Nos entramos en una casa vacía y allí estuve como ocho días.

ACh. ¿Su marido estaba con usted?

BM. Sí. Sí allá andaba. Sólo nosotros dositos. El niño aguantó como quince días. También nació negrito y se murió a los quince días porque no tomaba nada de leche, nada, nada.

ACh. Y ¿el tercero, cómo fue?

BM. El tercero se crió. Era mujer, tuvo una hija que me dejó, pero ella se murió porque le hizo mal el hombre que tenía. Se murió de veinte años. Yo crié la hija, mi nieta. Allá está ahora. Yo la mandé a confirmar cuando vino el obispo. Pues de allí el cuarto se murió chiquita, se me la quitó la suegra. El hombre (esposo) me quería dar una gran macaneada (golpe con una macana). Me asusté pues ya de noche agarró un cuchillo para matarme. Entonces corrí con mi hijita y mire la suegra me la quitó del lomo, como estamos acostumbradas siempre de andar llevando las criaturas en el lomo con un trapo (chal). Pues llegó y me la soltó del trapo y se la llevó. Sí, yo tuve miedo. Toda la noche batallé con el hombre y con la suegra para que no me la quitara. La chiquita va de llorar. Lloraba por mamar como estaba de tres meses. Me la agarró la señora (la suegra) y se me murió la chiquita a los cinco meses en poder de la suegra. Dice que se quedó toda delgadita. Como ya no me la quería devolver, mejor me fui. Me fui para abajo, donde mi familia. Vino el hombre a buscarme, desbaratado estaba. Vino donde mis abuelitos a traerme. Por una parte contemplaba a mí, porque a una mujer le pasa eso. Pasa así porque los hombres de aquí de nosotros los intibucanos son muy ignorantes y uno de mujer sufre, porque así es la vida.

ACh. ¿Las mujeres nunca se pueden defender?

BM. ¡Y cómo se defienden las mujeres! No se dejan. Hay mujeres aunque sean casadas se van para otro lugar. Se van porque no les gusta el tanto sufrimiento.

ACh. ¿Volvió con su esposo cuando la fue a buscar donde sus abuelos?

BM. Sí, como no, tuve que obedecerle otra vez a mi abuelito. El me dijo que me fuera otra vez con él, que lo tenía que hacer. Tenía yo que obedecerle a mi abuelito como él estaba como mi padre. Yo quedé de añito (un año) huérfana (de padre) porque mi padre fue ingrato también y dejó a mi mamita. Y a los diez años murió mi mamita. Entonces me desbaraté. Me fui con un tío pero era brava la mujer de mi tío. Mucho me ignoraba (negaba) la comida. Me mandaba hacer mandados: traer leña, traer agua. Todo lo hacía para la mujercita, bien brava ella. Y en la parte del almuerzo aguantaba yo pues no me daba de comer. Entonces me fui a donde mi abuelito porque la mujer de mi abuelito era buena. Y como ordeñaban dos o tres vacas, allá yo comía a gusto.

ACh. ¿En qué lugar vivían?

BM. En Río Blanco. Pero no fue por mucho tiempo porque luego fui con el hombre cuando tenía doce años.

ACh. ¿Por qué se fue tan joven?

BM. Pues mi abuelito no me quería vestir. Ya no me quería ni mantener, como ya estaba viejito y no podía ni trabajar. Ya en eso que llegó la mamá del hombre a pedirme, me dice mi abuelito, “Váyase, váyase, me dice, porque aquí va andar con el bojote (lío) llorando”.

ACh. ¿Era joven también su esposo?

BM. Sí pero tenía ya una mujer maciza. Afuera la tenía, engañada. Y cuando me entregaron a mí me llevó ya para su casa, él echaba chismes a la otra mujer. Mejor no andar alegando cuando (el esposo) tiene mal modo. Cuando se embolaba (emborrachaba) me cinchaceaba (pegaba). Y en bueno también. No podía retirarme. No había otra persona (además del abuelo) que me dé un consejo. Si no me hubiera retirado tal vez. Si hubiera vivido en otra parte quizás hubiera pasado bien.

ACh. ¿Y los demás hijos que vinieron después?

BM. Después murieron, de vómito, de colerín, de colerín con vómito. Uno murió de siete años, uno de cuatro, otro de cinco. El más tiernito, de catorce meses. Era varón también. Murió con un gran dolor en el estomaguito. Vomitaba la leche y obraba pura leche.

ACh. ¿No había medicinas?

BM. Nada. Aquel hombre (el esposo) era un palo. Allí está ahora sufriendo. No puede madrugar para hacer su trabajo. No puede hacer casi nada por la enfermedad. El hielo le cae mal. El agua le cae mal y el sol le cae mal. Pero está trabajando cuando puede, gana dos pesos (lempiras) por día.

ACh. ¿No hay curanderas en San Nicolás?

BM. Habían pero se murieron. Ahora ya no hay nadie que verdaderamente haga un remedio bueno… allí vivimos en la montaña arriba de San Nicolás. Eso sí es muy bueno para el maíz.

ACh. ¿Tienen milpa?

BM. Nada. Nada. Hay unas matas de plátanos sembradas.

ACh. ¿Cuántas?

BM. Ya más cien. El café lo mismo como cien palitos. Más, son más de cien. Yo los sombré. Y ahora el hombre quiere vender para beber el pisto (dinero). No importa el hijo (que tiene doce años). Ni la hija (de veintidós años) menos. Es que la muerte lo tiene (como) loco por eso es que quiere vender, y barato, fíjese en veinticinco pesos. El mismo que se nos va a vender el terreno, ahora que alguien lo quiere comprar. Para los veinticinco pesos, le digo yo (al esposo) en el momento se les mira galán el pisto, pero ya dentro de unos días ya no tiene uno nada. Queda uno lavado. Yo sembré los palitos y los cuidé. Si vende el terreno, antes yo echo el machete a todos los palos y será la pura tierra que compra (se ríe). Se dice que la mujer no tiene derecho. Por eso lo quiero asegurar con la carta de venta. También por el hombre porque después (si lo vende) va andar llorando por su tomita de café. Yo no envidio a nadie. No envidio las personas por envidiarme porque el Señor castiga por andar envidiando. No envidio a nadie por la tierra (propiedad). La tierra sufre. Sufre cuando la pateamos y se va a quejar con Nuestro Señor, por lo que la pateamos, la meallamos (orinamos), la cagamos.

ACh. ¿Usted hace algún “pago” a la tierra?

BM. Sí lo hacemos la compostura. No ve que los dueños (duendes) de la tierra allí están. Eso lo sabemos nosotros que somos indios. Todos nosotros allá (por San Nicolás) todos componemos, en el nombre de la siembra (la milpa), el café, la huerta, para que queden (los duendes y ángeles) alegres y contentos…El Señor de Intibucá es el que más puede. ¿Verdad? Él está allí presente. Es el que más entiende. Como nosotros que somos indios, le digo yo, somos escrupulosos de todo.

Mis mejores lecturas del 2009



Dibujo de Agente Artehormiga. Fuente: hcfacebook.
En Hermano Cerdo lo están haciendo de nuevo. ¡Vamos!
Excelentes las dos novelas cortas de Patrick Modiano que leí empezando el año: Calle de las Tiendas oscuras (Anagrama) y Dora Bruder (Seix Barral). Extraordinario poder de síntesis para contar historias que atraviesan la Historia de la mano de personajes que buscan algo y que al mismo tiempo se buscan a sí mismos. Ya saben: de lo mismo, pero esta vez con Modiano.

Todos los hermosos caballos, de Cormac McCarthy, una intensa novela de aprendizaje que leí durante las pausas y las noches de mis días de más trabajo en agosto, con personajes que huyen de un mundo más o menos confortable para ir en busca de aventuras abajo de la frontera mexicoamericana.

Algo tiene Mario Levrero para que uno se empeñe en seguir leyendo sus “aventuras cotidianas” sin esperar nada más que, quizá, un pequeño accidente en su computadora, una visita o una conversación telefónica banal. Eso fue lo que me dije cuando llevaba por la mitad El discurso vacío (Debolsillo) y es lo que seguía pensando cuando leía La novela luminosa (Debolsillo). ¿Qué es lo que nos atrapa de esa “estética de lo cotidiano” de Levrero? Seguiré leyendo lo que encuentre de Levrero y seguiré, con absoluto placer, preguntándome lo mismo.

Angosta (Planeta), una novela de Héctor Abad Faciolince que me hizo llegar un amigo desde Colombia, plantea la situación de un país, Angosta, con una política que establece tres castas: los dones, los segundones y los tercerones, y en el que se dan cita todas las posibilidades sociales, culturales y políticas de Latinoamérica. La violencia y la exclusión podrían ser sus temas predominantes, pero la novela no es sólo eso, porque también hay sexo, amor y aventuras; y todo con una prosa traviesa, juguetona, en la que la ironía está a cada vuelta de página.

Nocilla Lab es la novela que más me ha gustado de la trilogía de Agustín Fernández Mallo. El monólogo de la primera parte y el tema del escritor enfrentado con lo que podría ser su doble, más ese cómic del final en donde encontramos a Fernández Mallo y a Vila-Matas hablando de la desaparición… Se pregunta uno si seguirá produciéndose nocilla después de esto.

Horacio Castellanos Moya es un escritor que escribe desde la experiencia del exilio, ese casi destierro autoimpuesto que lo hace volver a sus orígenes, pero sólo en sus libros, con una mirada oblicua, casi pendenciera, para tratar de recuperar algo que no considera del todo perdido. En Con la congoja de la pasada tormenta (Tusquets) reúne casi todos sus cuentos. Una excelente puesta a punto de su trayectoria como cuentista, casi desconocida para los lectores en España.

¿Qué puede esperar uno al leer Historia argentina (Anagrama), de Rodrigo Fresán: una novela o un libro de cuentos? Yo diría que ambas cosas. Tomemos al azar cualquiera de sus capítulos y leámoslo como si fuera un cuento. O empecemos desde el principio y vayamos observando, de cuento en cuento, o de capítulo en capítulo, el particular modo que tiene Fresán de contar la historia de su país. Fresán tiene una escritura precisa, cada frase es una unidad autosuficiente y sugerente, y además, una perspectiva tan particular de ver el mundo que uno no quiere dejar la lectura o, una vez terminado el libro, no quiere leer por el momento otra cosa que no sea de Fresán. ¿Exagerado? Pero es que así me lo pareció.

Aprovechando el desempleo, me propuse leer la kilométrica El arco iris de gravedad (Tusquets), de Thomas Pynchon. Tres semanitas en las que agoté una lámpara, dos botes de Nescafé, unas cuantas madrugadas y un buen porcentaje de mi capacidad de visión. Pero ha valido la pena. Cómo no. Secuelas: 1: cuando pasa un avión o cuando sopla el viento de la Tramuntana pienso que puede tratarse de un cohete. 2: cuando tengo una erección espontánea pienso que se acerca un cohete. 3: caen cohetes en mis sueños. Loor a ti, Thomas Pynchon.

Desde hace tiempo venían llamándome, desde una estantería de la biblioteca de Figueres, los tres volúmenes de Tu rostro mañana, de Javier Marías. El miércoles me llevé a casa el primero, subtitulado "Fiebre y lanza", que leí entre las fiestas de Nochevieja, las cervezas y la goma. Lo devolví el sábado y saqué ahí mismo el segundo volúmen, subtitulado "Baile y sueño", que ya estoy leyendo con el mismo placer con el que leí el anterior. Tiene una prosa envolvente esa novela, una prosa sensual, poética en muchos momentos. No se les ocurra no leerla. Aunque debo advertirles que no podrán soltarla una vez llegue a sus manos.

Daguerrotipo para un recuerdo



Detalle de la portada de La secreta voz de las aguas, diseñada por Bayron Benitez.

El 2010 mimalapalabra editores publicará varios títulos nuevos de narrativa y poesía. Uno de esos títulos es La secreta voz de las aguas, de Marco Antonio Madrid, que ya se encuentra en las últimas etapas de su preparación. Éste es, sin duda, uno de los libros de poesía más esperados de la literatura hondureña, después que con La blanca hierba de la noche (2000), su primera obra, Madrid se ganara nuestro más solemne respeto (y no exagero). En mayo de 2008 publicamos en este blog una entrevista al autor y tres poemas de este nuevo libro. Hoy, día de diciembre, antesala de fin de año, les ofrecemos un nuevo poema:
Diciembre es un río que viene de lejos, no sé de qué alegría,
no sé de qué dolor.

Nos trae su agua milagrosa. Nosotros lo llenamos de pesebres,
de cometas y veleros que navegan hacia el sol.

Diciembre es un árbol de hojas pequeñas,
es un dulce y un pan pero también es la soledad
del que aguarda junto al frío
con un largo vaho de alcohol en su corazón.

Diciembre es el aroma de la pólvora en la niebla,
es una vitrola con una vieja canción.
“Ya se va diciembre, ya es año nuevo”.
Diciembre es una multitud: la anciana reza, el niño llora…
Unos jóvenes bailan, alguien canta mientras otro
apura un vaso de licor. Diciembre es el hondo abrazo
del que vuelve de un lugar remoto manchado de nostalgia y soledad
es la medianoche anunciada con un sonido de campanas atenuadas
por el estallido de la pólvora en un cielo de color.
En esa multitud hay gritos, promesas, palabras exultantes…
Con esa multitud compartes la esperanza.
En esa multitud cambiante está tu rostro, está tu voz.

“Y sientes que se acaba todo, que se va la vida, que se van los años,
que se va diciembre”. La vitrola no para de sonar.
Ayer un hombre enterró a su hijo muerto. Hoy a solas lo ven llorar.
El viento de la noche arrecia.
La garuba cae sin cesar.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Onetti, el último mohicano



JCOnetti, en su casa de Madrid en 1989. Fuente: Francisco Ontañón/El País
Una de las secciones más interesantes de Babelia es la que lleva por nombre Crónicas de América Latina. Ahí encuentro hoy este artículo del narrador peruano Santiago Roncagliolo sobre Juan Carlos Onetti, a quien considera "el miembro más antiguo y más moderno del club más selecto de la novela latinoamericana":
Conocí la obra de Juan Carlos Onetti a comienzos de la década de los noventa, atraído por las leyendas que circulaban sobre ese autor. Mis compañeros de la facultad de literatura contaban que Onetti era un ermitaño, que se negaba a dar conferencias, y que vivía tirado en una cama con una botella de whisky.

El perfil del personaje resultaba exótico en cualquier caso, pero era especialmente inesperado en un escritor del boom latinoamericano. La mayoría de sus colegas vivían en olor de multitud, actuando en ocasiones más como políticos que como artistas. Mario Vargas Llosa había postulado a la presidencia del Perú. Gabriel García Márquez se había reunido con Fidel Castro y con Bill Clinton. Cortázar había defendido la revolución nicaragüense. Carlos Fuentes era México. Y en cambio Onetti, el mayor de todos, vivía metido en una cama aferrado a una botella de whisky.

Después averigüé que Onetti sí había sufrido una persecución política, pero gris, absurda y casi cómica: lo habían detenido por formar parte del jurado en un concurso de cuentos.

El cuento ganador se regodeaba en escenas sexuales que resultaron ser una referencia apenas velada a la homosexualidad de un miembro de la junta militar en el gobierno. En castigo, el autor del cuento y los miembros del jurado fueron detenidos por ofensas contra la dignidad de las fuerzas armadas. Durante los interrogatorios, un oficial inquisidor le preguntó a Onetti:

-¿Y usted qué tendencia política tiene?

-Ninguna, respondió el narrador.

-¿Pero por quién votó?

-Por nadie.

-¿Pero por quién habría votado?

-Nunca he votado.

-¡Ah! ¡Un anarquista!

Más aburrido que asustado, Onetti respondió:

-Y... Ponele anarquista si querés. ¿Puedo fumar?

Semanas después -siempre según las leyendas-, el escritor tuvo que ser evacuado a un hospital psiquiátrico debido al síndrome de abstinencia que le produjeron la falta de alcohol y tranquilizantes. Ahí terminó su gesta más heroica.

Recientemente, revisé la obra de Onetti para un encuentro sobre su obra organizado por la Casa de América, la Secretaría General Iberoamericana y la Fundación San Benito de Alcántara. Mientras leía, comprendí que el episodio de esa detención habría podido ocurrirle a cualquiera de sus personajes: quizá a Juntacadáveres, cuyo sueño dorado era regentar un prostíbulo de medio pelo. O a los protagonistas de El Astillero, que fingen mantener vivo su negocio mientras venden la maquinaria como chatarra. Incluso a los de Tierra de Nadie, que fantasean con huir a una isla que ni siquiera existe. Ninguno de ellos se enfrenta a grandes peripecias épicas, como los personajes de La guerra del fin del mundo. Ninguno es importante para la historia latinoamericana como El general en su laberinto. Sólo son gente ruin enfrentada a la mediocridad de la vida, como la mayoría de nosotros. Las novelas de Onetti serían graciosas si no exhalasen del deprimente humor de la mediocridad.

A eso se debe que Onetti sea el menos conocido de los narradores del boom. Este último mohicano del existencialismo no sólo desdeñaba la política, también le asqueaban el éxito, la fama o el glamour y sentía una genuina repugnancia por todo lo que apestase a figuración pública. En consecuencia, no se enfrentaba a diabólicos dictadores ni a intrépidos guerrilleros. Tal vez porque habitaba en Uruguay -uno de los países más prósperos, pacíficos e igualitarios de la región- sabía que en una democracia ejemplar también se puede ser infeliz.

Pero también por eso, y de manera involuntaria, Onetti se ha convertido en el autor más actual del boom. Hasta los años ochenta, durante el auge de la Revolución Cubana, la utopía real-maravillosa capitaneado por Gabriel García Márquez pasó como una apisonadora sobre las novelas latinoamericanas, llenándolas de mujeres con rabos de cerdo que salían volando por las ventanas. Tras la caída del muro de Berlín, el realismo urbano y frecuentemente violento de la literatura latinoamericana estaba teñido de Mario Vargas Llosa, cuyos personajes defienden su libertad ante los tiranos.

Pero veinte años después, ni un extremo ni otro del espectro ideológico producen grandes pasiones. La Revolución Cubana no ha mejorado la vida de la gente, y tras dos décadas sin dictadores en el resto de la región, la cantidad de pobres es la misma que antes. Los latinoamericanos votan democráticamente por gobernantes autoritarios -Chávez, Uribe, el PRI-. Y el fenómeno no es exclusivo de América Latina. A lo largo de la última década, en nombre de la democracia se invaden países como Irak y se toleran dictaduras como las de Libia, Egipto y Kazajistán.

Esa atmósfera de desencanto se ha reflejado en la literatura latinoamericana y europea. Dos de sus autores más destacados de los últimos años, Bolaño y Houellebecq, pertenecen a la generación que vio caer los grandes sueños de Allende y Mayo del 68, y su amargura recuerda a Onetti. Los poetas asesinos del chileno y los funcionarios onanistas del francés, los exiliados suicidas del primero y los turistas sexuales del segundo, podrían aparecer en cualquier novela de un novelista uruguayo que murió sin conocerlos.

Onetti no parece haber influido en estos autores. No es él quien logró que su obra perdurase a través del tiempo. Por el contrario, es el tiempo el que se convirtió en lo que sus novelas narraban. A lo largo del siglo XX, el planeta se dividía en dos grandes verdades. En el siglo XXI sabemos, como sabía Onetti desde antes, que las dos eran mentira.

Sin duda, es admirable ser a la vez el miembro más antiguo y más moderno del club más selecto de la novela latinoamericana. Pero sobre todo, es notable haberlo hecho desde una cama, con la única arma de una botella de whisky.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Raúl López, premio mimalapalabra 2009

Como noticia navideña les traemos el fallo de nuestro I Premio de Relato Corto mimalapalabra 2009:
Reunidos, chat mediante, Carlos Rodríguez, Gustavo Campos y Giovanni Rodríguez, miembros del jurado calificador del I Premio de Relato Corto mimalapalabra 2009, y habiendo releído y evaluado los cinco trabajos finalistas (de entre un total de 15 relatos recibidos de 12 participantes), decidimos otorgar el premio al relato titulado “¡VAE VICTIS!”, presentado con el seudónimo Antonio López por el autor José Raúl López Lemus.
Consideramos que el relato “¡VAE VICTIS!” refleja muy bien, a través de un episodio amoroso de sentimientos encontrados, la actual situación política de Honduras (tal como se especificaba en las bases del premio), en la cual todos se ven, en determinado momento, forzados a participar de la manera que sea en eso que se llama realidad, con un personaje que aunque siente que “la libertad a veces se parece al amor”, no está dispuesto a dejarse engañar y a quedarse ahí, con su novia, partidaria de aquello a lo que él se opone, mientras “afuera llueve sol y hay gritos”, porque él no quiere ser de los verdaderos vencidos, los que han escogido “la servidumbre y la comodidad”.
A pesar de que la participación en el premio no fue precisamente abrumadora y a pesar también de las condiciones en que decidimos llevar a cabo esta idea, ha resultado gratificante hacerlo y confiamos que para la próxima edición, que será convocada el 2010 en otro género y con libertad temática, estaremos ya consolidando el Premio mimalapalabra como una alternativa más a la escasa oferta de premios literarios en Honduras.
Una modesta entrega del premio en algún bar igual de modesto se llevará a cabo en la segunda quincena de enero en San Pedro Sula. Confirmaremos oportunamente la fecha y hora exactas al ganador (a quien, desde ya, felicitamos), al resto de concursantes (a quienes igualmente felicitamos y agradecemos su participación) y a todos aquellos que quieran acompañarnos.
Tenemos disponible la página web de esta primera edición del premio mimalapalabra, en donde podrán leer el cuento ganador y los finalistas, además de los datos de sus autores. Para entrar en ella habrá que hacer clic aquí o en el logo de color naranja de la parte superior derecha de este blog.

lunes, 21 de diciembre de 2009

La Tentación Invisible de Paul Auster



Portada de la edición en español de la novela de Paul Auster.
Desde que Anagrama anunció la publicación de Invisible, la última novela de Paul Auster, he estado esperando que aparezca entre las novedades de la biblioteca que visito casi todos los días. Este mes ya rompí el techo presupuestario para la compra de libros y por esa razón no me he atrevido a soltar otros 16 o 17 euros para la causa. Pero la crítica me está casi obligando a sacrificar dos horas de consumo en un bar la noche de fin de año en favor de la compra de Invisible. Casi todos coinciden en que ésta es la mejor novela de Paul Auster. Y la curiosidad es grande. He leído un montón de reseñas de esta novela en diarios, revistas y páginas de internet, pero hasta ahora que leo lo que escribió Gustavo Faverón en su blog Puente aéreo me decido a postear algo en este blog. Veamos unos fragmentos de ese texto:

"Por lo menos puedo decir, sin duda, que a mí ninguna novela suya, desde The New York Trilogy y, particularmente, desde City of Glass, me ha parecido tan rotundamente inteligente ni tan sorpresiva ni tan sensible como Invisible; ninguna, desde aquellas primeras narraciones suyas, me ha dejado con tantas ganas de seguir leyendo, o de releer lo apenas visto, ni con una sensación de misterio, abismo e intuición de lo inefable tan grande como la que provoca ésta última, incluso comparándola con otros libros suyos notables como The Book of Illusions o Leviathan".

"Invisible es, para comenzar, estructuralmente brillante: empieza con un relato en primera persona, recapitulación de una experiencia tangible y, aunque enigmática, muy presente, muy palpable, real. Pero luego, a medida en que la historia se va enrareciendo y extrañando, las voces narrativas se vuelven más y más oblicuas, mediadas, indirectas: el protagonista pasa a recontar su propia anécdota en segunda persona, y luego en tercera, enajenándose de sí mismo, alienando su punto de vista, extraviando la introspección para observarse como un otro; y luego se diluye, abandona su propio escenario, y el relato debe ser recogido por otros narradores que intentan suplir el vacío con referencias lejanas y alusiones de segunda mano".

"Esas ideas tienen una sola cosa en común, el rasgo anunciado en el título: su invisibilidad, su acuciante y angustiante intangibilidad, su naturaleza huidiza, inasible, inefable, es decir, la hiriente posibilidad de su inexistencia: la novela de Auster, pese a la vivacidad de su anécdota y las vueltas en u de su trama cuasi policial, es un texto acerca de las infinitas formas de la ausencia: la carencia, la depresión, la soledad; la nostalgia y también la melancolía; la enfermedad de no tener, la tristeza del ser incompleto".
 
¿Verdad que dan ganas de salir corriendo a comprar (o a robar) el libro?

La escritura voraz de Perec no suelta presa



G.Perec fotografiado en 1978. Fuente: publico.es
Varios escritores comentan en esta nota de Público el fenómeno Perec en las editoriales españolas, que al parecer se han propuesto traducir al español todo lo que encuentren del escritor francés. Así que hay Perec para rato.
Al madurar Perec dejó que la melena y la perilla diabólica le volvieran una fierecilla indomable. Un "gnomo sarcástico y burlón", que dice Enrique Vila-Matas, capaz de hacer de la escritura un ejercicio voraz y compulsivo, que se pelea por retener algo antes del olvido. "Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva. Arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos", dejó apuntado el autor de La vida instrucciones de uso (Anagrama), el libro más demandado de uno de los padres de la experimentación francesa en la novela de los setenta.

Italo Calvino, miembro como Perec del OuLiPo (Ouvroir de Littérature Potentielle) dijo de aquella novela, en la que se narra en 600 páginas la historia de 100 apartamentos de un inmueble parisino, que era "el último verdadero acontecimiento de la historia de la novela". A Perec (Francia, 1936-1982) le dominó el impulso frenético por fragmentar e inventariar todo por lo que pasaba, incluso la experiencia de pedirle un aumento de sueldo al jefe de servicio. Es el caso del texto inédito publicado por Georges Perec en una desconocida revista francesa en 1968, que permanecía inédito hasta el momento en castellano y que aparece fruto de la casualidad que cruza el destino del traductor Pablo Moíño Sánchez con el texto.

Lluvia de títulos
La novela corta El arte de abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento aparece junto a la pieza de teatro El aumento, gracias a la pequeña editorial segoviana La Uña Rota. Meses antes fue la editorial Impedimenta la que rescataba otros dos inéditos del maestro del coleccionismo de las partículas de lo inabarcable, al publicar Lo infraordinario y Un hombre duerme. Llegan casi con 40 años de retraso. En los últimos años ha aparecido desperdigado el fondo Perec en varias editoriales minoritarias, que han mostrado que Perec no hace daño. Según Mercedes Cebrián, traductora de ambos títulos, los pequeños editores "arriesgan más y eso genera la traducción de obras de autores esenciales no tan comerciales".

"40 años no son nada, y la obra de Perec ha sido escrita ayer. Es tan contemporánea como la de Cervantes, Rabelais o Swift", un directo del escritor Germán Sierra. Al autor de Intente usar otras palabras (Mondadori) le atrae su humor y los juegos para contar la historia de su tiempo y del nuestro.

Perec muerde con fuerza. Su experimento no se marchita y paradójicamente, gracias a su gusto por lo cotidiano, lo ínfimo y al fino análisis de la sociedad de consumo, ha conectado en España con la generación de escritores más reciente. "Me parece lógico", dice Cebrián, "ha ocurrido con otros escritores como Robert Walser. Los editores tienen bastante poder para crear gustos y tendencias".

Enrique Vila-Matas cree que Perec pasa por un momento de recuperación porque "la gente ahora está más preparada para leerlo, porque tiene más información del experimento". De sus libros destaca El viaje de invierno (1983) y Me acuerdo (1978) le parece el más comercial de todos. "Tiene hoy más resonancia en las generaciones nuevas que en las anteriores como la mía. Antes no entendían el sentido serio del juego. Recuerdo una lista que hizo sobre los lugares en los que había dormido en su vida. Trata de abarcar todo el universo, de catalogarlo todo. Es un escritor que no encuentra una mina de oro en su infancia y prefiere investigar su presente", explica.

Juan Bonilla es un declarado fan de Perec y piensa que este vínculo con autores jóvenes no es paradójico: "En efecto, algunas de las obras de Perec, por su recurso al juego, por su apariencia de mera ocurrencia llevada al extremo, puede ser influyente en lo que se haga ahora. Pero sería bueno no olvidar que Perec no estaba solo, que pertenecía a una banda que entendía así la literatura, como una especie de carrera de obstáculos en la que lo simpático no era correr, sino inventarse los obstáculos que había que esquivar".

El autor de Tanta Gente sola (Seix-Barral) cree que la obra fundamental de Perec lleva años traducida al castellano, con títulos como Las Cosas, publicada por Barral en los sesenta o el mencionado La vida. "Lo que pasa es que ahora hay una llovizna de esas que cala, hecha de pequeños títulos, de naderías simpáticas y jugosas que hablan más del personaje Perec que del gran escritor. Para quien ha estado atento, nunca ha faltado Perec que echarse al bolsillo".

jueves, 17 de diciembre de 2009

Premio mundial de poesía para Fausto LHenríquez




El poeta dominicano Fausto Leonardo Henríquez.
Nos ponemos un poco místicos hoy, pero también muy alegres, para anunciarles que este lunes Fausto Leonardo Henríquez recibió en Roma el XXIX Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, dotado con 7,000 euros y la publicación de la obra  por su libro Gemidos del ciervo herido. 207 obras participaron en el premio, procedentes de 20 países, lo cual habla muy bien del ganador y de su obra. Así que desde este blog lo felicitamos y le transmitimos nuestros deseos por que nos haga llegar unos cuantos ejemplares una vez que el libro sea publicado.

El poemario es, a juicio del jurado, "el que mejor ha reflejado el espíritu del Premio. Este poemario expresa, con dominio y destreza literaria, en tres partes, bien estructuradas: a) el balbuceo y la súplica al Verbo en medio del ejercicio ascético y la conquista de la virtud; b) la mística alegría y experiencia de amor en la soledad, el silencio y la purificación; y c) la celebración litúrgica que acompaña a la humanidad del Verbo. Es una poesía testimonial que, por la forma de comunicar la superación, la esperanza y el gozo de lo divino en lo humano, y de lo humano en lo divino, ha merecido nuestro más ferviente aplauso".

En declaraciones a Efe, el poeta aseguró que el momento en el que le fue comunicada la concesión del premio a su obra poética fue "muy grato". Explicó que esta serie de poemas es "fruto de unos cinco o seis años de trabajo" y de distintas "etapas y vivencias de vida interior".

La mayoría de los lectores de este blog ya lo conoce, pero para los que no, les dejamos estos datos:

Fausto Leonardo Henríquez nació en La Vega, República Dominicana, el 20 de noviembre de 1966. Sacerdote Misionero de Congregación de la Misión de San Vicente de Paul. Cursa estudios de doctorado en Teología en Valencia (España). Ha publicado los siguientes libros de poesía: Claridades, 1994; Sucesiones, 1995; La seducción del aire, 1999; La otra latitud, 1999; Muestra poética, 2002; Antología Mayor del Movimiento Interiorista, 2007. Fundador y editor de la revista CriticArte. Miembro Titular y Dirigente del Movimiento Interiorista de cuya Comisión Intelectual forma parte. Columnista de opinión (1998-2008) de La Prensa hondureña. Animador de la Comisión Diocesana de Medios de comunicación, San Pedro Sula, Honduras (1999-2005). Antologado en Juego de Imágenes, de Frank Martínez, Isla Negra Editores, 1995; La Creación Interiorista 1997; El Interiorismo 2001, El Ideal Interior 2005; Poesía Mística del Interiorismo, 2007, de Bruno Rosario Candelier, Rep. Dominicana. Gran parte de su producción se puede consultar en su BLOG: http://www.faustoleonardohenriquez.blogspot.com/


Les dejamos un poema del libro premiado:

Súplica al nazareno

Renueva la amistad, los abrazos, el amor

que naciera bajo el alero de la capilla de Mamá Luisa.

Alza el fardo que soy, hazme
subir a la barca, que oiga tu voz
increpar mis demonios. Siéntame a tu mesa,
dame a comer mojado el cielo en tu plato.
Súbeme al monte, anúnciame tu cruz, tu reino. Limpia la lepra que me pudre la inocencia,
éntrame en tu Siloé que llevo 41 años esperando tu voz resucitada. Bájame del árbol soberbio,
ven a mi casa y quédate en mi Emaús, que tengo
hambre celeste, hambre divina, hambre insaciable.

Nazareno, vuelve a mí el rostro,
sácame de la tumba, huya la muerte, desvenda
mi mortaja, camine vivo entre la gente. Súbeme
al Huerto de los Olivos, al Gólgota
para abandonarme en tu costado.

Eloí, Eloí, Abbá, a tus manos
encomiendo mi ruah. Padre, préstame
los serafines, sus voces, para alegrar el cielo.

Información completa sobre el premio aquí, aquí, aquí y aquí.

martes, 15 de diciembre de 2009

Me dicen que eras

Daumier
Me dicen que eras…
Al general Pilar M. Martínez,
muerto en Namasigüe, cerca de la frontera,
ante un ejército invasor
Me dicen que eras fuerte;
Señor, me dicen que eras como los robles.
Sano, recio y erguido
y hecho de tal manera
que de no haber sido hombre,
sino roble o encina,
aún estarías en pie
para vivir mil años.
Me dicen que vivías alegremente.
Que tu risa era enfática:
Vio tu sonrisa el Éxito
y la vio la Alegría y el Dolor y el Fracaso.
Para el débil las lágrimas.
¡Sólo los fuertes ríen!
Me dicen que eras bueno y acogedor y tierno.
Amplio el pródigo pecho y el corazón inmenso
y abierto como el mar…
aún tienes ese pecho cuando te evoco y cuando
en mis minutos sórdidos
como sol de alborada se alza tu corazón.
Me dicen que eras bravo como las tempestades.
Tu bravura fue un vértigo
que se acalló en un rayo magnifico: ¡tu muerte!
Campo abierto. Cañones. Clarines y metralla.
Tal vez un mediodía.
Por no ver la derrota apretaste los párpados.
Y a la tierra sedienta diste a beber sangre.
Señor, yo te imagino en tu postrero gesto:
Sordo, ciego y espléndido,
besando los terrones bermejos,
ya para siempre rígido, triunfador para siempre,
¡Sin miedo y sin reproche!
Ni por fuerte o por bueno,
ni por jocundo o bravo
yo te saludo ahora.
Yo no te he conocido, Señor, por lo que dicen
ni puede mi memoria captar algo de ti,
y aún en tu vieja casa –nuestra vieja casona-
eres no más un cuadro colgado en la pared…
Pero, Señor, sus lágrimas…
¡Hace un cuarto de siglo que la he visto llorar!
Valen más esas lágrimas que mármoles y lauros:
Yo que no sé tu risa y tampoco su lloro, me cuadro ante tu
sombra:
¡Firme, General!
Noviembre de 1932
Arturo Martínez Galindo

viernes, 11 de diciembre de 2009

Finalistas Premio mimalapalabra



Después de leer los 15 cuentos recibidos para nuestro I Premio de Relato Corto mimalapalabra 2009, de un total de 12 participaciones, el jurado calificador, compuesto por Carlos Rodríguez, Gustavo Campos y Giovanni Rodríguez, ha seleccionado los siguientes 5 finalistas:


Crónica de la monotonía golpista, de Xatruch Morazán (seudónimo), San Pedro Sula
Del peligro de la extinción de las especies, de Ansky (seudónimo), La Lima
“¡VAE VICTIS!”, de Antonio López (seudónimo), San Pedro Sula
“Mandiel, Magdiel”, de Jimmy Smith (seudónimo), San Pedro Sula
Complacencia, de El Viejo (seudónimo), La Ceiba
De entre estos 5 cuentos saldrá el primer ganador del Premio mimalapalabra 2009, cuyo nombre se dará a conocer en los próximos días en un nuevo comunicado. Además, confirmaremos la fecha, la hora y el lugar en donde habrá de realizarse la ceremonia de premiación.

El cuento ganador y los finalistas, más los datos de sus autores y todo lo relacionado con la entrega del premio, se publicarán en una web diseñada por Bayron Benitez que enlazaremos oportunamente en este blog. En esta web del premio publicaremos también, más adelante, las bases para el II Premio mimalapalabra 2010, que se convocará en otro género y cuya temática será libre.

Pendientes entonces.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Me emborraché en París, sin aguacero




Salí temprano del piso con rumbo a la estación de tren, para llegar a tiempo a Perpignan y tomar ahí, a la una de la tarde, un tren de alta velocidad que me llevara a París. 4 o 5 horas de viaje hasta la capital francesa, no recuerdo bien, porque tuve que hacer cambios de tren en Montpellier, Nimes y otras ciudades cuyos nombres tampoco recuerdo. Viajaba poca gente en ese trayecto inicial desde Perpignan, la mayoría jóvenes con pinta de estudiantes que, lo supuse en ese momento, se dirigían a la universidad de Montpellier. Pensé entonces que hacía mucho tiempo que no visitaba Montpellier y que debía volver algún día, quizá a mi regreso de esa poco planificada gira europea que acababa de empezar, pero no sabía cuándo sería ese regreso ni sabía tampoco si después de mi desaparición me quedarían ganas de volver a un lugar que ya conocía de sobra.

Llegué a París a las seis de la tarde. Al salir del tren sentí un golpe de aire frío y me di cuenta de lo baja que estaba la temperatura ahí con respecto a Figueres. Así que saqué de entre mi escaso equipaje la chaqueta y la gorra. Luego, con una intensa sensación de libertad nunca experimentada, busqué la línea del metro que me acercara al centro de la ciudad. Minutos después, al buscar entre las señales la que indicara alguna salida a la calle, volví a sentir esa como levedad en el cuerpo que me producen los viajes a lugares desconocidos. Sin embargo, en esta ocasión no se trataba de un viaje a un lugar del todo desconocido. Comparé en los mismos términos Montpellier y París y no encontré ninguna diferencia. Ambas ciudades eran conocidas por mí. En ambas había estado ya en más de alguna ocasión. En París, cuando leía a Cortázar o a algún otro, pero sobre todo a Cortázar, y sobre todo al Cortázar de Rayuela; y en Montpellier, cuando puse a vivir ahí a dos de los personajes de una novela que escribía sobre la marcha. Pero cuando salí de la boca del metro en la estación de Gare de Lyon y empecé a devorar con una mirada ávida todo cuanto había alrededor, supe que ni aún con el recuerdo de Cortázar podría llegar a considerar París una ciudad familiar. Unos cuantos años en Europa me habían enseñado a no sorprenderme demasiado ante lo nuevo que descubría, pero algo de romanticismo había en mí en ese momento, algo de una nostalgia literaria remota, de compenetración conmigo mismo, que me hacía estar ahí como si fuera el primer momento de algo nuevo, de una nueva vida, como si hubiera sido el primer testigo de un nuevo orden de cosas en el universo. Aquello se me figuraba como una realidad distinta a la que había conocido hasta entonces. Y no era que París tuviera efectos narcotizantes o algo parecido, no era que la ciudad y sus primeras luces de la noche ejercieran sobre individuos como yo una fuerza hipnótica, porque la sensación que yo experimentaba no tenía su fuente en factores externos sino que nacía de mí mismo, de mi condición de hombre renacido y distinto en ese momento. Mi decisión de irme a París había sido el primer gran paso en mi proyecto de desaparición y ahora que estaba ahí, solo en el mundo pero también libre de todo el mundo y quizá muerto para buena parte de ese mundo, no pude evitar que ese mismo mundo del que intentaba esconderme se me antojara un lugar maravilloso, y la vida, esa vida a la que, al menos nominalmente, renunciaba con mi desaparición, me pareciera hermosa y llena de posibilidades de felicidad.

Más tarde me había sentido ridículo al recordar esa sensación, pero aunque quisiera negarlo, algo había cambiado en mí desde el momento en que pisé París por primera vez. Ahora, por lo menos, no dudaba, como al principio, de que el proyecto de mi desaparición fuera algo factible y hasta necesario.

Mientras caminaba y miraba hacia todos lados, tomando fotografías aquí y allá a las cosas más simples o a las que más me sorprendían, descubrí un McDonald`s y recordé que desde el croasán y un café con leche tomados en la estación de Perpignan a mediodía, no había probado algo más consistente. Obviamente el McDonald`s no era la opción más recomendable pero no podía obviar la necesidad de ahorrar todo cuanto pudiera en ese viaje que, dado el ánimo recobrado en la última hora, sería bastante largo, y una hamburguesa con papas deluxe y Coca-Cola se presentaban como una posibilidad muy económica. Cuando salí del restaurante ya París era de noche. Me dispuse a recorrer la zona para buscar un hostal barato y encontré uno por 25 euros la noche con derecho a desayuno. Más tarde me fui a caminar por los barrios cercanos al hostal para gastar lo que quedaba del día.

Desperté a eso de las siete de la mañana pero logré levantarme hasta casi las ocho. Después de un desayuno con tostadas y queso Philadelphia, más café y jugo de naranja en un desayunador minúsculo en el que apenas cabíamos unas ocho personas, todas con buen ánimo y ninguna hablando en francés, recogí mis cosas de la habitación, entregué la llave en la recepción y salí, ahora sí, dispuesto a conquistar París.

Tomé el metro que me llevó hasta el Arco del Triunfo en la Plaza de Charles de Gaulle, llamada también Place de L'Étoile debido a la convergencia en ese punto de ocho calles rectísimas en una visión que semeja una estrella. Éste es uno de los monumentos de París que tiene las puertas abiertas hasta tarde, específicamente hasta las 10:30 de la noche, y supuse que esa era la razón de que fuera tan fácil acceder ya que no habían colas de personas a la hora en que llegué. Más tarde, caminé por la avenida de los Campos Elíseos hasta llegar a la torre Eiffel, en donde me esperaba una cola de veinte minutos para poder subir al tercer nivel. El costo: 11 euros. Desde arriba pude contemplar todo París en una visión de 360 grados. El cielo estaba despejado y el guía dijo que habíamos tenido suerte ese día, porque por lo general el cielo permanecía nublado en esa época del año. El interior de ese tercer nivel es una cabina de forma cuadrada con un letrero luminoso alrededor de toda la base del techo en donde se pueden comparar las distancias desde ese punto de la torre hasta muchas de las capitales del mundo. Y ahí estaba Tegucigalpa, con la banderita del país. Cuando me cansé de estar ahí, bajé al primer nivel de la torre, el más grande, en donde hay cafés y tiendas de souvenirs. Ahí comí durante una media hora y luego me fui al Metro para dirigirme a la catedral de Notre Damme.

Podría enumerar y describir cada cosa que hice en París durante ese par de días, pero no tiene sentido hacerlo. No visité el Louvre porque había escuchado que sólo para recorrerlo necesitaría un día entero, y la verdad es que entonces no tenía ánimo para el ejercicio contemplativo que me exigiría esa visita, y prefería invertir mi tiempo en caminar por las calles, en seguirle la pista a Oliveira y a La Maga, en detenerme un buen rato en la Place St. Sulpice para imaginarme lo que podía haber experimentado Perec cuando escribió su Tentativa de agotar un lugar parisino hace unos treinta y cinco años. Mencionaré, sí, mi visita a un par de cafés célebres: Les Deux Magots y el Café de Flore, el primero en la Place Saint-Germain-des-Prés y el segundo al lado, pero sobre el boulevard St. Germain, tan sólo porque, a pesar de haberme sentido por un momento un auténtico perseguidor de los fantasmas de Hemingway, Cortázar, Vallejo, Joyce o Camus, no pude evitar sentirme un tanto decepcionado, o más bien fastidiado, al encontrarme sus mesas llenas de gente escribiendo a mano o en su computadora portátil, tratando de encontrar las musas que probablemente hayan “inspirado” a sus dioses literarios. Un espectáculo curioso pero a la vez algo repugnante, aunque de todas maneras yo contribuyera, con mi visita, a su composición.

Demás está decir que no me emborraché en París, como probablemente haya inducido a pensar el título de esta pequeña crónica. Tampoco hubo aguacero en algún momento de los dos días en que permanecí ahí. Si acaso, París me emborrachó de libertad, y eso bastó.

Sólo un detalle para terminar. Mientras salía de la ciudad y contemplaba desde la ventanilla del tren lo que dejaba atrás, vi brevemente a lo lejos, en una plaza, de espaldas y sentado en una banqueta, a un hombre con las solapas de su abrigo negro levantadas. Una imagen llena de melancolía. Pensé en Vallejo justo cuando las primeras gotas de lluvia empezaron a azotar el cristal de la ventanilla y la imagen se volvía agua, recuerdo líquido y lejano.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Sea un escritor (Consejos del Club Chufa)

Dando "clicks" por aquí y por allá me encontré hace unos días con el Club Chufa Blog... Este podría ser uno de esos hermanos perdidos en la telaraña de internet que mimalapalabra se alegra de encontrar. Desde Hermosillo, Sonora, México, Dino Trajeado nos comparte estos consejos para los escritores [de la H (Honduras)]. Anímese. ¿Quiere tener más poder de persuasión? Lea, repase, memorice y lleve una libreta de bolsillo con apuntes sacados de los libros de Dale Carnegie. ¿Quiere aprender algunos trucos para ganarse el título de escritor? Lea con cuidado el siguiente texto.
 
*Como requisito indispensable, piense en títulos rimbombantes y vacíos: recuerde que el nombre de su obra promete lo que el contenido jamás podrá cumplir; por ello es necesario que los nombres deben sugerir derivados filosóficos lo suficientemente desfachatados para ser cool (con toque, si se quiere, creacionista), por aquello de que hay que llegar al gran público pero cumpliendo con las exigencias de los críticos más testarudos. Invenciones kafkianas, Rótulo con letras menguantes, El tugurio de la muerte alcoholizada, El sinsentido de las lunas de agosto, Tribulaciones del desamor y demás manías, Miedo al retrato del espejo, Aporía bohemia, Oda fatua, Contrafabulario, Mártires de dolores inanes, Electriléptico, Menstruo poético y salino, Historia infinita de la eternidad contada en modo subjuntivo, Morfinidad, todos son posibles y sugerentes, así como pretenciosos, títulos de libros inexistentes que nuestro “Borges” interno y estúpido nos ha insuflado para ganar un Nobel, igualmente ficticio e idiota.

**Tiene que asistir a cualquier evento cultural de su localidad. No importa si no le gusta la danza, el teatro aburrido, las ferias de libros caros o las inaguantables muestras de pintura, que casi siempre están llenas de intelectualuchos que en sus vidas han leído un párrafo decente de teoría estética. El truco consiste en que lo identifiquen, que la gente sepa que usted está comprometido con el arte y la cultura y que por eso está ahí, en lugar de estar leyendo o escribiendo. No se preocupe si es un perfecto idiota, de seguro sabe mentir: siempre es válido y decididamente inteligente señalar que las obras se pueden abordar desde diversos puntos de vista, por contradictorios que sean. Diga esto cuando le pregunten su opinión, aderezando con la infaltable relatividad de la obra de arte. Conceptos como “transgresión”, “replanteamiento de valores”, “apología”, “silogismo visual”, “contrapunto”, “carnavalesco”, “denuncia”, “óptica radical”, “crisis racional”, “complejo de Elektra” (el de Edipo le hará lucir tonto), “freudiano”, “pulsión de muerte”, “fase del espejo”, “estructura discursiva”, “leimotiv”, “constante narrativa”, “desplazamiento centrípeto”, “deconstrucción”, son esenciales a la hora de comentar en estas reuniones donde los egos se ostenta y presumen con un afán admirable por risibles y ridículos. No olvide nombrar a Murakami, Ensayo sobre la ceguera de Saramago y a Nietzsche… insulte los libros de Harry Potter, ridiculice a Dan Brown y a la saga de vampiros de Meyer. Nunca falla.

***Cuando asista a dichos encuentros cultureros, aproveche para hacer amistad con otros bichos de su especie. Sabrá identificarlos porque se visten, actúan y hablan exactamente igual que usted. Si alguno de estos gérmenes tiene alguna obra, escríbale una reseña donde halague las dotes intelectuales de sus compinches, a pesar de que sean un hato de imbéciles. Una mentira, entre más se diga, más se toma como verdad. Por ello es que deberá publicar sus reseñas asquerosas en cualquier medio que acepte sus escritos, comenzando con su blog y su perfil de Facebook. Si quiere ser extremista, prepare entrevistas a sus amigos y publíquelas, promociónelos, aunque sea en su bitácora electrónica. Algún incauto la leerá. Estos trucos publicitarios de poca monta le aseguran a usted que sus mafiosos, digo, sus cercanos amigos artistas le devuelvan el favor. Cuando esto ocurra, usted ya estará incorporado en el engranaje de la cultura local.

****Con los compañeros artistas ganados, usted solo deberá esperar por los frutos de sus diligencias. Será invitado a encuentros anuales de escritores o artistas, podrá presentar libros, leer poemas en una mesa de expositores con otros intragables e intrascendentes artistillas, incluso podrá redactar prólogos para sus amigos y, por si fuera poco, contará con la posibilidad de aspirar a un puesto de trabajo, si es que algún camarada suyo del medio se coloca en una posición en donde pueda repartir a diestra y siniestra jugosos beneficios a sus iguales. ¿Se da cuenta? No necesita calidad ni buenas ideas, ni siquiera obra publicada. Sólo voluntad de querer ser artista. Convénzase de una buena vez de que lo es; ahora salga y persuada al mundo de ello. Deje la pereza y ponga manos a la obra. Jure ad nauseam, siempre, a pesar de la evidencia en contra, que está escribiendo una obra definitiva, necesaria para el panorama universal del arte. Jamás diga que se ha quedado sin ideas, a pesar de que sea verdad. Usted tiene las llaves del éxito. No tenga miedo y conviértase, pero ya, en ese Baudelaire, en el Shakespeare que el mundo necesita y espera.

Publicado también en Blog de Carlos

La prensa española sobre la H




Veremos si son capaces de hacer cosquillas.

Más allá de la coincidencia de que a nuestra selección de fútbol de H le haya tocado el grupo H en el sorteo del Mundial (Nasralla y su séquito deben estar ya haciendo cábalas), a mí, particularmente, me alegra que sea contra España con quien tengamos que vérnoslas. ¿Por qué? Pues porque desde ayer, y hasta que empiece el Mundial, ya no sólo consultaré los diarios y televisión españoles para saber qué hay de nuevo sobre el Golpe, sus golpistas y sus golpeados, sino también para enterarme de cómo ven los españoles a H sobre un campo de fútbol. A partir de ahora la prensa española empieza a recordar el gol de Pecho de Águila Zelaya en el Mundial España 82. Dejo a continuación algunas impresiones, hasta el momento, de algunos diarios, en las que nos consideran "peritas en dulce", "peligrosos", "valientes", "poderosos físicamente pero con problemas de ataque":
Podría ser una perita en dulce, ya que Honduras sólo jugó un Mundial, el de España 1982. Podría ser un gafe, ya que le sacó un empate (1-1) a la selección española encumbrando sobre todo a dos futbolistas: el portero Arzu (fichó por el Racing) y el delantero Pecho de Águila Zelaya (fichó por el Deportivo, aunque se rompió en la pretemporada y no jugó ni un solo minuto). Lo que está claro es que el equipo de Honduras, que dirige el colombiano Reinaldo Rueda, tiene algo de adivino: planeaba concentrarse en España o Suiza y jugar un partido amistoso contra Chile. Tres de tres. Visionarios. Cambio de planes.
Honduras se clasificó para el Mundial de Suráfrica gracias a una carambola final en la que encontró la ayuda de Estados Unidos, que empató con Costa Rica el último partido mientras el conjunto de Rueda ganaba a El Salvador. Todo ocurría en plena crisis política del país hondureño por el golpe de Estado que destituyó a Zelaya (otra vez Zelaya) en favor de Micheletti. El partido consumó la gran eclosión social. La única buena noticia en un país sumido en la desesperanza.
En dos años, Rueda ha rastreado todo el futbol hondureño, aunque acabó apostando por las figuras emigrantes, lideradas por La Pantera Suazo, el delantero del Inter que consiguió batir en el Cagliari el récord de goles de Gigi Riva y ser nombrado mejor jugador extranjero de la Serie A en 2006. Como Kaká. Es el líder de una legión extranjera más experta de lo que su origen anuncia, más aguerrida de lo que su jerarquía presupone.

España y Honduras sólo se han enfrentado en una ocasión, pero será difícil que algún español que viviera el Mundial de 1982 lo haya olvidado. La selección anfitriona se las prometía muy felices ante los 'catrachos', que debutaban en una cita de tal importancia. Aquel empate a uno fue el primer traspié de un Mundial en el que todo salió mal.
Desde entonces, Honduras había tratado en balde de clasificarse para otra Copa del Mundo. Esta vez, de la mano del colombiano Reinaldo Rueda, tuvo que esperar a la última fecha para cumplir su sueño. El baldío empate de Costa Rica en Estados Unidos hizo bueno el triunfo de Honduras en El Salvador.
En cuanto al equipo hondureño, no cabe duda de que su jugador referencia es el interista David Suazo, aunque a sus 30 años vive una mala etapa en el Inter, pues no cuenta apenas para Mourinho. Fue en el Cagliari donde Suazo vivió su mejor época. En 2006, Suazo fue elegido, junto a Kaká, mejor jugador extranjero de la Serie A italiana. Todo ello motivó que se lo rifaran varios de los mejores clubes europeos, recalando finalmente en la entidad interista.
Suazo es la punta de lanza de un ataque que completan el veterano Carlos Pavón (que jugó en el Valladolid en 1996), Julio César de León y Carlos Costly. Del resto de jugadores 'catrachos' cabe mencionar a Wilson Palacios, centrocampista titular del Tottenham Hotspur. El club londinense pagó más de 15 millones de euros al Wigan por el hondureño en el pasado mercado invernal.

ABC:
Valiente, sin miedo, Reinaldo Rueda ha logrado un objetivo que se antojaba imposible hace dos años. El entrenador colombiano asumió la responsabilidad de hacer de «los catrachos» un equipo. Una meta harto difícil, pues los jugadores están repartidos por toda Europa. Siempre que pudo se trajo de Italia a su estrella, David Suazo, delantero del Inter, que busca su traspaso en enero para llegar en forma a Suráfrica. León (Torino), Álvarez (Bari), Bernárdez (Anderlecht), Núñez (Cruz Azul mexicano) y Costly (Belchatow, Polonia) también acudieron a defender el once nacional cuando les fue posible.
Las ausencias significaron que Rueda convocara a más de cien futbolistas a lo largo de la fase previa. A pesar de este «handicap», alcanzó su propósito. Su mezcla de jóvenes y veteranos ha sido un éxito.
El veterano Pavón es el complemento de «la Pantera» (Suazo) en el ataque, con Carlos Costly como tercera opción. León es el extremo zurdo de una línea media en la que destaca el poderío de Palacios (Tottenham). Todos ellos, hombres que poseen toque y talento en un once exento de disciplina táctica, dados los cambios constantes. Los hondureños se han marcado un reto: la revancha de aquel 1-1 frente a España en nuestro Mundial 82. El árbitro nos ayudó a empatar.

AS:
Muy poderosa físicamente pero con problemas en ataque con Costly, Pavón o Suazo, que no terminan de funcionar pero en un evidente crecimiento. Muchas cosas se pueden contar de Honduras, pero la más importante es la capacidad física de los defensores y mediocentros. Detalles en una selección con opciones para ser segunda. Figueroa juega de central y no de lateral como en la Premier, y es lo mejor de una defensa que será la clave del equipo.
Poca calidad en la salida de los laterales Sabillón e Izaguirre, y lo mejor la pareja de mediocentros. No juegan un ritmo rápido y el técnico colombiano Reinaldo Rueda aún tiene dudas de quién poner junto a Palacios. Más opciones para el jugador del Wigan Thomas, aunque en los partidos clave Rueda confió en Guevara. Por la derecha Álvarez asoma como un jugador peligroso, pero será difícil que luzca en un torneo en el que los hondureños jugarán muy atrás en busca de contragolpes.

Lo recuerdo muy bien. España-Honduras, en Mestalla. Debut en el Mundial que iba a ser el nuestro, que por algo lo organizábamos y teníamos un buen equipo. El grupo era parecido al que tocó ayer: Honduras, Yugoslavia e Irlanda del Norte. Para pasar primeros con la gorra. Pero sí, sí. A los hondureños no les ganamos: 1-1 y de penalti. A varios de ellos, su aseado fútbol les valió para quedarse: a Arzu, el portero, lo fichó el Racing; el Tenerife, a Maradiaga; el Málaga, a Costly; el Murcia, a Figueroa... Gilberto ya estaba en Pucela. Zelaya, autor del gol, y alguno más la tocaban, pero no perder aquel partido les sorprendió a ellos tanto como a nosotros.
Dijo Camacho ayer. "No nos encontramos bien nunca en ese partido". Ni en todo el torneo. Aquel 1-1 fue el principio del fin de un Mundial horrible para España, seguramente el peor de un anfitrión. 28 años después volvemos a toparnos con Honduras. Pero no para una revancha; las cagadas (perdón) y aquella lo fue, se asumen, no se vengan.

VLlosa: marido fiel. Onetti: adúltero



Mario Vargas Llosa en la exposición La vida y la libertad, en Guadalajara.- REUTERS


Mario Vargas Llosa relata en la Feria del Libro de Guadalajara, a partir de un viaje juntos a Estados Unidos, su relación con Juan Carlos Onetti. Un marido fiel y un adúltero (pero en la literatura) echándose unos pijacitos en un bar de San Francisco. La nota es de El País:
Juan Carlos Onetti era un sedentario, casi nunca viajaba y, cuando no tenía más remedio, intentaba quedarse en su habitación de hotel, parapetado tras una novela negra y una botella de whisky. "Onetti", lo dijo Mario Vargas Llosa en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, "no viajaba porque no necesitaba viajar". Sin embargo, en una ocasión, el escritor uruguayo y el peruano compartieron un viaje por Estados Unidos. Sentados en un bar de San Francisco, confrontaron sus formas de trabajar. Onetti sólo escribía cuando sentía la necesidad, en cualquier parte, sobre cualquier trozo de papel, y a veces pasaba largas temporadas en blanco. Vargas Llosa le confió que sin embargo él escribía de una forma metódica, disciplinada, casi como un oficinista. "Aquello le espantó", confesó Vargas Llosa, "y fue entonces cuando me dijo: lo que pasa es que tú tienes unas relaciones conyugales con la literatura y yo tengo unas relaciones adúlteras".

Vargas Llosa habló durante una hora de Juan Carlos Onetti y, cuando terminó, el público se preguntó: ¿ya ha pasado una hora? El escritor peruano tiene esa rara habilidad de hablar tan bien como escribe. El oyente, sea uno o más de mil -como el jueves-, se queda embelesado con cada una de sus frases, y las sigue allá donde le quieran llevar. En esta ocasión, el motivo era la presentación de un libro de Vargas Llosa, El viaje a la ficción (Alfaguara), y el escritor fue respondiendo a las preguntas del periodista Juan Cruz.

Vargas Llosa retrató a Onetti como un ser desvalido ante la vida, vulnerable, tímido, pero dotado a su vez de una gran inteligencia y una gran cultura literaria, aunque no académica. "Fue un escritor indiferente al prestigio o al éxito. Como decía Flaubert de los escritores auténticos, para Onetti escribir era su manera de vivir". Una manera de vivir que nació casi con él. "Fue un lector precoz y voraz. Aprendió a los cinco años. Y él contaba que, para poder leer con tranquilidad, se escondía primero en un ropero y luego en el fondo de un aljibe que había en su casa. Y esto es una metáfora de lo que significaba para él la literatura: apartarse del mundo. Lo que Onetti no podía ser en la vida, lo era en la literatura".

"Onetti", contó Vargas Llosa, "rescata una parte oscura del ser humano que tendemos a negar, aunque sabemos por experiencia que eso forma parte de lo que somos. Su visión de la condición humana y del mundo es negativa, pesimista; es una visión negra, desesperanzada, atroz. Los personajes de Onetti suelen ser fracasados, frustrados, gente que tiene ambiciones mediocres o irrisorias. Y en su literatura sentimos eso que llamamos el mal, una voluntad despectiva, una falta de solidaridad, de conmiseración con el prójimo, una necesidad de destruir, ensuciar, envilecer aquello que no es vil ni sucio, que representa una forma de generosidad o pureza...". Y el público seguía escuchando embobado, en silencio, como en la antigüedad lo hacían los habitantes de las cavernas, sentados alrededor de alguien que lograba a través de la ficción escaparse de la realidad. "Los novelistas", dijo Vargas Llosa, "son los herederos de aquellos primeros contadores de cuentos que en las cavernas enriquecieron con su fantasía la vida de los otros. Y la obra de Onetti está construida sobre esa temática: hombres y mujeres frustrados por su realidad que huyen a través de la ficción".

Y después de decir eso, Vargas Llosa, contador de historias, se fue de la sede de la Feria Internacional del Libro para inaugurar una exposición titulada La libertad y la vida que, en el otro extremo de la ciudad, repasa su trayectoria vital y su obra. Allí están sus primeros poemas -"háganme el favor de mirarlos, pero no se les ocurra leerlos"- su máquina de escribir, un vídeo donde se le ve entrevistando a Borges, otro donde pronuncia un mitin como candidato a la presidencia del Perú... "Aunque he hecho muchas cosas en la vida", quiso dejar claro Vargas Llosa, "el periodismo, la política, lo mucho que he viajado... lo central, a lo que nunca traicioné, ha sido la literatura. Lo importante, lo fundamental, es lo que he escrito...".